Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 2 de enero de 2015

"Y ENTONCES ME DIO POR ASESINAR"- CUENTO DE NAVIDAD. Capítulo 10: Mamá (2 de enero de 2013)


Bueno, en fin, aquí estoy de nuevo, el 2 de enero del nuevo año, 2013. Seguimos con mi carrera de asesina que comencé en las Navidades del 2011, ¿qué hice con el cadáver de la Zapico, mi primera víctima?... ¿conté con cómplices, con ayuda exterior?... Porque la santa hermandad apenas me aportó, así que me vienen a la cabeza, al corazón, mis tres hijos, Pablo, Santiago y Juan, ya mayores, criados e independizados… Ay, Dios, ¿fui como Ma Baker, la de Boney M, o la madre de los hermanos Dalton…? De verdad, qué horror…

“Bueno, Nuria, tú me dirás…”

Ahí está, atenta como si fuera una estudiante aplicada, esperando a que yo le cuente cómo fue… Pues va dada, porque realmente ahora que intento recordar no sé muy bien qué pasó. En fin, se lo explicará como pueda, por confuso que pueda sonar.

 “Mira, yo sé que en lo de Marian algo tuvieron que ver mis tres hijos, más que nada porque los hijos te hacen sacar recursos de todo tipo de dónde pensabas que no los tenías, siempre ocurre igual…”

“Bueno, bien, ya, pero me tendrás que explicar cómo fue, ¿no?...”

Ahí me ha pillado, a ver ahora qué le cuento yo. Quizás si ella…

“Tú no tienes hijos, ¿verdad?" Le pregunto. Pienso que los míos, ya treintañeros dos de ellos, todavía no me han hecho abuela, con las ganas que tengo ya... "Hoy en día la gente tiene hijos más tarde que en nuestra época….” me pongo a explicar.

“Pues, mira, no tengo ninguno, pero es algo que ni me lo planteo. Está totalmente fuera de mis posibilidades, la verdad..."

Me he quedado de piedra. “Bueno, eres joven todavía. Tendrás novio algún día, querrás tener hijos con la persona que quieras, con el hombre adecuado… ¿no?“  Se lo suelto de repente, no puedo evitarlo. Tener hijos, quererlos, me parece lo normal, lo habitual…

Pero hay algo raro en cómo ella ha dicho lo de posibilidad. Y yo le he contestado demasiado rápido quizá. A veces hablo antes de pensar. Y puede pasar que metes la pata en esto y haces daño. Aunque hoy las chicas son distintas a cómo éramos nosotras. La mayoría queríamos hijos y un marido. Era lo normal en mi época. Pero quizá es que ella no puede tenerlos, quién sabe...

“Mira, no consigo recordar en concreto cómo fue, me vas a perdonar… Sólo sé que fueron sobre todo ellos, mis tres hijos, y no sé cómo se las arreglaron al final, la verdad... Sin que te enteres los hijos te sirven hasta para deshacerte de un cadáver sin dar muchas vueltas, sin proponértelo...

Una mañana te levantas y sabes que el cuerpo de esa mujer estará por alguna parte, pero bien guardado, pudriéndose con seguridad. Claro está que puede ser como las películas de miedo: cualquier día se me aparece la Zapico en plan zombi y me pego un susto de espanto. 

Ya sabes, en las películas de terror está la protagonista en la bañera al final, pensando que el asesino, el monstruo, el zombi o esa criatura infernal, la que sea, ya está acabada o a buen recaudo, que todo marcha bien y llega el final feliz. Y de repente, plaf, no sabes cómo, aparece la mala o el malo casi cadáver, demacrado, un horror… y quiere matar otra vez a la protagonista, lo quiere volver a intentar. Y toda la sala grita de espanto, porque creíamos todos que el zombi estaba fuera de combate…”

Mientras hablo me doy cuenta de que todo lo que digo no tiene ningún sentido, pero que es la verdad. Pasa a veces en la vida, hablas sin saber qué estás diciendo y luego tiene un significado para alguien, para ti misma al final. Le sigo contando.

“Siempre te queda la duda de si lo has hecho bien, de si lo estarás haciendo bien… ¿sabes? De si habrás sido una buena madre, de si te recordarán de algún modo más que riñendo porque estaba todo hecho un desastre… De si se acordarán de ti cuando ya no te necesiten, como es mi caso. Y eso que es un gran descanso saber que te quieren pero que ya no te necesitan más…”

Siento mucha tristeza y a la vez paz. ¿Qué puedo contar sobre mis tres hijos…? No sé…

“Sin embargo, mientras estás en la faena no tienes tiempo ni de pensar casi en lo que es ser madre... Estás en ello, simplemente, sobreviviendo a menudo…”

Otro momento de no hablar. Sigo después de unos minutos de silencio. Ella me sonríe todo el tiempo con un rastro de… ¿nostalgia? No lo sé identificar. Es imposible, puede ser madre si ella quisiera… edad tiene… Pero quizás no puede y lo sabe ya…

“Nuria, sigue, cuéntame, me gusta lo de ser madre, debe de ser bonito, ¿no?...” me dice.

“¿Bonito? Pues no es la palabra, no… pero… A veces cuando son pequeños todavía y lo que hay es biberones, pañales, vestir, bañarles, etc., es como si estuvieras en un túnel, una especie de niebla general… Luego miras hacia atrás y te dices ¿y de todo esto fui capaz, fuimos capaces Mauro y yo? Porque yo me divorcié cuando ya estaban los dos mayores en la universidad, el otro a punto de dejar el colegio. Y con Mauro conté para todo cuando eran niños, casi  hasta que fueron mayores de edad, esa es la verdad. Y ha sido un buen padre, excelente, no podría decir que no. Y pudimos hacer lo más importante los dos juntos, a Dios gracias… “

No puedo ni contarle ya. Necesitaría decirle a esta chica mucho más. Querría que supiera de tantas tardes de parque con ellos. O esas otras de merienda en casa y a estudiar, de llevarles y traerles, y volverles a llevar, de buenas noches y “déjame leer un ratito más, mamá”. De todo esos exámenes que salen bien o mal. De este niño que está serio y no sé lo que tiene, y ahora el otro pega a su hermano, y esto hay que pararlo, es ya muy mayor para ponerse así,  tiene que entender y compadecer a los demás, no puede ser un matón ni cruel.  Y esos otros corriendo al hospital, brecha viene y brecha va, porque los míos han sido muy inquietos y se abrían la cabeza de cada vez, especialmente Juan, y también todos esos sustos de enfermedades o fiebre de 40 y que no baja, y te vas corriendo a que le vea el médico, y luego no es nada, pero el susto te lo has llevado ya.

Me gustaría contarle cómo es explicarles a los hijos un mundo que tú no comprendes ni te gusta nada a veces, pero así, en negativo, no se lo debes contar jamás.

O saber que ellos te observan sin parar, y que aprenden más de ese modo que con todo lo que tú les puedas decir jamás de “haz” o “no haz”, de cualquier discurso o teoría moral. Y el perder los nervios a menudo y volverlos a recuperar y que ellos te vean tal y como eres, un total desastre, porque a los hijos no se les puede engañar. Y ser mamá hada a veces y mamá bruja, mamá.

Y luego quizás ella no sepa de esas luchas con los chicos para que se duchen, que son unos guarros, zapatillas con un olor de espanto que había que poner en la ventana. Y, de repente, un día ya se duchan sin perseguirles, están horas y horas en el cuarto de baño y notas que salen bañados en colonia. Y echan siete cosas a la vez a lavar, quieren ir impecables... Entonces te das cuenta que ya no tienes un niño, que tienes un hombre en casa ya.

También tendría que hablarle de todos esos achuchones que se han llevado, porque yo soy de grito y luego achuchón, más que catalana, napolitana parezco al final, y hasta que me han dejado me he aprovechado para abrazarles todo lo que he podido. Y alguno se ha dejado, en privado, hacerlo más, ya mayor. O te cogen y te dan un abrazo en mitad del pasillo. Y no sabes lo mucho que necesitabas eso, un abrazo de tu hijo cuando ya es mayor y tú lo eres mucho más. Cuanto mayor eres más les necesitas, más.

Al final no le cuento nada de todo esto. Solo recuerdo qué son mis hijos, lo mucho que les voy a echar de menos. Una vida sin ellos es impensable, no sería yo.

Realmente no puedo explicar nada, solo sentir lo que siento, nada más... En cambio, le digo algo que me sale de muy dentro, de repente…

“Me gustaría que ahora que son mayores no perdieran su alma, nada más. El resto me preocupa ya muy poco. No sé si me entiendes… “

Para mi sorpresa me dice “Pues sí, eso sí lo entiendo bien, lo de no perder el alma lo entiendo fenomenal…”

Ahora sí que me ha dejado totalmente descolocada. Ya no sé ni qué pensar de la chica que no para de escribir a mi lado.

Cuento de Navidad por entregas en este blog, cada día (salvo uno) un capítulo, hasta el 6 de enero. 
Y si lo quieres leer entero, aquí lo tienes



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