Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 28 de febrero de 2012

9. Las fuerzas de la competencia (Mandy, Bienestar y Belleza. 11)

Al final el esquema era el siguiente: la estética, como la moda y la cosmética, arrasan hoy porque hay mujeres con mucho dinero. Suyo a veces, en otros casos de sus padres, sus maridos o quienes sean. Y hay mujeres que se  gastan lo que ganan o lo que tienen casi todo en ellas, se lo ponen todo encima literalmente. ¿Y por qué se lo gastan así y tanto?  A mí me gusta llegar al fondo de las cosas, sea cual sea éste.


Primero, así se lo expliqué a Juanjo, porque hoy hay mucha competencia. A los hombres les gustan las faldas más que nada, no es novedad, es lo de siempre. Pero ahora es todo más abierto, y, encima, hay una mayor lucha entre las mujeres.  


Antes, estaba la guapa del lugar, la de tu ciudad o tu pueblo,  y se acababa ahí: no había revistas, películas, televisión, casi ni espejos. Como mucho las mujeres podían compararse con otras a menudo igualmente envejecidas o machacadas como ellas por el trabajo, los embarazos o por el simple paso del tiempo.
Claro que siempre han existido mujeres guapas, pero menos. Antes se aceptaba más la decadencia, la enfermedad, la fealdad y la pobreza, como todo lo malo que sucede a veces. Hoy todo lo malo se acepta menos, hay más resistencia.  Había entonces también menos medios para todo, también para detener la vejez o acrecentar la belleza, eso también pasaba. Ahora hay más oferta de mujeres en todos los lados, y ésta, además, es permanente. Y, tal y como se viste hoy, al aire siempre y todas, bien sé yo que no hay diferencia, que no se nota por el vestir a veces quien se dedica a cada cosa, quién es puta y quién princesa. El caso es que hasta en la sopa los hombres tienen hoy a las mujeres, continuamente en sus narices, tendrían que estar ciegos.

En definitiva, todas esas “industrias”, -me encanta emplear esa palabra que Juanjo dice, ay qué ver cómo suena-, son rentables por las razones que le expliqué y que tengo que tener en cuenta para mi centro, para enfocar bien el negocio, tal y como me enseñó Rosa a hacerlo, pero ahora con la estética.
La primera es la evidente: las mujeres en principio quieren ponerse guapas para atraer a un hombre o para retenerlo luego. Eso bien asentado en que las mujeres creen y les hacen creer que necesitan a un sujeto a su lado, que sin él no son nadie o que son menos... Juanjo se quedó sorprendido cuando le conté esto. Por eso, le dije, se gastan tanto en estética, en moda, en fin, en todo ello... Es igual que hace mil años, solo ha cambiado en apariencia y en medios, porque hoy el matrimonio o la pareja no garantizan nada, el mercado sigue abierto y con mucha, muchísima oferta. 

Sin embargo, lo de la estética no funciona del todo o siempre en lo de atraer o retener a quien sea. Para empezar, porque hoy hay una competencia que se renueva rápidamente, y siempre habrá unas mejores tetas, una piel más firme o unas piernas más largas, te pongas como te pongas, te arregles como te arregles, te hagas lo que sea.  Sé de esto porque soy una usuaria de estética de las más fieles, y, con todo, también sé que hay un punto en que ya no se puede. Conmigo, que pagan por estar, habrá un momento en que ya ni quieran sin pagar por mucho que yo me cuide y haga al respecto. Bien lo sé y por eso estoy haciendo este cambio de carrera...
Pero en esto la mayoría de las mujeres no caen o no les interesa reconocerlo. Es como si les divirtiera el juego, la competición, la carrera contrarreloj esa... Así que siguen pegadas al anterior punto o, en su caso, caen ya en el tercero, que es el que nos dio la idea a Juanjo y a mí del eslogan de “Mandy, Bienestar y Belleza”, poner la palabra “bienestar” y hacerlo antes que la palabra “belleza”. Porque es más importante el sentirse bien que lo que sea.

martes, 21 de febrero de 2012

8. Poemas (Mandy, Bienestar y Belleza, 10)


Sí, a veces con escuchar a los que saben basta. También leyendo se aprende.  El negocio en el que ya llevo quince años lo conozco bien y lo quiero ir dejando. Me ha dado lo que podía darme y ahora toca el cierre. 

Las mujeres, mi nuevo mercado, que decía Juanjo… ¿Cómo hacerme con esa parte que deja buen dinero y que da poca guerra, como Pablo, como Sancho, Mateo, Agustín, el propio Juanjo, Enrique, Arsenio, Andrés y Fernando, los mejores clientes que he cuidado todos estos años con esmero? ¿Qué buscan ellas? Ese era mi reto. Así que me dediqué a preguntar y a tomar notas como me había sugerido Juanjo que hiciera, el plan de trabajo que me puso como si yo fuera una alumna en prácticas de las que tiene en su empresa.

-Primero un estudio de mercado, Mandy. Quiero que averigües qué buscan las mujeres en los centros de estética, en la estética en general, todos esos tratamientos cada vez más sofisticados que tenéis…

Me puse manos a la obra y le pregunté a mi peluquera para empezar, ella fue la primera.

-Pili … ¿qué crees tú que busca una mujer cuando viene aquí con frecuencia?

-Pues hija, qué te voy a decir, tiempo para ella y que las escuches, eso casi más que el corte de pelo, el teñido o lo que sea, que la pongas guapa, mejor de lo que viene… Aunque la verdad es que hay algunas muy exigentes que no quieren ni que les hables, les molesta. Pero suelen ser las jóvenes cuando tienen una vida estupenda y todo el mundo les hace caso, salvo que sean poco agraciadas… entonces hay que hablarles más. A las feas hay que darles más conversación siempre…

Seguí tirando del hilo mientras Pili me secaba el pelo.

-… Y a partir de los treinta, y no te digo de los cuarenta o cincuenta, creo que vienen por el rato de tranquilidad que pasan… o para que les digamos que, para la edad que tienen, están muy bien… Aunque yo  también soy de la idea de que muchas vienen para que las comprendamos en sus penas… ¿Sabes, Mandy? hoy no hay mujer que no tenga queja de la vida, y de los hombres ya ni te cuento, no hay mujer que no se queje… Salvo tú, hija, que se ve que sabes muy bien lo que quieres …

Mi peluquera sabe a qué me dedico pero es discreta.  Ay, Dios, mira que los negocios pueden ser parecidos a veces. Seguí con la investigación. Hice otras ocho entrevistas, como me dijo Juanjo, en plan informal y sin que supieran para qué era: a mi masajista, a quien me suele hacer las manos y los pies, en un par de perfumerías que frecuento, y en el gimnasio,  a las instructoras y a un par de profesores, un marica y otro normal, de los que les gustan las mujeres. Descubrí cosas similares y otras sorprendentes. Se las iba comentando a Juanjo que se reía por cómo lo contaba yo, entusiasmada siempre.

-Mandy, eres una mujer de negocios nata, ahora te toca lo que llamamos en investigación de marketing “fuentes documentales”… Quiero que devores todo lo que las revistas femeninas dicen al respecto y saques tus propias conclusiones para tu centro.

Así que me compré todas las revistas durante meses. Yo ya era aficionada, me entretienen, aunque a veces patinan, se les va la cabeza… No tengo nada en contra de los maricas, gays, que dicen los modernos, pero es curioso el caso que prestan a tipos tan extraños como el Galliano ese, vestido de pirata permanentemente, o el otro tan flaco y raro, el que parece Drácula, el Lagerfeld, que está visto que no les gustan las chicas ni en pintura… Quiero decir las mujeres no como maniquís, o sea, como perchas, sino como mujeres, para desvestirlas y no vestirlas... Vamos, justo lo contrario que los diseñadores que tanto salen en las revistas, ellos y sus modelos, con lo que hay o no hay  que ponerse…  A mi entender y experiencia los tíos en general van a bulto, a un buen escote y a unas buenas piernas, todo esto con pequeñas variaciones sobre el mismo tema. Y lo demás son poemas. Eso sí, poemas que venden, me di pronto cuenta, algo que para mi nuevo negocio era muy bueno, esa fue la conclusión primera. En fin, que es cierto que, de estética, de lo que las mujeres buscan en ella, que no coincide siempre con lo que los hombres aprecian, sí que aprendí en las revistas, en el Elle, el Vogue, el Woman y el Telva. Y apunté lo siguiente:

Tiempo. A las mujeres les gusta el tiempo, y pagan por tiempo las que pueden, claro. Es el bien más escaso hoy. El que a veces las mujeres más quieren. Al principio yo pensé que era la tranquilidad de cuando te lavan la cabeza y no vas a la carrera. Luego ya me di cuenta que, más allá del tiempo propio, el de una, es el tiempo de otros por el que las mujeres están dispuestas a pagar todavía más dinero: tiempo para que las contemplen y las mimen, para que alguien las haga caso de alguna manera, para que las dediquen tiempo precisamente.   Eran curiosas las coincidencias. 

Milagros: las mujeres creen en los milagros de un modo distinto que los hombres, que también algunos creen en ellos a pies juntillas, son unos crédulos. Las revistas hablan mucho de milagros de todo tipo, el antes y el después de un maquillaje, también de los efectos de las cremas, de la alimentación, todo siempre con el misterio que los milagros tienen. Creer en Dios no se creerá en estos tiempos, ni en que exista ni en que sea omnipotente, pero en cambio se cree con mucha fe en todo lo de la estética.

De todo esto tomé buena nota y tuve más claro qué tenía que hacer para que “Mandy Bienestar  y Belleza” fuera un éxito, para poder captar clientas y que éstas fueran fieles. 

“Intangibles” dijo Juanjo, “marketing experiencial” me explicó luego. Es lo mismo, yo lo sé ya sin toda esa jerga, al fin y al cabo también poemas. 

lunes, 20 de febrero de 2012

7. El tipo del garaje (Mandy, Bienestar y Belleza, 9)


Le vi y supe que podía ser un problema. En la treintena y curradito de la calle, de los que no ha salido de ella y no se dejan dorar la píldora aunque te empeñes. Es lo malo de tener unos añitos y, sobre todo, ojo: ves lo se te puede echar encima y te apartas a tiempo.

Trabaja en el garaje “Hermanos Álvarez”, un taller muy bueno de coches que hay en número 8 de la calle, mi local está en el 17. Como he querido invitar a los del barrio, por eso de que el boca oreja es una de las mejores formas de promoción y, además, hay que llevarse bien con la gente, pues me pasé por ahí como antes me había pasado por otros establecimientos.

“Es el encargado” me dijeron. Esperé un momento porque estaba con un Audi en plena faena. Salió de las tripas del coche limpiándose las manos. Con una sonrisa que intenté que fuera tímida y simpática le di el folletito de “Mandy, Bienestar y Belleza” con todos los servicios y precios y la invitación a la inauguración, un tarjetón precioso que me han hecho. No sé por qué se me ocurrió decirle “Seguro que tienes novia, amigas o mujer a la que le guste estar guapa, o clientes a quienes les interese...  inauguro este viernes…” Se me quedó mirando con detenimiento y me contestó en voz alta, para que le oyeran “No tengo a nadie para darle esto, pero…“ Hizo una pausa el muy sinvergüenza y siguió luego “…si me haces precio, me paso yo mismo y me haces el tratamiento que tú quieras…”. Se oyeron entonces las risas de sus compañeros. 

La verdad es que no tenía pinta ni de necesitar estética ni de pagar tampoco por ella. Yo no supe cómo reaccionar al principio con su fresca.“Perdona, tengo novio…”, se me ocurrió para zanjar el tema. Luego no pude contenerme porque seguían riéndole la gracia “… pero seguro que a alguna de mis empleadas le interesas para algún tratamiento, si te lavas las manos antes, claro, y te adecentas. Mi local es muy limpio en todo y no tratamos a cualquiera, ¿sabes?...” Se hizo un breve silencio. No pude menos que soltarle ese corte y mirarle con condescendencia, como miran algunas mujeres ricas o guapas cuando les molestan. Sé lo que fastidia eso y cómo suele callar a los bocazas. Pero me salió el tiro por la culata. El tío me aguanto el chaparrón y la mirada mientras sus compañeros volvían con la juerga esperando su respuesta. 

Me di entonces media vuelta haciéndome la digna, antes de que pudiera responderme con otra fresca. Noté entonces sus ojos clavados en mi culo y en las caderas, avanzando y deteniéndose más abajo, descendiéndome por los muslos, como si me metiera mano a distancia, el muy cerdo. Yo me iba diciendo por dentro “no te vuelvas, Mandy, por Dios, no te vuelvas...”. Pero no lo pude evitar, me dí la vuelta. Y ahí estaba el cabrón: apoyado en el coche que estaba arreglando, con mi folleto que se estaba metiendo ya en el bolsillo y magreándome a una distancia de casi seis metros sin ni siquiera tocarme, comiéndome viva con la vista únicamente. Y yo sintiendo el calor ese, mierda. 

Se nos cruzaron los ojos de nuevo y fue como si me dijera “te vas a enterar, guapa, de quién soy yo…” Como un resorte se me pusieron entonces las tetas duras como piedras y los pezones tiesos, la espalda y la nuca tensas, y sentí esa sensación en el estómago de mariposas dentro y de humedad entre las piernas, pero le pude mirar con total indiferencia. Yo no estoy para perder el tiempo, de ninguna manera. Así que doblé la esquina y me hice la promesa de no volver a pasar por allí. Lo último que necesito es un hombre que me pueda dar el menor problema, con todo lo que yo tengo que hacer justo ahora que abro “Mandy, Bienestar y Belleza”.

Lo malo es que le dejé la invitación a la inauguración... 

Bueno, no hay cuidado, no creo que venga. La mayoría de los hombres se ven intimidados por lo de la estética y prefieren mantenerse a distancia de saraos como éste. Especialmente si prevén que habrá mucha mujer, que aquello será un gallinero. Es además un chulito seguramente inofensivo, más labia que otra cosa, ni su nombre sé siquiera.  

No, no hay de qué preocuparme. No viene fijo, seguro que no viene, va a venir un tipo así, nada, no viene... 

Ea, yo a lo mío, al centro. 

Quedan sólo veinte minutos para que todos lleguen, qué nervios. 

Mira que ha quedado bonito todo, cuanto más lo miro, más me gusta. 

¿Vendrá gente? ¿Y si no viene nadie...? 

¿Y si viene el lerdo ese? Mierda. 

sábado, 18 de febrero de 2012

6. El nuevo mercado (Mandy, Bienestar y Belleza. 8)


Juanjo, el publicitario que me sugirió el nombre del centro de estética, es el que me ha hecho al final trabajar más, como siempre. Tengo debilidad por él porque es un buen amigo y cliente, y de un estilo que no tiene nada que ver con Pablo y Sancho, que son más tradicionales y previsibles, más corrientes. Con él nunca sé lo que va a pasar. Me parece menos fiable que los otros dos, si tengo que ser sincera. De hecho, me he llevado un par de sustos porque va muchas veces puesto y pretendía que yo lo fuera. Tuve que aclararle un día que yo esas mierdas no me las meto, que era jugar con fuego, que tengo solo un cuerpo del que vivo y no quiero arruinarlo de ninguna manera. Sin embargo, cuando está sereno Juanjo es muy majo, y con él he aprendido mucho para este negocio, porque mi principal punto débil, como me dijo, era el nuevo mercado, del que yo sabía poco o nada, francamente.

-Mandy, vas a tener que empezar a pensar en las mujeres y no en los hombres, no sé si eres consciente que sabes poco de las mujeres … y no es tan fácil como tú crees hacerse con una clientela femenina buena. A ver, ¿quiénes van a ser tus clientes, Mandy?...
-Pues las mujeres, ya te lo he dicho… todas las mujeres… un centro de estética va dirigido a las mujeres, vaya tontería que me dices…

-Mandy, eso no es así, ahora tú no te dedicas a “todos” los hombres, y mira que lo que tú ofreces es atractivo para cualquiera... Tú te diriges no sólo a aquellos hombres, para empezar, que pueden pagar tus servicios, que son pocos por una cuestión de precio, permíteme que te lo recuerde, y, de entre ellos, a los que te dejan un buen margen y son fiables, a los que repiten y plantean pocos problemas…  ¿o tú te crees que no me he dado cuenta? Eres lista y prudente. Y esto se va a parecer en algo, guapa, a eso.

Tenía razón Juanjo. Casi me echo a llorar cuando me lo dijo, porque, aunque es cierto que yo de estética sé como usuaria, era todavía más cierto que no sabía nada del nuevo mercado en cuanto a clientas. Tantos años con hombres siendo complaciente y sabiendo lo que quieren, trabajar para mujeres era todo un reto.

Sí, a las mujeres les gusta estar guapas, pero ... ¿cómo llegar a ellas?, ... ¿y cómo atraerlas y retenerlas?... ¿Cómo hacerme en definitiva con una clientela de las que me gustan a mí, de las que dejan mucho dinero y dan pocos quebraderos de cabeza? Se me empezaron a caer las lágrimas, pero esta vez, con Juanjo, no con Pablo, eran verdaderas: cuatro meses antes de abrir y yo a por uvas estaba…

-Tranquila, Mandy, lo vas a hacer bien porque tienes un instinto natural para la empresa,  las ideas claras y eres paciente, pero me vas a dejar que te ayude en esto…
Quizá porque es más joven que la mayoría de los que conozco, y ha cambiado ya de actividad unas cuatro veces con menos de 32 años, Juanjo es diferente. Me pasó unos cuantos libros, nos reunimos unas tres veces, y en apenas cuatro meses aprendí con todo el plan del negocio que hice, con el estudio de mercado previo, el plan de marketing y todo lo demás, lo que muchos, según él, no aprenden ni en años de profesión ni con un máster de esos en escuelas de negocio donde van los que pueden. No sé si me lo dijo para animarme, pero así lo admitió las Navidades pasadas cuando le acompañé a él y a unos amgios suyos con otra gente a esquiar a Baqueira.

-Te vienes, Mandy, seremos cuatro chicos y ocho chicas. Conoces a Reina y a Bárbara ya, las otras niñas son del trabajo mío, y a alguna novia que se ha apuntado al plan, piensan que es divertida la mezcla… Y tú y yo podremos seguir hablando de lo de tu centro…

Sancho y Pablo son estupendos y me han apoyado con favores siempre. Se lo agradezco mucho, me dan lo que ellos tienen.  Pero ha sido  Juanjo quien me ha ayudado a perder el miedo y  entender que yo, por intuición y hasta por experiencia, sabía ya muchas cosas y tenía que aprender otras importantes, por supuesto, pero que sólo me faltaba poner orden, método y estrategia. Huy, ya casi hablo como él, todo se pega.

No todos los hombres son iguales, ni como amigos ni como clientes. Algunos, como Juanjo, te piden que te superes. A veces te gusta y otras tienes miedo, prefieres lo conocido, pisar suelo. Pero a mí me encantan los desafíos, aunque también necesito cierta seguridad en lo que afronto, lo que me recuerda en este momento a una preocupación que me viene rondando estos últimos días, desde hace una semana, mierda, mierda, mierda.

jueves, 16 de febrero de 2012

5. Amigos en todas partes (Mandy, Bienestar y Belleza. 7)

Tanto le he hecho creer a Pablo estos meses que es una parte fundamental para poner en marcha este centro, que el pobre no sabía ayer cómo decírmelo.

-Mandy, amor, esto… tú sabes que, si pudiera, compartiría contigo ese día tan importante... Pero no hay mucha explicación en cómo nos hemos conocido y qué relación tenemos… Creo que no pinto nada en la inauguración,  no veo el modo de venir sin que parezca raro...
Cogió un par de folletos y el tarjetón de la invitación, pero no se los guardo muy convencido.

-Me acordaré toda la tarde, te llamaré luego y me cuentas, y, por supuesto, el próximo jueves por la noche estaré aquí, como siempre... ¿verdad, cielo?
Noté el miedo que tenía de que el nuevo negocio me tuviera demasiado ocupada, de que le acabara saliendo el tiro por la culata. Tuve que tranquilizarle. Me hice la disgustada primero, un mohín de pena y luego unas pocas lágrimas. Y entoné esa queja que a él le gusta tanto.

-Te voy a echar mucho de menos, mi amor, sin ti todo esto no iba a ser posible…
Luego seguí con lo que a él le gusta oír, ese reproche que no es demanda.

-¡Qué ganas tengo de tenerte para mí cuando yo quiera… y no cuando tú puedes! Compartirte me cuesta mucho, cielo…
Me besó para consolarme y yo le respondí como sé que debo. Acabamos prontito así, se durmió rápido y yo tuve tiempo de hacerme las uñas de los pies, que las tenía hechas un desastre y no me iba a dar tiempo hoy que inauguramos  “Mandy Bienestar y Belleza” y quiero que todo, incluida yo, esté perfecto, impecable. 

He escogido un buen local, un piso bajo que pude unir a dos sótanos. Ha sido un momento excelente para hacerlo, hay pocas obras y los precios están bajos, nada que ver con hace unos años. Para empezar está muy bien, y yo prefiero ir con calma, como en todo, y pagar siempre que puedo a tocateja y en metálico. Mi contable me pide que mueva lo que gano de esa forma, sin facturas y con billetes de por medio, nada de talones ni bancos.
 -Pablo, mira a ver, que yo no entiendo de esto… Me piden no sé qué en al ayuntamiento...
Al final la mayoría de los hombres son estupendos, les gusta hacerte favores, se sienten así importantes. Así que yo me aplico el cuento y pido siempre todo lo que puedo y ellos pueden darme.
-Sancho, verás, es que para la reforma del local me han dicho tal barbaridad que no doy crédito, y eso que estamos en crisis y me cuentan que el presupuesto está más que ajustado... Tú ¿no conocerás a unos paletas y un jefe de obras decentes? Estoy desesperada y no tengo además nadie para coordinarlo y que no me tomen el pelo… ¿podrías echarme una mano?
Aunque la cosa de la construcción ahora esté a la baja es bueno conservar a las amistades en el sector. Sancho es menos habitual que Pablo, pero ahí le tengo. Desde que se echó novia hace dos años se deja ver menos. Pero me llama de vez en cuando y recordamos los viejos tiempos, así que con él también he contado. Una reforma como la que yo quería planteaba muchos problemas, no tanto por lo que costaba, sino por lo que era. Realmente tengo mucha suerte con la mayoría de los hombres que conozco, conmigo son generosos hasta decir basta. Gracias a ellos en siete meses, un tiempo récord, he firmado un alquiler con opción a compra por una cantidad más que razonable, hemos hecho toda la obra, y he podido seleccionar a las tres chicas con las que empezar, además de pagar todos los aparatos de estética y los muebles, y contratado a los proveedores de cosmética, dos firmas de las mejores del mercado. Así que estoy encantada.
Qué despacio pasa el tiempo, ¡todavía cuarenta y cinco minutos para que lleguen! Estoy nerviosísima... ¿Vendrá gente al final? He invitado a bastantes, pero con estas cosas nunca se sabe...

“Mandy”, “Mandy”, “Mandy”… Me gusta mi nombre al frente de mi establecimiento. Amanda, que así me llamaron por mi abuela, era un poco antiguo, de pueblo, y me quedé con Mandy. Sonaba más corto y menos rancio, ligeramente extranjero. Ahora, ¿a qué cambiarlo? Prefiero seguir con el mismo que me ha dado suerte. 

lunes, 13 de febrero de 2012

4. Pablo, te necesito tanto...(Mandy, Bienestar y Belleza, 6)

Era mucho mejor dejar que pensara que, si yo lograba poner en marcha algo, iba a ser por él, porque él sabía y estaba detrás, y porque yo le quería como él quiere que le quieran. He aprendido todos estos años que la mayoría de los hombres que trato tienen una vanidad elemental: cuanto más les halagues, mejor; cuanto más necesitada de su protección te muestres, más obtendrás de ellos. Y desde luego que, cuanto más poder tengan, más fácil acaba siendo todo siempre. Los que triunfan, los de dinero, son a menudo los más cortos de entendederas y les acabas teniendo comiendo en tu mano con el halago más simple, con el que menos colaría con un hombre normal, de los corrientes, que se daría cuenta de que le estás tomando el pelo. Así que tuve reflejos, reculé rápidamente y le contesté a su objeción como hay que hacerlo. 


- … solo sé, mi amor, que a las mujeres les gusta cuidarse,  y yo intento estar guapa para ti siempre… Y tienes razón que de las cuentas ni me entero, me pierdo...


Lo dejé caer y cambié de conversación, como si no me interesase el tema, como si dudase de mis capacidades y no tuviera nada en la cabeza. Mejor siempre necesitada de su ayuda, débil, como él me quiere. Seguimos así como cualquier jueves.

-¿Cenamos antes, cielo…?

Cenamos primero. Se quedó dormido en el sofá como tantos días hace: antes o después, o antes y después a veces. Tiene su edad ya. Él dice que cuarenta y pocos, pero sé que pasa los cincuenta. Y suele estar agotado cuando viene. En lo suyo se hacen muchas horas, venga a entrar y salir y estar con unos y otros, un trajín continuo de comidas y cenas. Aunque sea fijo en lo de la política esa, lleva ya casi treinta años en ello, no deja de tener que echarle horas, tiene su mérito. Así que luego le desperté como sé hacerlo, suavemente, despacito, y con el ritual habitual que no es nada del otro jueves precisamente. Pablo es un hombre muy cómodo para mí. Y nunca se queda a dormir en mi casa, otra ventaja a tener muy en cuenta porque soy muy independiente. Él dice a su mujer que es su día de amigos y ella acepta que vuelva a las dos o tres de la madrugada sin pedir explicaciones. Para mí que prefiere tenerlo media noche fuera. Se lo mando relajadito, más descansado y siempre sobrio porque él conmigo no bebe.

Así que el día que empecé a contarle lo del centro de estética no le volví a sacar el tema, lo cerré en seco. Ni al siguiente jueves, ni tampoco al otro,  ni al otro. Esperé tranquila unos cuantos  meses, le eché paciencia. Pero, en cambio, le dije que no a un viaje de fin de semana que él había planeado con muchas ganas. 


-Al final tengo que trabajar, ¿sabes, cariño? No puedo ir esta vez, tengo muchos gastos y trabajo pendiente. Pero el jueves que viene nos vemos, ¿vale?


Una de cal y otra de arena. Luego, de nuevo, volví a decirle que no a otro viaje, al siguiente, y se tuvo que ir solo por segunda vez ya bastante molesto. Eso acabo por ponerle alerta. Así que él mismo terminó por recordármelo un jueves.

-Mandy…  ¿y aquel centro de estética que querías montar, del que me hablaste hace un tiempo…? He pesnado que podría ser una buena idea... 

-Pero Pablo, mi amor, ¡cómo eres! Si fuiste tú el que me lo sugeriste, ¿no te acuerdas?... Pero es que no lo veo claro, ¿sabes?, tengo miedo... No sé nada de llevar una empresa, un negocio me supera… Claro está que, si tú me ayudases, a lo mejor me atrevería... 

Así pude reconducir el tema a pesar de mi metedura de pata inicial, a base de no estar disponible siempre cuando él quiere. Cuando me lo mencionó tanteándome varios meses después de mi imprudencia, yo ya tenía todo buscado y apalabrado. Fue coser y cantar hacerle creer que había sido idea suya, que me ayudase a pagarlo, y, especialmente, con los líos de los permisos y las licencias, que mira que  son pesadas las cosas de los ayuntamientos. Ha sido una suerte tenerle echándome una mano, pensando en el fondo que es gracias a él que cambiaré de vida, tan contento creyendo que con el centro de estética le debo algo y le voy a poder dedicar tiempo.  

3. Orientación profesional (Mandy, Bienestar y Belleza, 5)

Podía haberle yo recordado a Pablo cuando me puso cara de desgana y dijo lo de “tú no sabes de eso” lo que le había contado ya varias veces: que estudié e hice la FP, y, precisamente, la rama de estética, y que nada más acabar estuve trabajando en una peluquería que cerró por la muerte de la dueña, una pena. Me ofrecieron entonces entrar como recepcionista en una clínica de estética en la calle Sagasta de Madrid,  un lugar de mucho nombre con un director médico de prestigio,  un doctor muy famoso, de los primeros que se metió en esto.

-Mandy, es Vd. muy guapa y le digo yo, como mujer, que es una pena que no saque todo el partido que tiene... Le doy mi tarjeta y Vd. me llama cuando quiera …

Rosa era amiga del jefe además de una de sus mejores clientas. Me lo propuso un día que estaba yo muy triste, tras verme ella más de un año en la recepción abriendo y cerrando la puerta. Tenía yo diecinueve años recién cumplidos, un novio que me acababa de poner los cuernos y un cabreo que no sabía cómo quitármelo, aparte de un sueldo que era una auténtica miseria, vivía muy estrecha. Así que no lo pensé dos  veces. Probé una semana con Rosa en un chalet a las afueras sin saber mucho qué era. “No vas a hacer aquello que no quieras, si no te gusta el tipo que te lleva a cenar, coges y me llamas, enviamos a otra chica y no hay problema” me dijeron. En apenas cinco días gane el sueldo de mes y medio de la clínica aquella. Tuve suerte con los primeros clientes. Rosa, mi jefa, era y sigue siendo una mujer inteligente. Supo facilitarme todo mandándome a hombres que sabía que eran de los buenos.  Al principio fue en parte querer demostrarme y demostrar al que me la dio con otra que conmigo algunos estaban dispuestos a pagar, y no cualquiera, los de posibles. Tenía además ganas  de pasármelo bien, y  así fue si soy sincera: comencé a vivir mucho mejor, sin apuros, me invitaban a buenos restaurantes y hoteles, a conocer sitios nuevos. Todo el mundo te trata mejor cuando hay dinero, la gente te mira de otra manera. 


Es verdad que hubo de todo, aunque ascos por mi parte tengo que decir que los menos, así que en general me compensó. Por eso empecé  y seguí en esto. Fue una cuestión de dinero, del mucho que se gana si tienes la cabeza fría, si eres trabajadora y prudente. O sea, si no te metes en líos ni de drogas ni tampoco de novios u hombres que te protejan. Lo mejor es siempre tú con otras mujeres o sola, los tíos en todo esto a dos mil kilómetros de distancia, salvo los clientes, por supuesto.

A los cuatro años, casi cinco, me vine a esta ciudad y me establecí por mi cuenta, había aprendido lo que me interesaba y quería trabajar sola, ser independiente. Tener a Rosa cerca me demostró cómo hay que hacer esto si pretendes hacerte con un capital pronto, evitar los problemas y quemarte antes de tiempo: dedicarse sobre todo a unos pocos clientes, esos que son los mejores, los que no dan apenas problemas, hacerlos fijos, que vuelvan una vez, y otra, y otra; tener contactos en agencias o clubs, claro, pero de modo secundario, solo por si te faltan los tuyos, los de siempre.
Al final en mi caso es preferible una ciudad pequeña, que casi conoces mejor a la gente y es más controlable, también hay menos competencia. En Madrid acabé harta de hombres de negocios extranjeros, aparte de que había decidido hacía mucho tiempo que en cuanto pudiera no iba a trabajar ni con moros ni con orientales, hombres a menudo raros que te salen por peteneras, no confío en ellos.  Yo prefiero a los nacionales, que sé con qué me encuentro. Aunque ahora hay muchas sorpresas, hoy la gente va muy pasada hasta en los pueblos. Pero esta ciudad de provincias, que algunos considerarían un muermo, me permite que haya pocos clientes de fuera, eso entre otras muchas ventajas que tiene: queda todo al lado, es más pequeño y familiar, te organizas mejor y con menos trasiego. 
Así que de montar una empresa sabía algo, puedo hacer cuentas. Otra cosa es que pague para que otros me las hagan. He administrado mi dinero con ojo, nunca gasto más de lo que ingreso y ahorro de modo constante. Sé lo que quiero desde hace mucho tiempo y cómo lograrlo, y este cambio de actividad no me iba a suponer mucho problema. O eso creía yo por mi experiencia como clienta de estética, que, como es lógico, es en la partida donde casi más me he dejado estos años tras las casas que he comprado. Mi cara y mi cuerpo son con lo que trabajo, como para no cuidarlos...
Pero no le conté nada de esto a Pablo,  ¿para qué hacerlo?, se olvida siempre lo que le cuento, o no me escucha, se duerme. No le interesa nada de lo que pienso ni mis proyectos. Además, él, por el trabajo que hace, necesita de vez en cuando pensar que está ahí como salvador de quienes no sabemos, los votantes, los ciudadanos, quiénes sea. Entender a qué se dedica explica en cierto modo cómo me ve él también a mí y a lo nuestro. Por eso yo sé cómo hacer si quiero algo. Así que comencé a desdecirme…
-Tienes razón mi amor, yo de eso no sé nada, son tonterías que se me ocurren a veces…

sábado, 11 de febrero de 2012

2. Todos los jueves por la tarde y algún fin de semana entero (Mandy, Bienestar y Belleza, 4)


Así que pensé en retomar el ofrecimiento de Pablo y juntar su ayuda con unos pequeños ahorros que tenía en el banco y que me estaban dando poquísimo, practicamente nada. Pero no fui hábil en cómo se lo planteé, tenía que haber empezado de otra forma. A él no le gustó la idea o que yo se lo dijera tan a las claras.

-¿Un centro de estética? … No es momento para montar nada... Y tú no sabes de negocios, ¿no es muy complicado para ti, cielo?...

Se me olvida a veces que algunos hombres piensan que quienes nos dedicamos a esto es porque no podemos hacer otra cosa. Prefieren la historia esa de la pena y una pobre chica metida por las malas artes de alguien,  que la de una mujer con cabeza que lo decide porque se gana la vida mejor y más rápido, una profesión que renta si sabes organizarte y no rindes cuentas a nadie. Al final algunos hombres son unos románticos. Les encantan los cuentos y necesitan creer en ellos, una ilusión que se hacen especialmente cuando se convierten en fijos de alguien,  “clientes fidelizados” como Juanjo diría.

Es cierto que yo he trabajado en esto más tiempo del que quizás hubiera deseado, pero no deja de ser una actividad para unos años. Tengo mucho por delante, y, a diferencia de otras,  el dinero para montar algo,  sólo me hacía falta dar el paso y lo estoy dando. ¡Estoy tan ilusionada!
A veces pienso que, como yo, mucha gente tampoco sabe cuando empieza en lo que sea dónde va a acabar con sus huesos, y a menudo están más tiempo donde no quieren, y muchos machacados.  Salvo los políticos como Pablo, o los funcionarios, que están toda su vida en lo mismo, llueve o truene, el resto de las personas no podemos enfocar lo del trabajo como ellos hacen, con un empleo fijo en el mismo lugar. Todos, salvo ellos, tenemos que reciclarnos y buscarnos otro modo de ganarnos la vida cuando, por lo que sea, donde estamos ya no se puede porque te echan las circunstancias, la crisis o la vida al final, los cambios. Con estos tiempos que corren yo lo veo continuamente: en el mismo sitio y haciendo lo mismo cada vez estaremos menos, no hay nada estable.


(El relato completo "Mandy, Bienestar y Belleza" está aquí si quieres leerlo. Pertenece a la serie Clasificados).

jueves, 9 de febrero de 2012

2. Todos los jueves por la tarde y algún fin de semana entero (Mandy, Bienestar y Belleza) (3)

-Mandy, cielo, estoy muy cansado ¿te importa que no salgamos esta noche? No puedo ni moverme…

Yo le entiendo. Es muy conocido en esta ciudad y no conviene que nos vean mucho juntos ni hacer alardes en exceso, es un lugar demasiado pequeño, además del tute que lleva Pablo, que no para de reuniones ni de comidas y cenas.  
Eso sí, algunos fines de semana me desquito cuando me lleva. Él se desplaza de continuo, como todos los que están en su ambiente, pero ahí todo se entiende y le puedo acompañar sin problemas. Entonces solemos ir a todo plan y me vale por todas esas otras noches que pasamos los dos en mi casa, un auténtico aburrimiento. Dependiendo de lo que dejo sin atender, a mí me suele salir a cuenta dedicarme a él todo un fin de semana por entero. Hago mis números y sé que, si no hay mucho cliente, al final es mejor tres días con Pablo, que es mucho menos trabajo, me compensa.
-Mandy, resérvame el 30 y 31 de mayo, hay una reunión en Belgrado, ya verás qué bien lo pasamos. Te vienes el jueves o el viernes, y nos quedamos hasta el domingo, ¿te apetece?...
Pablo tiene que conocer otras ciudades extranjeras y ver cómo se organizan. Forma parte de lo que hace el viajar y ver otros ayuntamientos para aprender de ellos. Así he visitado yo estos últimos años lugares muy bonitos de Europa y hasta de América.  En cualquier caso él sabe que fuera de esas escapadas y de los jueves, que siempre son suyos, sigo trabajando en lo mío porque no puedo dejar de hacerlo. 
Hizo Pablo por eso sus cálculos hace tiempo como yo los he hecho. Y, como las cuentas sabe hacerlas, entendió que sólo con algo que me tuviera ocupada y con el que ganara lo suficiente podía yo dejar lo mío, o al menos, empezar a planteármelo. También sabía que por mi edad ese paso estaba relativamente cerca, que sólo había que animarme a que lo hiciera.

Hace ya años di con el negocio adecuado tras meditarlo mucho, pero fui tonta en cómo se lo conté a Pablo el pasado marzo, todavía me acuerdo. Parece mentira que cometa esos errores de mujer ingenua. Debía de estar con la guardia baja porque me iba a venir la regla. O tan entusiasmada que ni me di cuenta. Yo me entusiasmo a veces.


-Un centro de estética, Pablo,… Lo tengo ya todo pensado. Sé ya el sitio, el barrio, y sé ya cómo lo voy a montar. Tengo algo de dinero ahorrado, pero quiero que seas mi socio en esto... Nada grande, algo chiquito para empezar …

Tengo mis ahorros puestos en un apartamento aquí y otro en una ciudad costera, además del mío propio, los tres ya pagados, a mí no me gustan las hipotecas. Con vender algo me hubiera bastado de sobra para echar a andar lo nuevo. Pero corren malos tiempos para lo de la inmobiliaria. Me lo dijo Sancho, otro buen cliente y amigo, a mediados del 2008, cuando todavía se hablaba poco de la crisis aún, todos callados como muertos.

-Mandy, va a ser tiempo de comprar si te esperas un par de años, va a ponerse todo por los suelos. Tú compra entonces, pero no vendas…


(El relato completo "Mandy, Bienestar y Belleza" está aquí si quieres leerlo. Pertenece a la serie Clasificados).

miércoles, 8 de febrero de 2012

Mandy, Bienestar y Belleza. (Cap. 1, cont)


-Mandy, ¿por qué no pones una boutique? Tienes estilo, eres elegante y fina, sabes cómo vestir y te encanta la ropa… Yo te ayudo cuando quieras, soy tu socio, lo harías estupendamente.. Y, ¿sabes?, podrías ganar mucho dinero…

Di vueltas a la idea de Pablo. Pero no soy tonta, y sé muy bien que la competencia en ese sector es muy fuerte. Tampoco me interesa algo con lo que vaya a vivir peor que ahora. Una cosa es querer retirarse a tiempo, y otra, muy distinta, hacerlo de cualquier manera y sin cabeza.

En el caso de la moda yo veo que hay demasiada oferta en ropa de la barata, mucho Mango, HM, Zara y los chinos esos que no hacen más que abrir tiendas, y, encima, los outlets esos de los que ponen a las salidas de cualquier ciudad que se precie. No tiene ningún sentido montar una franquicia o un negocio propio en ese segmento. Tienes que aguantar carros y carretas: niñatas que te desordenan la ropa continuamente, personal donde hay mucha rotación, chiquitas que entran y salen, poco formales, nada serias. En definitiva, que tienes que estar muy encima para ganar algo y a mí así no me compensa.

Otra posibilidad era ir por arriba, a ese mercado de mucho margen y ropa muy cara, de marca, de lo mejor siempre. Ahí sí que se puede hacer más dinero y tienes otras posibilidades. Se saca adelante con menos empleadas, suele ser personal mejor preparado y más leal, van a comisión habitualmente. Pero hice cuentas de lo que hay en esta ciudad, y también vi lo que son esas tiendas de moda donde van las mujeres que se dejan en una tarde el sueldo que otros ganan en un mes, o en dos, o incluso en tres.  Al final yo sé que en esos establecimientos de ropa tan buena llegas a aguantar tela marinera aunque no lo parezca. Un par de amigas lo han intentado en otras ciudades y me cuentan lo que no está escrito: señoras o señoritas que se prueban todo, que te marean y no se llevan nada; otras que te miran con desprecio aunque tú seas la dueña; y, luego, mucho arreglo que hay que hacer, porque por ese dinero como para no ajustar la ropa a cada clienta. O sea, también es demasiado esclavo al final, tampoco renta.

En fin, que una tienda de moda de ninguna de las maneras, ni por arriba, lo caro, ni por abajo, por lo tirado.

No, no iba a ser ese el negocio que me sacara de esto.   

Así que, sin darle muchas explicaciones a Pablo, a qué contarle y hacerle creer que sé de algo, seguí dando vueltas a otras posibilidades. Y es que él volvió a insistir el año pasado, y eso que hay crisis y el pobre, aunque trabaje en política y tenga el sueldo asegurado, como todos esos, una suerte, anda más apretado y con posibilidad de menos ingresos. Pero, claro,  me está  agradecido el hombre y quiere ayudarme.  Sabe bien que todos los jueves tarde y noche son para él desde hace años, que yo ese día lo reservo de ocho en adelante para salir o quedarnos en casa, lo que quiera. Aunque últimamente ese antiguo “ponte guapa hoy, Mandy, que te recojo y te llevo… ” cada vez es menos frecuente.

(El relato completo "Mandy, Bienestar y Belleza" está aquí si quieres leerlo. Pertenece a la serie Clasificados). 

martes, 7 de febrero de 2012

Mandy, Bienestar y Belleza. Cap. 1 Cambio de trabajo


Falta apenas una hora para la inauguración y estoy hecha un flan, vaya nervios. Vuelvo a revisar todo en el centro, ese negocio por el que tanto he trabajado y en el que he volcado toda mi ilusión hasta ponerlo en marcha, mi sueño.  En orden el recibidor y la sala de espera, el cóctel de bienvenida listo mientras un par de camareros trajinan en la pequeña cocina del fondo a la izquierda. Las tres habitaciones destinadas a tratamientos de cara o cuerpo con los aparatos recién comprados, con sus camillas tan confortables, todo en blanco inmaculado, resplandeciente. A la gente le gusta la limpieza, y al final el blanco es el mejor color. Reúne pulcritud, elegancia y sensación de descanso, justo lo que pretendo.  

Luego la iluminación, me he gastado mucho dinero en ella porque creo que es importante el modo de poder dar luz o quitarla, incluso que ésta pueda adquirir un color, una tonalidad verde, azul o rosa proporcionando distintos ambientes. Todos los focos son, además, graduables. Permiten desde la casi penumbra hasta un sol radiante, como si tuviéramos luz natural, algo que en este local, un bajo con dos sótanos, sin ventanas ni huecos apenas, parecía impensable hace unos meses.

Me decoraron el centro con plantas artificiales, verde en abundancia, por todas partes orquídeas, flores tropicales y helechos falsos que dan color, pero de los que no hay que ocuparse, ni regarlos ni podarlos. Siempre estarán ahí, perfectos.

He cuidado también del olor y escogido el mejor aroma: pequeñas piedras de ámbar envueltas en papel de seda colocadas cerca de los radiadores. Así desprenden una fragancia que te envuelve, un perfume intenso y a la vez discreto.

Para rematar hemos instalado unas fuentes de agua que cae y corre por unos canales en todo el pasillo, a ras del suelo. El rumor de ésta, tan relajante, junto con la música de fondo, que se oye también en todo el centro, suave y sin estridencias, acaban por dar ese tono que quiero para mi negocio y casan bien con el lema de mi establecimiento, ese eslogan  que me sugirió Juanjo, un buen amigo y cliente, publicitario:
“Mandy, Bienestar y Belleza”

Ay, qué nervios tengo ya por la inauguración de este centro. ¿Llegarán muchos o pocos? ¿Vendrán solo los del barrio o de la ciudad entera? ¡Qué ganas de que todo empiece de una vez, qué ganas tengo!

Me voy acercando a los cuarenta años, una edad más que suficiente para abandonar en lo que estoy desde los diecinueve. Tras un tiempo de darle vueltas, se lo comenté primero a Pablo, el hombre en el que más confío en cuanto a apoyo. No por nada, es que él es el más fijo, el permanente, todos los jueves por la tarde viene. Llevamos juntos desde 2007 y me ha cogido cariño. Yo sé que le venía rondando la idea esa de que yo me retirase y me dedicase sólo a él y a nadie más. De hecho, me lo comentó varias veces, me tentó con lo de una tienda.

(El relato entero de "Mandy, Bienestar y Belleza", 1 de la Serie "Clasificados", está aquí si lo quieres...)

sábado, 4 de febrero de 2012

Dama blanca. Línea 3 o amarilla. Sólo una parada (MDMI 8)






Tienes unos ojos casi sin pestañas, las cejas finas y delgadas. Un pelito corto y rizado, pelusa clara, ya te nace bajo el pañuelo que tapa tu cabeza desde que te la afeitaste.

Eres de piel delicada y transparente. Algunas venas azuladas se asoman por el cuello y la frente, dibujan tu craneo.

Tus manos finas y alargadas sujetan el libro que estás leyendo con calma. Pasas una hoja, y luego otra, concentrada.

Pareces una dama medieval salida de una antigua tabla. Y no tendrás más de 30 años.

Eres guapa, muy guapa.

Has vencido al caballero que se presenta sin previo aviso y te reta en duelo. Como Juana de Arco, con armadura tú te has puesto al frente del ejército y has luchado. Él ha retrocedido. Está tocado y se arrastra por el suelo, como un cangrejo, hacia atrás.

Cierras tu libro ahora, te dispones a bajarte. Es tu estación, pero es sólo una parada más en tu viaje.

Y lo vuelvo a decir por lo bajo mientras aprietas el botón para que la puerta del vagón se abra:

"Dama blanca, dama blanca. Tú eres una dama blanca muy valiente y muy guapa".

PS: La foto es de un cuadro de Petrus Christus. "Joven dama", 1470. Gemaldegalerie, Berlin, Alemania.

(Texto perteneciente a "Metro de Madrid informa" que publico de nuevo hoy 4 de febrero, sábado, día Mundial del Cáncer. Con cariño y admiración.)