Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 25 de abril de 2011

De la poda al abono y la muerte

El jardín tiene debates interesantes y posturas encontradas respecto a una gran variedad de temas. El de la poda es uno de ellos. Hay partidarios de podar y otros que tiemblan ante la idea, ya ni cuento lo de quitar un árbol, pecado mortal les parece.

Yo sólo sé que si hubiéramos podado las tuyas antes ahora quizás no estarían tan feas, no sé si las recuperaremos. Los tamarindos están casi secos, pero abrigamos alguna esperanza y vamos a quitar solo las ramas muertas, veremos cómo se comportan los próximos meses. Los chopos crecen muy bien por aquí, incluso demasiado, en cuanto te descuidas nace un chopo pequeño y te lo clavas si andas descalza o te tropiezas con él si no estás atenta. Tienen unas raíces amplias que se van extendiendo a medida que crecen, un problema que amenaza a veces a las piscinas si están cerca. Es un árbol un poco desgarbado, pero agradecido y acogedor. Por él se pasean mirlos, urracas y las tórtolas turcas, divagantes antes y ahora ya residentes. En cambio los colirrojos tizones y los mirlos prefieren el membrillero y otros árboles o arbustos pequeños, el primero incluso el muro blanco que rodea el jardín. Las lavanderas en cambio siempre en la lona de la piscina bebiendo y moviendo la cola. Mi tía tiene un chopo enorme con una colonia de jilgueros de lo más dicharacheros.

¿Qué hacer con un árbol que nace demasiado cerca de otro? ¿Quitarlo? Me da pena. ¿Y los que dan demasiada sombra a un tendedero? Echó abajo Alberto, el de Esperanza, dos cipreses que estaban ya muertos, podó Carlos uno de los que quedaban, vamos a ver si se sostienen los supervivientes.

El jardín de mis padres tiene árboles con troncos muy delgados muchos de ellos y ramas que se extienden arriba, algunos más de ocho metros, dedos largos y huesudos como tallas de Gregorio Fernández de la naturaleza. Luchan por vivir, pero acaban pareciendo chopos y olmos una legión de mendigos flacos como están, desnutridos, hambrientos.

“¿Cuánto tiempo hace que Vdes. no abonan?” Me sentí como en el dentista, mintiendo a Carlos de Mojados, el experto, como cuando te preguntan cuánto tiempo hace que no te haces una limpieza de boca. Por lo visto podemos abonar todavía, no es tarde para ello.

El domingo vimos una cigüeña que se posó al lado de la piscina de mis tíos. Se quedo quieta, muy quieta, nos echó una ojeada desde lejos, luego a lo suyo. Buscaría algún renacuajo seguramente. Así vista me di cuenta del aire tan africano que tiene y por qué les parece tan exótica a los extranjeros.

3 comentarios:

polita dijo...

Veo que sigues con el tema, y me encanta. Te contaré que en Noja no hay año que no quitemos un árbol, o se caiga... Y duele, pero tiene sus compensaciones. Los de alrededor lo agradecen y esponjan, la casa disfruta de más luz durante los frescos días invernales y hace mucha ilusión plantar nuevos ejemplares y ver cómo crecen.

Más besotes!!!

Lola dijo...

El debate de podar siempre ha sido conflictivo en mi casa. Mi madre odia las podas, dice que dejan los árboles como si tuvieran muñones en vez de ramas, y cuando te metes el google earth se ve el jardín más frondoso de la zona. Hace poco tuvieron que podar los chopos porque con el viento uno de ellos cayo sobre el tejado y nos dio miedo de que pudiera caer hacia la casa del vecino y se liara, porque además los vecinos no tienen ni un árbol, han solado prácticamente toda la parcela y les molestan los árboles nuestros. (No entiendo para qué se van a vivir a una urbanización ajardinada gente que odia tanto la naturaleza). La otra poda gorda que recuerdo no la hicimos nosotros, nos la impusieron los otros vecinos que son parecidos, cuando llegaron les molestó que las ramas de uno de nuestros olmos llegaran a su jardín y talaron todo lo que sobresalía.
Los abonos también tienen su historia: cuando nos casamos celebramos alli la boda y el jardinero trató de esmerarse tanto que quemó todo el césped. El día de autos llovió un poco por la mañana y esa tierra abonadísima se esponjó, así que entre las invitadas con sus tacones de aguja y que las mesas iban hundiéndose ni te imaginas...

Bueno, muchos besos y a ver si tenemos oportunidad de coincidir en otra ocasión.


Lola (la de Ridao)

Máster en nubes dijo...

Hola, parienta, ya digo que hay debate, un primo mío (del otro lado, no del tuyo) no es partidario de poda alguna, otra prima acaba con el árbol sin problemas si amenazan los cimientos. Yo no sé, tengo dudas, y para quitar algunos hace falta quorum, por supuesto.

Lola, ya antes de leer tu firma "sabía" que eras tú, que cosas tiene la red que presientes a personas... Lo de los tacones de aguja y el suelo "tierno" me suena... en más bodas me ha pasado, mucha risa porque una mujer andando con un buen tacón en un suelo firme tiene su aquel... pero haciéndolo hundiéndose en la tierra hace gracia... ¿Los olmos se os mantienen? Aquí hubo grafiosis hace años y murieron muchos, ahora quedan otros que son nuevos, me parece, pero están con el maldito hongo -las abolladuras esas- y es como si vieras a un niño con sarampión o varicela, te da mucha pena tanto "granito", dan ganas de rascarle al árbol en las hojas. Nos vemos en mayo o junio, a ver si puede ser...

PS: el día de autos... ¿qué crimen cometiste o cometió Ridao... o ambos a la vez ;-)?