Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

sábado, 31 de julio de 2010

El amor del librero (artesanos siempre) ("¿Conocéis el lugar? Urueña", 3)



Conozco primero a Víctor y luego a Miguel Ángel de la librería Alejandría. Aunque realmente entré primero en “El rincón escrito”, están las dos pared con pared en la muralla, en esa calle larga donde también está el Portalón de Mariví de la que escribiré mañana y la Enoteca, hoy también librería.

Confío siempre en el aire que alguien desprende. Me importa poco quién es ese alguien, de dónde viene, en qué cree o su adscripción religiosa o política. Las amistades antiguas o nuevas superan con creces las etiquetas. Con los libreros de Urueña que he conocido me ocurre inmediatamente, me caen bien a la primera. No es un flechazo, es saber que alguien habla un idioma que entiendes. Ves el amor del artesano, del que no se rinde, del que no desespera aunque desespere. Admiro a la gente que tiene un oficio, pero si encima es librero de los de antes, de los de siempre, me quito el sombrero con reverencia.

Me río con la no-vela de Rafael Torres y Mercedes de “El Rincón escrito”, ese objeto que tienen a manera de greguería casi, una palmatoria con una vela imposible, como la quijada de Caín sujetando libros en un ventanuco fuera. Escucho a Rafael contar anécdotas, me vuelvo a reír. Entre lo surrealista y la tierra su librería tiene tesoritos, esos libros de Enid Blyton entre otros muchos que quise en mi infancia y adolescencia. Tienen de segunda mano y de primera, muchos interesantes, así que compro sin darme cuenta. Mercedes tiene los ojos claros y habla despacio, veo que hay libros que las dos queremos. Me llevo entre otros “84, Charing Cross”, una de las novelas que más me gustan y que de tanto como he prestado siempre acabo por perder. Yo vuelvo a leer lo que me gustó, soy menos de novedad y más de lo que ya disfruté, aunque estoy abierta a novedades, por supuesto. Me sucede como en el cine: siempre el blanco y negro pero con el carnet de los cines Renoir de Madrid, atenta a lo que viene.

Miguel Ángel me dice que él busca libros que no se encuentran. Se me ocurre que le voy a pedir que me localice tres sobre María Blanchard que necesito para documentarme, para escribir sobre ella cuando Dios quiera. Por mí sería mañana, pero tengo que acabar otras cosas primero y no quiero abrir más frentes en este momento.

Me llevo de Alejandría entre otros un libro de piel roja con obras de Lajos Zilahy, esa lectura de la juventud de mis padres, como lo fue Zweig mucho antes de que el Acantilado volviera a publicarlo. Leo apasionada “Mendel, el de los libros” de dicho autor en esa editorial que compro en El rincón. Lo empiezo y acabo en una sobremesa larga en Urueña. Admiro mucho el escribir corto y bien de Zwieg, de Roth, de tantos. La novela corta es un formato que echo de menos y que como lectora agradezco. Tengo la sensación además que no hay que empeñarse en escribir novelas largas por mucho que se lleven, salvo que sea lo que te pide la historia. Tengo la sensación de que no hay que empeñarse en que algo sea o no sea a priori, sólo en vivir y en escribir al ritmo que Dios disponga, el que vaya viniendo.

Eva de Almudí también me acoge. Allí también compro pero menos. Me quedé sin presupuesto el miércoles. Estuvo amabilísima ofreciéndome su librería, su casa, lo que fuera, a la espera de poder bajar con G. a Valladolid el jueves.

Sé que volveré a ver a Eva y a hablar de poesía con ella, como con los demás y a los que no conocí, porque hay más librerías y libreros en Urueña y no pude estar en todas. Aunque es conveniente que yo entre en dichos establecimientos sin dinero y sin tarjeta de crédito.

Veo ya en Valladolid en Oletum el libro de Richard Sennet “El artesano” editado por Anagrama. Sé que lo que dice es cierto, como leo en el breve resumen del boletín número 4 de “Librerías con huella”: la motivación básica de un artesano es lograr un trabajo bien hecho por la simple satisfacción de conseguirlo, esa idea de que el trabajo puede ser algo bueno en sí mismo y no sólo un medio de vida.

Libreros de Urueña, Miguel Ángel, Víctor, Mercedes, Rafael, Eva, artesanos siempre, todo un ejemplo. Vender libros es como escribirlos. O quizás es sólo que a mí me lo parece.

Quiero daros las gracias por estar y seguir, por ser artesanos, tener un oficio al que queréis. Yo sé que nos volveremos a ver.

viernes, 30 de julio de 2010

Esperanza Serrano, caligrafista ("¿Conocéis el lugar? Urueña" 2)



“Tienes un nombre muy bonito”. Esperanza sonríe cuando se lo digo.

En el principio fue el verbo, luego la palabra se hizo carne. Pero la letra, el signo, la grafía, o como se le haya ido llamando, ese trazo hecho en piedra, papiro, piel de animal, tela o papel es siempre importante. Es el comienzo de algo.

Empezar haciendo palotes con una plumilla inclinada a unos 30º en el papel es bueno. Enseña. La tinta es nogalina mezclada con agua, creo, una versión más barata que los tinteros.

“Esperanza, no tengo ni humildad ni paciencia, de monje no tengo nada...” le advierto. Ella calla.

En letras grandes, cuidadas, una caligrafía preciosa, haciendo dos círculos, uno dentro del otro, negro y rojo, una doble leyenda cuelga en la pared del centro E-Lea de Urueña donde nos da las clases.

“Nada funciona excepto aquello a lo que entregamos el alma”
“Nada es seguro excepto lo que arriesgamos”

Dos guías para la vida, dos lemas.

Mi sobrino G. hace los palotes perfectos, Lola también. Yo saco la lengua fuera como cuando era pequeña concentrada en el esfuerzo. No me sale. Utilizo la plantilla que nos ha dado Esperanza, pero me lío y estoy trabajando en los cuadrados de caja alta y no en los de caja baja. Me corrige con paciencia.

Alcuino es la asociación que varios han creado y no paran. ¿La caligrafía interesa tanto? Mucho al parecer, y no es raro. Ese mundo que agoniza, que diría Delibes, quiere ser rescatado, mantenido como un tesoro. Pienso que internet y todo lo que conlleva debería convivir con el libro y la escritura a mano de alguna manera. Creo que todo vale y el pasado más que nada. Somos quienes nos precedieron ... ¿Lo somos? Dios quiera que lo seamos de alguna manera.

Hablé con Esperanza de varios temas. Es una mujer pausada, bibliotecaria entre otras muchas cosas que es. Acaba de hacer estudios de psicoanálisis además, qué interesante. Tiene una tienda en Urueña también bajo el mismo nombre que la asociación. Me encanta Esperanza.

Abecedario. Empiezo por las vocales. Las áes me gustan, las óes me cuestan más, son dos trazos, nada de uno solo. El circulito ese que se hace en dos partes que luego se unen es la base de muchas letras: la p, la q, la d, la b… Si el círculo no me sale, mal vamos.
La g está hecha a mala idea. Y yo tengo que poner "Igea", "Igea", "Igea". Aurora Pimentel Igea, siempre me empeño en el segundo apellido. Con el libro de "Fernanda..." me preguntó el editor que si debía figurar el Igea en la portada. Le dije que aunque fuera largo prefería que apareciera. Es el de mi madre, el mío, sin él, sin ella, nada, ni media.

Espero volver a ver a Esperanza, valga la redundancia.

Tras las letras, la caligrafía cuidada y lenta, ya saldrán las palabras, la frase, el párrafo, el capítulo, un cuento, algo. Volver a empezar como si de una niña se tratara. No sé escribir ya nada. Estoy con la o minúscula, insistiendo, a ver si me sale.

Urueña este verano es "el lugar" por antonomasia. Yo sé que lo es para mí, y no porque lo diga Antonio Colinas en su poema, tan bello, o la sólida muralla , la vista hasta los montes leoneses, las librerías de artesano, las casas o los museos. Ni la iglesia, ni el viento desolador o el sol que abrasa ni, sobre todo ese cielo que ocupa la mayor parte de nuestro horizonte siempre, como en las fotografías de Ortiz Echagüe.

La vida transcurre en Castilla en una línea delgada de tierra, escasa, que nos sustenta bien fuerte mientras vivimos, pero es la eternidad la que nos abraza. Castilla, Urueña, tierra y cielo.

PS: Algunas casas, librerías y establecimientos, de Urueña han sido "caligrafiadas". Sus paredes blancas, amarillentas o color hueso muestran el arte de Alcuino. De verdad hay que ir, no hay nada que se le pueda comparar, nada.


miércoles, 21 de julio de 2010

Urueña (1) ¿Conocéis el lugar?



¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Creo que es aquí en este espacio
donde se inventa la infinitud de los amarillos;
un espacio en el centro del centro de Castilla
en el que nuestros cuerpos podrían sanar para siempre
y tus ojos y mis ojos
mirasen estos páramos
con piedad absoluta
y en donde hasta el espíritu suele arrodillarse
para hacernos su ofrenda
en rosales de sangre.
En este espacio hay un fuego blanco
en el que viene a expirar esa música
que nos llega de lejos, ¡de tan lejos!

¿Conocéis el lugar donde va a morir
las arias de Händel?

Está aquí, en una tierra con más cielo que tierra,
donde los ruiseñores serenan la alameda
y la alameda serena a los ruiseñores,
y con la emanación
húmeda del tomillo más nocturno,
acude un emjanbre de estrellas
a venerar la última espina de Cristo.

En el lugar donde la luz
llora luz,
y la catedral de los cardos
alza su grito de silencio,
y están solas, muy solas, las vírgenes anunciadas,
y el pueblo amurallado y muerto
asciende vivo sobre un horizonte de lágrimas,
no sé si como un salmo
o como una corona de piedras inciertas.

¿Conoceis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?

Está aquí, en el centro del centro de Castilla,
dondo por los linderos morados
se tensa, como un arco, de la luz;
en un espacio en que la nada es todo
y el todo es la nada,
y en el que junio joven viene por los montes
vertiendo de su copa oro líquido.

Es un lugar en el que el espacio y el tiempo
sólo son una hoguera
que arde y que mantiene su combustión
gracias a nuestras vidas (quiero decir:
gracias a nuestras muertes).

La música que más amáis
aquí tiene su tumba.
Es la música que, a través de la respiración de las espigas,
viene a morir en la luz que respiran nuestros pechos.

Antonio Colinas

(Este poema está en la pared de entrada del centro E-lea de Urueña. Voy a dedicar las siguientes entradas a Urueña, Villa del Libro, su gente y rincones. Hoy recomiendo visitar La Taberna del librero )

domingo, 18 de julio de 2010

Business time (algo ligero y fresco, por favor)

Ayer un buen amigo me descubrió al dúo "The flight of Conchords" formado por Bret McKenzie y Jemaine Clement, dos neozelandeses geniales que han actuado primero en Reino Unido y luego en Canadá y Estados Unidos.

Su "Business time" no tiene desperdicio, tanto la versión televisiva como cuando la cantan ellos en directo.

PS: Con el burka seguimos otro día, ¿vale?. Yo creo que no han quedado claras las posiciones y el debate sigue abierto, ejem ;-)



jueves, 15 de julio de 2010

El yelmo del señor conde (de la libertad y otras rarezas)



Sigamos con el burka o con otras cuestiones referentes a la tolerancia y la convivencia.

Yo tengo un tío que es conde que se empeña en ir con su yelmo a todas partes. Era de su bisabuelo y antes de quien llevó el título, así hasta el siglo XIII.
No sé, es tradición familiar quizá, o es lo que ha visto hacer a su abuelo, o también él se ha hecho a eso y le mola ir así.

No, no ha sido impuesto, menudo es mi tío. Todas las mañanas él se pone su yelmo con celada e intenta salir. Se organiza la marimorena, naturalmente.

Mi tío intenta argumentar que es algo de familia de rango abolengo, que los condes iban así de toda la vida de Dios, que es una tradición que no podemos quitarle, que está cómodo y que además lo han hecho desde nuestro común antepasado, Felipe Pimentel, Conde de Benavente, hasta su padre y ahora él, que sigue empeñado y lo hace muy libremente. Es cultural, apela. O al revés, su elección.

Es más.

Hay otros nobles amigos suyos que van disfrazados con antifaz y prendas que les cubren totalmente no en Carnaval, sino durante todo el año, por razones muy diversas: están cómodos, les excita sexualmente, quieren provocar o quieren pasar desapercibidos precisamente.

Es igual.

Lo de menos, en mi opinión, es lo que aleguen o por qué lo hacen, si son nobles, simples excéntricos o están sometidos a una tradición. ME ES INDIFERENTE.

Lo más importante es que en España cuando uno trabaja en una oficina, compra el periódico, va al dentista, habla con el tutor de un hijo, o se monta en un taxi o en un autobús tiene que ir a cara descubierta. Y no porque desconfiemos de los nobles, por poner un ejemplo, o de mi tío el conde, o lo que sea. Tampoco porque pensemos que el casco no es bonito o puede ser “símbolo” de ser un noble venido a menos (o más) –y nos guste o no la nobleza, seamos partidarios o tengamos una opinión al respecto- o sea el yelmo un símbolo de guerra o hasta artístico de valor incalculable: TODO ESO NOS ES INDIFERENTE.

En su casa pueden ir vestidos, desnudos o de Versace, con antifaz o como quieran, pero en público vamos todos con la cara descubierta.

Me es igual lo que represente para unos, otros o quienes sean.

Es simplemente porque los ciudadanos de este país, independientemente de nuestro sexo y de nuestro origen (y de nuestra educación y de nuestra religión y de nuestro lo que sea) vamos todos en público de una manera que se puede reconocer nuestra identidad individual, una persona, una cara, eres quién eres: una persona en público con una identidad reconocible.

A mí no me interesan los derechos de las mujeres. Me interesan los derechos de todas las personas. No tenemos derechos diferentes, tenemos los mismos, hombres y mujeres. No tenemos unas libertades distintas, son las mismas. Y en un espacio común, público, occidental, que se basa –entre otras cosas- en el hecho de que cada persona, hombres y mujeres, tienen los mismos derechos y se presentan en público y tienen una voz, voto, derechos civiles, políticos, etc. no se puede consentir que se alegue que en uso la libertad (no pongas tus sucias manos sobre Mozart, por favor) tengamos que dejar que lleven burka. Como tampoco vamos a dejar, yo no desde luego, que una mujer sea golpeada por un animal aunque ella quiera (caso de Neira, increíble, así estamos…). No. Aunque ella diga, como le dijo una pobre mujer a mi padre cuando paraba al animal de su marido en plena calle en Madrid en los años 60 “Señor, no se meta, en lo suyo pega…”

Yo no creo que la libertad así entendida sea el bien supremo. Más bien es el modo de socavar y acabar con los derechos y las libertades que nos han costado, históricamente, muchos esfuerzos. Occidente es de una cobardía tremenda. Y esconde la cabeza cuando hay problemas. Ayudados también, bien es cierto, por la increíble labor de zapa educativa, cultural, de debilidad mental que hace que las personas crean que la libertad es tener veinte cadenas de televisión, veinte cornflakes diferentes o poder cepillarte a veinte mujeres (u hombres). En eso se ha convertido la libertad. O en hacer el botellón y cuando alguien protesta porque no duerme se le diga que no se enrolla lo suficiente. Lo he leído muy recientemente: no doy crédito.

Esa es la libertad que nos dejan ejercer, la que se vende, se propaga, y se defiende, en eso la hemos convertido. No la libertad de la persona que se posee, para empezar, y no se somete a nadie y tiene una identidad pública, y una dignidad, y no se le deja que renuncie legalmente a ella.

Hablamos mucho, nos quejamos continuamente, se nos va la fuerza por la boca, en tertulias, hasta escribiendo. Somos víctimas siempre de todo, de todos, del Estado, de la empresa, de las circunstancias. Este es un país que parece mentira que descendamos de gente valiente: a menudo somos cobardes, con todas las letras. No decimos “no” por miedo a veces.

“Vd. no puede firmar por su mujer aunque su mujer quiera, su mujer tiene que firmar su declaración de la renta” (En Hacienda hace unos días, un marroquí insistía en que él representaba a su mujer y ponía su firma donde fuera)

“Vd.será lo que sea y no querrá que le atienda una mujer. Pero yo soy doctora y funcionaria y a Vd. le atiendo yo o no le atiende nadie en este hospital, así se muera” (En un hospital público hace unos meses)

“Vd. tendrá su derecho de familia allá de donde viene, pero aquí Vd. acepta nuestras leyes, escolariza a sus hijos, todos, niños y niñas …”

“Vd. será chino, eslavo, latinoamericano, o lo que sea. Pero si quiere vivir aquí tiene que aceptar unas mínimas normas de convivencia que nos hemos dado los españoles”.

“Me parece fenomenal que Vd. rece mirando la Meca, o que sea en una iglesia, o en una sinagoga, o que se funda en el ser universal o crea en la reencarnación o en la nada, que sea agnóstico o ateo. Soy el Estado y ME ES INDIFERENTE qué religión profese Vd. o la que no profese. No estoy en contra, ni a favor, simplemente NO ES MI TEMA.”

Y por eso, cuando se legisla, cuando nos damos leyes, nos da igual que desde tiempo inmemorial los varones Pimentel que heredan el título lleven yelmo o que algunas mujeres musulmanas llevan burka. Pasamos de todo ello, sean unos u otras.

Si Vd. va por la calle tiene que ir con la cara descubierta y aceptar unas mínimas reglas de convivencia. Tampoco permiten al conde lleva una espada arrástrándola por el metro y bien que se empeña. Lo detienen. No, no se pueden portar armas en el metro, es otra imposición contra la libertad individual, ya lo siento.

Mañana, si me apetece, sigo con el mismo tema o con tía Marta, salvo lo que diga un hombre, que siempre merecen todo mi respeto (esto va de coña mariñera).

Estoy pensando en otros atavismos que no entiendo, medievales, por cierto, o anteriores, increíbles, pero ciertos, ¿se puede saber qué hace un rey en pleno siglo XXI? ¿se puede saber por qué un apellido garantiza un puesto en la jefatura del Estado, así, por herencia? Huy, Dios, qué diría mi tío de todo esto.

Del burka y la tolerancia (La cara de las mujeres)



Es posible ser partidaria de las cuotas, de la paridad impuesta legalmente y mediante comisarios variados, y a la vez tolerar el burka como algo cultural que no nos incumbe. Esta es la incoherencia actual que comparten algunas mujeres socialistas seguidas de quien no dice esta boca es mía entre las feministas en España, así como quienes podemos ser acomplejados, no vaya a ser que se nos tache de intolerantes.

No puedo entender cómo es posible que se realicen campañas contra el maltrato bajo el lema “tolerancia cero” y luego se agache la cabeza, quizás para no pensar demasiado, apelando al tema de la tolerancia cultural con el burka, una vestimenta que tapa la identidad personal de quien la porta hasta anularla. Perdón, pero esto no es un tema de si te gusta llevar el pelo en rastas o al cero, ir con pañuelo en la cabeza o vestida de luto. Es un tema de visibilidad pública y negar totalmente la identidad personal de las mujeres que lo llevan, que pasan a ser una sombra, inidentificables, además de estar expuestas, como ya lo han explicado algunas, a problemas graves de salud como la ceguera. La cara de una mujer no se ha hecho para estar tapada, oculta, está hecha para que nos dé el aire y podamos ser vistas y ver con los ojos sin un tejido de por medio, sin asfixiarnos. La cara de las mujeres es la que nos hace que seamos públicamente, y no sólo en privado, Rosa Pérez o Rosaura Bravo. Cuando una mujer deja de ser identificable, y lo somos todas por la cara, pasamos a ser cualquier mujer, en genérico, esto es NADIE.

Luego también se alega que “nosotros también tenemos nuestros burkas”, es decir, nuestros modos de someter a las mujeres. Pues claro, y en eso estamos, en no permitir que un bárbaro golpeé a una mujer, en que ésta aguante sin denunciar, etc. Pero creo yo que no es comparable en líneas generales ni los derechos ni las libertades de los que gozamos en Occidente las mujeres a las que tienen en otros lugares de tradición, por ejemplo, musulmana. Ni en el papel ni en la realidad, en ninguna de los dos lados. No es lo mismo. Y yo no me atrevo a decir que somos mejores, pero sí que nuestro sistema lo es, con todas nuestras contradicciones, nuestros traspiés, nuestras incoherencias a todos los niveles. No es para estar orgullosos de nada, a la vista están los totalitarismos de Europa y otros muchos desastres actuales, pero, por Dios, eso no implica asumir que todo es igual o que todo vale lo mismo y agachar la cabeza con miedo o por falta de seguridad, por pereza o comodidad al fin y al cabo. No es una batalla menor, es una batalla cultural vital en la que nos jugamos algo muy importante: la igualdad de verdad, no las chorradas de las paridades.

Si alguien vive aquí tiene que aceptar unas mínimas reglas del juego que son las que permiten la convivencia y ser ciudadanos y ciudadanas, por muy mal que lo hagamos. Para empezar algo básico que ha costado a muchas mujeres y a muchos hombres mucho esfuerzo: una mujer no es algo que pertenece a nadie. Una mujer puede heredar, puede disponer de sus bienes sin consentimiento de nadie, así como ganarse un salario sin que se lo administre ni intervenga un hombre. Una mujer puede divorciarse, no casarse y desde luego no acepta un matrimonio convenido por sus padres. Un hombre no es el cabeza de familia y comparte la custodia sobre los hijos con la madre. Una mujer no se calla cuando habla un hombre. Una mujer tiene derecho a voto, también a tener voz en la arena pública y en la privada. Una mujer no puede someterse a una operación, -sea por un curandero o por un médico, no es cuestión de higiene-, por mucha tradición cultural que haya, que la deja sin clitoris. Así podríamos seguir. Es tan obvio, tan evidente, que a veces puede costar recordarlo. Cada vez que no prestamos batalla, que cedemos en temas de estos negamos todo lo anterior que no es “mi” derecho o el tuyo nada más, son los derechos de todas, de cada una y cada uno, individuos, personas: irrenunciables.
Por supuesto que hay variedades y que no todos los musulmanes son iguales, pero ¿dónde viven las mujeres con todos esos derechos?, ¿dónde están recortados? Curiosamente es en Occidente, de tradición judeo cristiana, donde hoy tenemos más derechos, ¿será una casualidad? A mí que no me vengan con alianza de civilizaciones en esta materia, no quiero ninguna alianza, quiero lo que se ha ganado a pulso, y no sin batalla, en esta parte de mundo. Y lo quiero para todas las mujeres que viven aquí en España.

Luego se puede escribir del harén en plan romántico, pero, por Dios, ¿dónde estamos? ¿Nadie va a decir que el rey está desnudo? ¿Es posible que asistamos a la parida de la paridad, de las cuotas, y ,de paso, callarse ante barbaridades que amenazan con instalarse en nuestro país? Ni el acuerdo de voluntades en esta materia, como en otras, es reconocimiento de la bondad de algo o fuente de la legalidad. El duelo a la puerta del cementerio era una costumbre y se prohibió, como el ser esclavo de alguien, por mucho que el esclavo aceptara, o, en su caso, el motín de Esquilache, la gente no podía ir embozada.

No se puede vivir sin tener una identidad pública, una cara. Eso, entre otras muchas cosas que no podemos permitir porque está en juego algo más que la tolerancia, son las libertades y derechos ganados a pulso. Parece mentira que no caigamos en algo tan elemental, tan básico.

sábado, 3 de julio de 2010

¿Dónde está Luisa?


Todos los veranos me acuerdo especialmente de Luisa, mi hermana.

Ella nació en un mes de mucho calor y murió en primavera, una madrugada de Jueves Santo a los treinta y tres años. Luisa era Síndrome de Down, la pequeña de la casa. La llamábamos “la niña” en familia, también por su nombre, aunque mi padre también le decía Tachán a veces.

Hace unos meses me enviaron una foto en la que aparecemos mis hermanos Juan, Paco y yo en aquel verano de 1968 en Villa Maitena, la casa de mis tíos en San Sebastián. Mi sobrino Javier al ver esa imagen en blanco y negro preguntó inmediatamente “Y Luisa, ¿dónde estaba?” Es curioso, porque Javier flotaba todavía en la tripa de su madre, mi cuñada, cuando Luisa pasó a los brazos del Padre Eterno y de su padre, que se le adelantó unos años. No llegó a conocerla el niño, no la vio jamás y, sin embargo, es también para él alguien que estuvo y sigue estando presente.Tiene Javier un sexto sentido para preguntar siempre cosas interesantes.

Sí, ahí estamos los tres hermanos, Juan, Paco y yo, acogidos por mis tíos y mis primos Guerrero Igea, nadando en Yoldi por la mañana. Tres niños bien, con sus mocasines y sus trajes blancos en un verano lechoso llevando una vida confortable, segura, cálida. Ahora ya es imposible labrarse un pasado revolucionario o alternativo, qué le vamos a hacer.

Mientras tanto, mis padres en Madrid, sudando. Acababa de nacer nuestra hermana Luisa.

Como dice mi hermano Juan, la foto es buena no por lo que dice, sino por lo que calla que, como siempre, es lo más importante.

jueves, 1 de julio de 2010

Deja que hablen (Aire)



Mira que vivimos en una ciudad grande donde millones de demonios y ángeles cruzan todos los días las calles, entran en los bares, van a la oficina o a clase y vuelven para besar a sus hijos, abrazar a su mujer o a sus padres. También hay quienes cenan y duermen de cualquier modo y en cualquier parte, no pegan ojo hasta bien entrada la madrugada. Tienen un insomnio constante.

Por eso, por favor, te pido que no te enfades por los comentarios que hacen de si tú te quedaste una noche o si yo me paso demasiado tarde por tu casa. O las cábalas sobre qué ocurre, qué resorte saltó o salta, si me buscas tú o soy yo la que te anda buscando.

De verdad, da igual. Hay que dejar que la gente hable.

Por mi parte te diré que me hace gracia. “No hace más que mirarle". “No hay un día que falte para visitarle”. “Está siempre ahí, como la funeraria”. O que me pregunten “oye, ¿a ti que te pasa que te vas riendo sola?”, que me digan “escribes con otro aire”, “te pones al mundo por montera y a los demás que les den aire”.

Pues eso, aire: que corra. Más aire, mucho más, hace falta.

Mientras tanto tú y yo a lo nuestro, dando un pasito o sin darlo. ¿Qué más dará? No hace falta llegar a ninguna parte. Y es agradable vivir en braille, a tientas, explorándonos.

Vamos a pensar los dos que no hay cotillas, ni cobardes, ni envidiosos, ni celosos, nadie de ese pelaje. Solo personas buenas a quienes les encanta que en el segundo interior o en el quinto a la derecha según se sale haya una lágrima menos o una soledad no tan grande. Por eso, más que nada, hablan.

Y los que se hacen cruces o se escandalizan, que ladren. Déjales que ladren.

25 de octubre de 2009.