Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 17 de noviembre de 2009

De la muerte a los arrebatos de Haddock (y 2)


Se moría tu abuelo e ibas a ver su cadáver, se velaba en casa a los difuntos, tu madre se ponía luto unos meses. También no hacían más que nacer niños en algunas familias. Era así todo más muerte y más vida, más de muchas cosas importantes pese a que teníamos mucho menos de lo material. Y todo ello estaba más integrado, menos en compartimentos, y a la vez todo más subterráneo también. Mucho se llevaba por dentro y quizás menos por fuera, para mal a veces, para bien otras creo. Quizás  todo esto es un vago recuerdo que yo tengo, una interpretación personal, pudiera ser.


Leer y sumergirnos en otras vidas, a veces con desgracias, humedades y tristezas varias, mientras las nuestras o las de nuestras familias pasaban a nuestro lado discretamente a menudo, era el modo en que aprendíamos a pasar a la edad adulta. Por eso algunos padres y  profesores nos animaban tanto a leer. Era un modo también de hacernos mayores, de madurar sin escondernos, de aprender a dar la cara donde hay que darla primero y antes: por dentro, ante uno mismo. La lectura no sustituía a la vida, era parte fundamental de vivir y aprender a hacerlo de la mano de una comunidad de gente que jamás conoceríamos, todos esos personajes de los libros que leíamos.

En mi familia para equilibrar esa sombra del ciprés tan alargada -junto con el estilo remordimiento castellano de los muebles de casa de mi abuela en Valladolid, algo que marca-, contamos con la inestimable ayuda de Tintín, esos tomos de lomo entelado de Editorial Juventud. Con el rubio reportero y, sobre todo con Haddock, se superaban tristezas producto más de la lectura que vitales. A los 15 años puedes ser incombustible: se sufre pero se remonta mejor, creo. También vencí varias tandas de anginas y gripes que te dejaban ligeramente baja. Mejor que la Bristaciclina era Hergé. 

"Tonneliere de Brest" es una de las chocantes expresiones de Haddock en sus arrebatos. Le llaman a casa preguntando por la carnicería Sanzot, le inventan un affaire con la Castafiore,  antes le tenía ese malvado de Alan metido en el barco preso y alcoholizado. Cuando le cae la fortuna aquella  acoge a todo quisque en Moulinsart:  a Tornasol que está para que lo encierren, a Serafín Latón, bueno pero pelmazo que le quiere vender siempre un seguro, etc. Haddock era un tipo excelente al que había que comprender. Con  él te morías de risa cada vez que decía especie de ballibouzu, beduino y otros adjetivos y epítetos memorables. Me hacía, me hace, muchísima gracia. 

Disfruté con el más mínimo de los personajes de Tintín, sabios o científicos,  marineros y soldados, los indios de todo tipo, esos moros. Son preciosos los dibujos de coches, cohetes, casas, automóviles, uniformes, paisajes, tan cuidado cada pequeño detalle, tan documentado, que da gloria. Los incas, el yeti, el vuelo 747 para Sydney tan inquietante, los cigarros del faraón, esa China del loto azul, las latas de cangrejo que ocultaban droga. Imborrable todo de nuevo. 

A mi Tintín me ha hecho muy feliz y todavía me lo hace. ¿Tristeza? ¿Melancolía? ¿Cansancio? Te coges un Tintín y algo se va. Sale  barato, como pasaba en la juventud y en la infancia. Leer no cura nada serio ,pero te pone a menudo en otras vidas que no son la tuya. Por eso funciona tan bien: sales de ti y a la vez no te escapas de ti, corazón, cabeza y alma al leer, la soledad de frente y al lado siempre. Creo que por eso puede costar a veces leer,  estás solo con el texto, tú y lo que tienes dentro, y el texto con todo  lo que  éste tenga y que cambia a menudo. Lo que lees no dice siempre lo mismo, o quizás no eres tú el mismo. No hay más que tú y el texto, y eso da miedo a veces.

10 comentarios:

sarracena infiel dijo...

A mi Hergé me lo descubrió mi tío Rodrigo, hermano de mi madre; también, a Astérix y Obelix.

De Tintín, me quedo con Castafiore, por opulenta, abigarrada e incomprendida; y con Hernández y Fernández, un poco desastrados, un poco simples, siempre equivocado y a varios pasos por detrás de Tintín.

De Astériz y Obelix, con el perro (no recuerdo su nombre) cuya confianza en sí mismo le hace verse y comportarse como un perro grande y con el Bardo, pobrecillo, convencido de sus dotes, empeñado en compartir su "arte".

Con ellos aprendimos historia, compartimos risas, tristezas y aventuras.

Y, sí, es cierto, a salir de nuestro pequeño mundo, para ver que había otro, mucho más grande, abierto, posible y a nueswtro alcance, esperando a que llegaramos...

Y hoy, cuando vuelves, es un poco volver a tu casa, a ver a tus viejos amigos..

Nota: es cierto, no es ironía, soy MUCHO más joven que la hedbanna nada pastoril; somos d ela misma década, aunque ell entrará ANTES que yo en otra edad madura. Sólo por si alguien creyó que era una broma.

lolo dijo...

Hoy tendría que haber cogido un subrayador virtual; es para pararse esta entrada.

Más interioridad, y en la interioridad quedaba también la muerte, aunque hubiera luto por fuera que lo recordaba. Para que no se olvidara por dentro.

Tal vez el tener menos, menos y distinto en lo material hizo ahondar más en lo que vivíamos, o leíamos. Es más difícil mirar despacio, leer despacio, disfrutar despacio, soñar despacio cuando tantas cosas distraen.

Nosotras no leímos a Tintin. Eramos una pandilla de coletas con lazos más tipo Celia, que en fin...

Nota: no hace falta que hable de mi otra edad madura...ya se ve que sí, que yo he llegado antes.

Juanma dijo...

Lo mismo que se lee, efectivamente, no siempre dice lo mismo. Cuánta riqueza hay en un buen libro, ¿verdad?

Este viernes, en "La Radio de los Blogueros" (si no hay cambio de planes), hablamos en la tertulia sobre libros. El Manteca, por tanto, escribirá su columna sobre literatura.

Besos.

Capitán dijo...

Cierto, Tintín abría mundos inmensos y nuevos, llenos de aventuras, es una maravilla.

Un abrazo

Capitán dijo...

Por cierto, me haces volver a la infancia con felicidad y melancolía, gracias.

Anónimo dijo...

http://hotelkafka.com/

Máster en nubes dijo...

Pepa, lo de la Castafiore te viene al pelo, me acuerdo de tu escalera con libros por todas partes, con los perros siempre hacen una casa acogedora. Un abrazo.

Lolo, gracias, el tema es que algunas tristezas o problemas en familia se vivían sin hablar mucho de ellas, y mientras leías de otras tristezas y problemas, dos mundos paralelos a veces que se conectaban en tu cabeza. Un abrazo para esa Celia, me gustaban ella y Cuchifritín.

Juanma, ya sabes lo que me gusta el Manteca, espero a leerle y si estoy en Sevilla ¿se le oye por la radio o por dónde se le oye más allá de su blog?

Gracias Capitán, la melancolía es también una forma ligera de cierta felicidad al recordar. Un abrazo.

mafalda dijo...

Banda sonora impecable, Máster!

Máster en nubes dijo...

Mafalda, CSNY eran lo más, ya pondré más de ellos, me encantan ¿se habrán muerto ya? esta pregunta es para matarme...

mafalda dijo...

Snif, snif! :)