Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 27 de abril de 2009

Craic y descanso


Acabó el corto viaje a Dublín ayer.

Pena, penita, pena. Habrá que volver, claro. Es lo bueno de haber dejado el tour literario por pubs para otra ocasión. Tenía que coger el avión y me coincidía con la misa del domingo, lo dejé para la próxima vez. Siempre dejo algo pendiente, porque me descuido, pero también aposta, para tener una, dos o tres buenas razones para volver a los lugares. A las personas y a los libros también.

Lo mejor de Irlanda son los irlandeses, así dicho en general, como si les conociera a todos.

Y luego ya en especial poetas y escritores apasionantes, soy Wildeana a tope, ya sé que suena algo decadente pero me encanta. Wilde, también Yeats y Newman, ¿se permite el eclecticismo, por favor? Vaya retrato de Newman tan bonito en la National Gallery, le han pintado como si estuviese sordo, con esa mano en la oreja de los ancianos. Luego también actores fascinantes, siempre interesantes.

Y hasta esos tipos de pub tan variados, unos pinta de poca cosa, el típico irlandes flaquito, con facha de jockey, mirada burlona y guasa, ligan por el interés que ponen los tíos, y por las risas. La próxima vez quiero ir a las carreras de caballos y a las de galgos, dos aficiones muy irlandesas.

Y luego hay otros tipos más grandes, pinta de estibadores de puerto, ya con esa barriga cervecera -joé qué capacidad para beber tienen estos tipos, los flacos y éstos, todos-.

Y luego más, muchos más, sobre todos esos músicos, vaya pedazo de músicos que tiene este país, guitarra, violín, banjo y esas voces rotas, tan auténticas. tan reales.

Este país es lo que es, real pese a los tópicos, con feos, con viejos, con gordos, con borrachos, con poetas, ese es su atractivo, su realidad, sobre la que se ha construido el tópico. Lo que ofrecen los irlandeses es realidad.

La mezcla de edades y tipos distintos en los pubs donde nunca te sientes fuera de ambiente es de las cosas más agradables a mi entender.

Y lo peor el tiempo.

Pero nada ni nadie es perfecto, y si Irlanda tuviese un tiempo agradable sería uno de esos paraísos terrenales que acaban siendo insoportables.

Gracias a ese tiempo tienen esos jardines verdes y tan inmensos como Phoenix Garden, a ver si la próxima vez lo podemos andar y no mirar desde los cristales de un autobús mientras llueve y llueve.

A pesar del tiempo las irlandesas se acicalan y salen con palabra de honor o tirantitos y sandalias los viernes y sábados por la noche. Te parece encantador aunque pronosticas un alto nivel de cistitis y enfriamientos.

Aprovechamos el sábado para una excursión al castillo de Malahide, al centro de interpretación de la batalla de Boyne y a Howth, llovía y soplaba el viento de lo lindo, pero al llegar a Dublín lucía el sol.

Tomamos una cerveza en el International Pub, caoba a tope con el humillo que se quedó pegado de cuando dejaban fumar. Un pub sin grasilla ni un poco de suciedad no es un pub que se precie a mi entender.

El viernes volvimos al Gogarty, pero el sábado nos retiramos a casa a beber con menos ruido y ya no pintas, sino un vino australiano que no estaba mal.

No, ney, never, no more... que dice una de las canciones más típicas de los pubs, será para mí sí, por supuesto, siempre y alguna vez por favor... quiero volver a Dublín (y recorrer Irlanda del Norte, volver de nuevo a Beara, viajar también a condados de dulce nombre como Mayo y más, mucho más).

Especialmente en tan buena compañia. Pepa es como comenta, directa y divertida, su marido se da un cierto aire al Capitán Hadock pero en joven y sin decir "pedazo de Xhhgg", ambos muy fáciles para convivir. Han soportado que me comiera el bote común (como el doble que ellos, ay) y que les hiciera perderse dos veces en el mismo sitio, eso sí, con mucha seguridad.

Nota: Craic quiere decir juega, diversión, bebiendo habitualmente pero con música también. Y no puedo poner blanco. Pero quiere decir Irlanda ;-)

sábado, 25 de abril de 2009

Oh sister

(Enviado por mi hermano Juan, como estoy de vacaciones, y no he escrito nada, se lo cuelgo y se lo agradezco mucho, claro está)

Un 17 de abril con retraso, nadie es tan puntual como tú, nadie tan rápida y cumplida. Pendiente de todos y cada uno de tus hermanos, que son más de los que dicen los genes. Una vez te retraté:
“Adopto perros, acojo a maltrechos y me gustaría debutar en Broadway”

Lo primero ya es plural, lo segundo consta a cualquiera. Tratándose de ti, no me extrañaría verte cumplir tu deseo cualquier día en un musical. Déjame fabular con el género. Ha de ser algo dificilito. Lo tengo: una historia irlandesa pero de amor y lujo (¿?).

Tu ilusión recuerda a la infancia, un tiempo de bailarines y grandes coreógrafos. Te veo ahora en las nubes, un sitio digno de ti, donde habitas con frecuencia, para qué negarlo, hermana. Suerte que tienes: como bien sabes (a estas alturas lo sabemos todos) la tierra es un elemento áspero y mundano.

También estás en El Boalo, en esa casa por la que habrán desfilado ya las siete tribus de Israel, los descendientes de Sem y los de Cam, los filisteos, los etíopes y los hititas; parados, funcionarios, agnósticos, argentinos, primos, expertos en marketing, profesores, alumnos, funambulistas, cocineros, rentistas, ¿Quién más? Ah sí, transportistas, muchos transportistas. No importa, todos tienen plato en tu mesa, a todos bendices con tu sonrisa.

Tu generosidad no conoce frontera. Ojalá sigas paseando por las nubes largos años y sigas invitándonos a ver las cosas desde las alturas. Tú sola encarnas la palabra más bella: fraternidad.

jueves, 23 de abril de 2009

Lluvia, tiendas de discos y una sacerdotisa


Llueve sin parar, así que la vuelta mañanera por Temple Bar ha sido pasada por agua. Calada hasta comprar un paraguas. Temple Bar es una zona de pubs y algunas tiendas renovada en cierta manera de modo reciente. Me recuerda un poco a Fuencarral, se da un aire. Echo un vistazo para ver dónde podemos ir esta noche en busca del craic, música y buen ambiente.

Recorrí primero Dame Street y luego me metí por Fleet Street y volví en sentido contrario hasta el hotel, un paseo no muy largo porque un cliente me tuvo media mañana trabajando a distancia para él, cosas del trabajo a destajo, esa es la parte mala.

Paré en una tienda de discos como de las antiguas y me quedé allí refugiada y fascinada. Todavía hay gente que compra discos, de esos de vinilo, de los antiguos. Qué recuerdos de adolescencia. Mi padre con aquel disco de Serrat cantando a Machado, morado y naranja. Mi hermano Juan con aquel de Supertramp de "Crisis, what crisis". Christopher Croce, por supuesto los Beatles, y luego mi amado James Taylor. Y Crosby, Still, Nash and Young, otro disco memorable de mi adolescencia.

Salí de la tienda y pensé que quería rezar un poco. Ya sé que se puede rezar andando, pero entre que llovía y tenía frío busqué el refugio de una iglesia. La Iglesia es un refugio en sí también. Di con la de Christchurch, ya cerca del hotel, donde ponía que había misa a las 12.45, bueno misa no, Eucaristía. Pasé a la capilla con una señora muy amable que me habló del servicio y caí en la cuenta de que era anglicana. Pues nada, a la misa anglicana. Entran unos italianos también y se quedan. Hoy San Jorge no está mal tener una misa anglicana en vista de que es el patrón de los ingleses. Entran tres indígenas, o sea, los del lugar, uno me hace la broma "What a lovely day, isn't it?". Me río.

Y de repente, tras hacernos pasar al altar donde nos sentamos como si fuésemos los canónigos de la catedral, aparece el sacerdote. Que es una sacerdote. O sacerdotisa, no sé cómo se dice. La misa casi igual que la católica, liturgia de la palabra y de la eucaristía, oraciones muy similares, tenemos el rito 2 del Common Prayer Book. Se lee la carta de San Pablo a Timoteo. Luego comulgamos en las 2 especies y nos damos la paz al final.

Salgo, tengo frío y me voy al hotel y me echo una siesta de pijama y orinal y sueño con Crosby, Still, Nash & Young. Y mis dos hermanos con el pelo largo, qué tiempos.

miércoles, 22 de abril de 2009

Geografías


“En dos horas en el aeropuerto con ropa de verano”. A mediados de los 80, cuando todavía no existía Internet, estuve dos años en Canadá y los “billetes de último minuto” se cogían en el aeropuerto. No sabías donde podías acabar, pero los canadienses, en mitad de un invierno que hay que vivirlo para creerlo, viajaban a veces así, sin reserva, todo en el último minuto. Y salía bien. Acababas en México o República Dominicana, quizás en Florida, en mitad del helador febrero. Si había suerte, tenías un billete baratito y a la aventura.

Me gusta viajar. Sin planificar nada, como los canadienses. Esa llamada de última hora de alguien que te dice “¿Y si cogemos el coche y nos vamos?”. Carretera y manta, uno de los planes mejores, si no es en temporada alta sueles encontrar sitio, y eso de no saber dónde vas a acabar, limitándonos al territorio nacional, tiene su aquel porque España está llena de sitios preciosos y nunca, nunca, la acabas de conocer.

También es interesante planear el viaje, mejor dicho, organizarlo con tiempo: leer algo del sitio donde vas, ponerte en antecedentes a través de la literatura, no tanto de las guías de viajes, bucear en Internet buscando información sobre el lugar en cuestión. No me gusta saber qué voy a hacer, pero sí me gusta contar con información del lugar, saber algo con anticipación. Yo lo llamo “tener recursos” y se ríen mucho algunos amigos porque reúno datos, restaurantes, sitios a visitar y demás en una carpeta muy organizada que suele acabar en el fondo del coche sin que nadie la preste atención.

Me gusta viajar en compañía, no hay color, pero reconozco que viajar sola también tiene su puntito. Viajar sola en países ricos es viajar sobre seguro, nunca he tenido miedo.

Ocurre como en otras ocasiones que los compañeros de viaje son fundamentales y ahí casi mejor seguir tu instinto, te puedes llevar bien con gente muy distinta, y creo que sólo el afán de la compra me saca de mis casillas, lo demás es muy adaptable a con quién vas.

Necesito dejar cosas por hacer en cada viaje, no cubrirlo todo, sino dejar huecos. A veces un viaje se salda en toda una tarde en un café mirando a la gente. No tengo prisa y sé que, como los libros y las personas, siempre hay que tener algo como pendiente para volver a ellos, a ellas, también a los lugares.

No me importan los cambios de última hora. Se rompió el ferry de vuelta de Irlanda hace 3 años, estaba con 3 adolescentes, nos avisaron sólo con 24 horas de anticipación y ni me inmuté. Un percance en un país rico y con una Visa en el bolsillo no es un percance, nunca pasa nada. Salvo el tema de salud, que no hay nada que se compare a la Seguridad Social española, eso sí. Pero lo demás siempre sabes que vas a salir adelante.

Cuando no sé muy bien qué hacer me gusta viajar, me sirve para pensar. Estoy en Dublín, mañana llega Pepa con su marido. Me hubiera encantado que hubieran venido Sunsi, Ana, Manolo, se lo dije a varios amigos y no pudo ser. Pero habrá otras ocasiones, seguro. Yo viajo bastante. Y también me instalo largas temporadas en sitios que me gustan, como Irlanda, Galicia. Es una ventaja de trabajar a destajo o de ser free lance, la palabra bonita para no tener jefe, ni sueldo, pero sí más libertad.

Estos últimos meses me ha cambiado el mapa. Lo cambié ya en octubre y he tenido que cambiar otra vez. Lo sé, los mapas no son la realidad que es más rica, sólo una representación de ésta, siempre inabarcable.

Un tsunami barrió una playa cercana, tan bonita, dejando desolación y mucha tristeza y, también, otro mapa cambiado. Ayer se sonreía un amigo cuando se lo explicaba: “ya sé que soy una romántica, pero necesito ver que hay gente que se quiere toda la vida, lo necesito precisamente porque estoy sola y me encanta ver parejas que se quieren para siempre”.

Da pena ver que una pareja se rompe, quisieras apoyar y a la vez respetas mucho el espacio que cada uno necesita ahora, pero desde luego no quieres que una persona a la que has querido mucho, como si fuera tu hermana, desaparezca de tu vida. Y junto a todo este torbellino la pérdida de una referencia geográfica más, vital para mí como eran los dos.

Me gustan los viajes, los lugares nuevos y los ya conocidos. Y necesito mapas, yo no tengo una brújula dentro constante como algunos amigos.

martes, 21 de abril de 2009

Empatía global, discriminación positiva y terapia hecha o en curso


A raíz del comentario de Ana ante la casi seguro poco caritativa entrada de ayer me he quedado pensando. Sí, Ana tiene razón y todos tenemos algo de malo y bueno, de listo y tonto, sin duda alguna, y de todo el mundo se puede y debe aprender, de eso estoy segura. Pero todo ello no obsta para tener cierto cuidado con lo que mi amiga y excolega A. me contó una noche y que apodaba como la teoría de la empatía global.

A. es una morena de rompe y rasga, 31 años, curranta como la que más, y, sobre todo, buena. Pues eso, como es buena, pues le ocurre como les pasa a muchas mujeres buenas: que tiene una gran capacidad de comprensión de las circunstancias ajenas, de todas en general, pero de las masculinas en particular. Esa empatía global hace a veces que una entienda no lo que hay que entender –que es mucho, por supuesto-, sino lo que no hay que entender de ningún modo. “Pobre, tiene mucho trabajo”, “Pobre, claro, no ha tenido tiempo”, “Pobre, claro, se le habrá pasado X o Y”, “Pobre, claro…" Siempre es pobre, muy pobre. Paupérrimo. Y ese pobre te acaba tratando mal.

Y así ocurre que las más buenas entre las buenas son a veces tratadas de una forma que no corresponde: días sin saber de un hombre, hombres que te piden dinero (literal), que pasan de ti siete pueblos, faltas de respeto desde el inicio, etc. Y, en cambio, las mujeres que tratan a patadas, pero a patadas, tienen siempre algún sujeto suspirando por sus huesos. Sé que ocurre al contrario igual porque tengo amigos y me dicen que a las mujeres los que nos gustan son los que nos tratan mal.

Así que pasa en los dos lados.Algunas veces la cosa se presta hasta a la exhibición de la "víctima", él o ella: cuánto sufro, qué mala o malo eres, cuánto te amo y qué poco caso me haces. Así que al mal tipo o mala mujer se le une a veces una mujer o un hombre que en el machaque encuentran una vía perfecta para la queja pública, la exhibición y hasta una coartada para la creación literaria. Ya se sabe que el machaque ajeno (aunque es fundamentalmente propio) renta una barbaridad literariamente hablando. Los buenos amores son discretos y quizás por eso menos literarios.

Pero sigamos con la teoría de la empatía global. Esta no es aplicable solo a las relaciones hombre y mujer. Ha hecho mucho daño, pero mucho, en otros ámbitos. “Pobrecito alumno, mira, claro, sus circunstancias, y tal y cual”. Aprobado. Luego el que más se queja –como los hombres … y como las mujeres- es el que se lleva el gato al agua. El que no llora... en fin, ya se sabe.

En economía ha hecho estragos: por empatía global estamos manteniendo con nuestros impuestos -3 a 4 meses al año de trabajo- a gente que no quiere trabajar, mientras gente que quiere trabajar se las ve y se las desea. No quiero poner ejemplos autonómicos, pero son de libro.

La teoría de la empatía global tiene su canción “We’re the World, we’re the children” de Michael Jackson, una cantinela que nos impide ver que hay gente no sé si más digna de ser amada –todos los somos- pero desde luego más fácil de serlo. Y de ser ayudada, promocionada, recompensada, calificada en examen, etc. No: no todos somos iguales, ni de coña lo somos. Y no es un tema de nacimiento, sino precisamente de mérito habitualmente, de esfuerzo, de ganas también. Hay gente más lista, más buena, con más capacidad, con mejores dotes o habilidades, que estudió más, lo que sea. O simplemente más educada. Una cosa es negar el saludo y otra cosa tratar a todos igual: no.

He trabajado en cooperación al desarrollo y puedo decir también que la empatía global aplicada sin sentido común sirve para que se llenen los bolsillos gobernantes y gente de pocos escrúpulos y sigan sin comer, sin educación y sin trabajo aquellos a los que pensamos que ayudamos. Lo he visto y lo veo.

La empatía está bien, pero no puede ser global ni, sobre todo, indiscriminada.

De igual forma que no creo en la discriminación positiva en eso del género – en empresas, en política, ya se que muchas amigas mías sí, pero yo no, me espanta- creo en cambio que a la hora de sentir empatía y compasión a la hora de las relaciones personales hay que discernir quién la merece y quién no la merece con una sencilla regla quizás injusta: no la merece quien te trata mal. Sí la merece, y toda, quien te trata bien. En relaciones afectivas, y ahí iba algo de mi entrada de ayer, lo tengo todavía más claro: creo que hay que tratar bien a quienes te tratan bien para empezar. Que no se debe tratar igual a quienes te tratan mal. Es más, no hay que dejar entrar a nadie en la vida de una, de uno, si, para empezar, no ves un buen trato desde el principio. Suena pragmático y poco cristiano, pero me es igual. Si una trata bien lo mínimo que espera es la reciprocidad al menos al inicio.

Efectivamente no se puede juzgar quién es bueno y quién es malo, Dios nos libre. En eso Ana tenía razón. Y seguramente, o no, una persona tiene mil razones para, pongo por ejemplo, ser mal educado, dejarte en la estacada, no llamar, alzarte la voz, ser roña, desconfiado, malhumorado, etc.etc. en el inicio de una amistad, de una relación. Sin duda alguna la vida es muy dura para … todos. Para algunos más, lo sé. Pero lo siento mucho: no voy a pagar un precio que no me corresponde. Porque si una trata bien a quien te trata mal lo que estás haciendo es premiar el mal comportamiento y discriminar en negativo a los que son agradables, buenos, cariñosos, con detalles, alegres, compasivos, con ganas de hacer las cosas bien, etc.

Y eso es una injusticia y, en teoría de juegos, un auténtico desastre.

Todo en esta vida, o muchas cosas, acaban siendo un juego de cooperación. Y desde pequeños tenemos que saber que hay que cooperar y al que no coopera no se le dará un billete gratis (teoría del free rider, otro día lo explico) salvo que quieras que siga viajando gratis, claro.

Otro tema. De casa se sale llorado y con la terapia hecha a ser posible. Nuestros amigos, cuando ya lo son, nos escuchan rollos macabeos y no pasa nada. Con los recién llegados hay que tener un poquito de tacto. Creo que nadie si está mentalmente sano debe echar sobre los hombros de una mujer o de un hombre que acaba de conocer las frustraciones que acumuló en una o 200 relaciones anteriores salvo si quiere alejar a esa persona de su vida. O si quiere que aquello acabe siendo otra cosa, no una amistad o relación. Personalmente no creo que una mora quite la mancha de otra, pienso que es un error, pero hay escuelas diversas y tienen muchos seguidores. Soy partidaria de que en soledad se aprenden muchas cosas, muchas, entre otras a querer de verdad la compañía, pero no cualquier compañía. A quererla como esa persona es, como lo que esa persona te ofrece por si misma, y por supuesto que con todo su equipaje y circunstancias, faltaría más. Pero no como si fueras una "solución" a nadie; los parches son de sor virginia, aunque es más recomendable un psicoterapeuta, hay compasiones que matan y las ayudas profesionales que las tiene que dar eso, un profesional.

Empatía sí, con quien demuestra tenerla. Tratar bien siempre y a tope, pero no a quien te trata mal al inicio: huir antes de que sea demasiado tarde. Discriminación positiva siempre a favor de los que son amables, encantadores, alegres, etc. etc. Y la terapia en curso o ya realizada.

PS: Pasión Vega canta hoy en Madrid. Lo siento, no es lo mismo cantar así(o como Susan Boyle), que ser una o un cantamañanas,. Pero corren malos tiempos para reconocer que no todos somos iguales. Y que no pasa nada.

lunes, 20 de abril de 2009

De buenos a mejores / El ángel implacable




Caí el otro día. Mejor dicho, me hizo caer en la cuenta una amiga. "No he salido con ningún tonto ni con ningún malo", me contaba. "Y no porque yo sea lista" me decía Teresa, "sino porque no me gustan los tontos, los malos".

Mi amiga hizo bien en precisar.

Hay personas que no ponen peros a los tontos, es algo secundario. Algunos tontos o cortitas incluso tienen hasta su público y encanto, su gracia. No digamos ya los malos o las malas que ejercen una atracción atávica, algo a veces patológico.

Hay mujeres que le perdonan todo a un tonto si tiene una buena cuenta corriente, lo he visto. Y hombres que aunque la tía sea mala como Cruella de Vil, si está como un tren cierran los ojos (es un decir). Ocurre.

Seguimos con la cerveza pero me quedé con la copla. De vuelta a casa conduciendo pensé que me pasaba lo mismo que a Teresa pero todavía mejor: con todos mis amigos, con todas mis amigas.

Todos son de buenos a mejores. Uf.

Hombre, conocer, pues sí, claro. Trabajando siempre se conoce a tontos y a malos. Como las meigas, haylas. Debe de ser entonces un ángel que me protege porque creo que no elegimos tanto ni en la amistad ni en el afecto ni en casi nada. Y no ha sucedido nunca: ni malas, ni tontos, ni malos, ni tontas. Sin duda es el ángel ese protector.

Es cierto que creo que detrás de muchos malos lo que hay es personas que no les quieren, o que no saben que son queridos mucho por Alguien que nunca les deja de querer. Saberse querido de modo incondicional puede a veces ayudar a no ser tan malo, a serlo menos.

Lo del tonto o tonta en cambio es más complicado, aunque quizás no: con pocas luces si eres un poco bueno la tontería se nota menos, pasa desapercibida casi.

Y creo entender por qué no he dado con malos y tontos de la amistad para arriba. Ya sé lo que pasa: sin querer los espanto, las espanto y muy rápido, tan rápido como tecleo, no les doy ni tiempo a tentarse la ropa.

Es un tema de impulso, rapidez y mucha falta de paciencia. No estoy nada entrenada y se nota. Y ya no puedo aprender, soy muy mayor. Voy a aprender otras cosas pero esa ya no.

Así que esa rapidez e impaciencia, que no deja de ser un defecto evidente, actúa aquí en positivo, qué gracia: un potente repelente que no es que me haga detectar a malos o tontos, es que los alejo sin intención siquiera, porque les suelto un mandoble verbal posiblemente antes de tiempo. Que quizás no es antes, ahora caigo: es en el tiempo justo que evita males peores.

O mejor, ya tengo a quien echarle la culpa: el ángel ese me hace dar un mandoble, zas. Es un ángel implacable.

Y huyen despavoridos o aterradas.

A lo mejor no es el ángel bueno sino el malo, puede ser, pero me es igual. Es un ángel del Señor al fin y al cabo.

Echo la vista atrás y caigo en la cuenta: he conocido a tontos, tontas, malos y malas pero no han pasado nunca la línea de meros "conocidos". Dios mío, el mandoble ese...

Hablé ayer con un amigo tras hacerlo con su mujer. La inteligencia es siempre muy atractiva, pero ya mezclada con la bondad a raudales en tiempos difíciles es que ni Sean Connery o la Sharon Stone que se pusieran delante.

Los vi así, impresionantes. Lo son. Los dos.

Y luego dicen que cuando dices "qué bueno es fulanito, fulanita" es como si les faltara atractivo, como algo para consolarse de una falta de algo. Ni de broma: es todo lo contrario.

La belleza es el resplador de la verdad. Y la verdad es el bien.

El mal es siempre una mentira, la que sea.

Los malos, las malas, los y las miserables, canallas, lejos, muy lejos.

Que los aguanten otras u otros.

Viva la falta de paciencia. La recomiendo vivamente. No es tan mala a veces, de verdad.

Los amigos siempre de buenos a mejores, por favor.

PS: Y educados, espléndidos, generosos. Muda estoy. Hay señores.


PS2: Me dice el ángel implacable que tiene muchos otros amigos también ángeles implacables -aquí los veis jugando a las cartas todos- y que buscan trabajo. Por caridad, dádselo.

domingo, 19 de abril de 2009

El Ángel de la Partida






Ven, querida, acurrúcate en el calor y a mi sombra y sentirás menos el dolor de la partida, la tensión y tristeza, y esa luz que ya se adivina cegadora y a la que temes.

Aquí en la penumbra de tu sueño, cada vez más cansada, yo velo por ti, también por tus seres queridos. Puedes dormir un rato más y abandonarte segura de que tu casa está bajo la señal de mi Señor.

Yo, su enviado, el Angel de la Partida, me he instalado ya y os guardo, me siento debajo de la mesa del comedor, estoy en el fregadero, entre los juguetes de tus hijos, tras la mampara de la ducha o en dormitorio. Todo tu hogar y los tuyos son ya mi territorio, os custodio a todos pero, en especial, a ti.

Refúgiate como otras madres han hecho en mí para pasar este duro tránsito, esa puerta que comienza a hacerse angosta, ahí dónde reside no sólo el temor ante lo desconocido sino la pena de ir dejando poco a poco a quienes has dado la vida, con quien la has compartido y tanto amas.

Yo sé bien que es eso lo que más te cuesta, no tanto el miedo a pasar la puerta sino el desgarro por la separación de quienes has traído al mundo, de quien te ayudó a hacerlo.

Descansa en mi hombro, llora sobre mí, no pasa nada, llora.

Siente conmigo que todo lo que te rodea está en manos de Dios y que El vela por todo, hasta en el dolor y las lágrimas. El te sostendrá y amará hasta el último aliento, yo soy solo un Enviado para recordártelo a ti y a los tuyos.

Yo, el Ángel de la Partida, estoy contigo y cumpliré mi misión como siempre hago.

Estoy en cada abrazo que te dan tus hijos, tus amigas, la gente que quieres, abrazos ya suavecitos quizás, estás agotada, mi ser sin peso se deja sentir en las manos de quienes te acariciarán y en las tuyas.

Pobres ángeles nosotros, no nos tocamos y sólo podemos colarnos, espíritus puros como somos, entre los dedos de los humanos, ahí en esa caricia que tu pides o das estoy yo, me muevo, incluso me instalo para que tu puedas respirar paz y serenidad, una dulce y triste alegría de ese calor que da sentirse querida mediante el tacto.

Pide que te acaricien, acaricia tú, en el tacto viajo y extiendo mi protección sobre quienes se tocan con amor, les inspiro para que te den justo ese calor que tú necesitas, esa palabra o ese silencio.

Estoy también en los besos, todos los ángeles nos deslizamos en muchos besos de amor, vivimos de la energía que desprenden, y a ella volvemos en cada beso de tus hijos, en los de tu marido.

Pídeselo sin vergüenza: besadme más, lo necesito.

Ellos sabrán hacerlo, pero a veces, qué te voy a decir, a algunos hombres y a algunos niños hay que recordarles que os besen.

Las mujeres, como los ángeles, percibís mejor las necesidades del espíritu, también las del cuerpo, y muchas no necesitáis ni que os pidan un beso para darlo, pero es eso, os parecéis más a nosotros en esto: con todo sois un intelecto que viaja más rápido en algunos recorridos, sólo en algunos.

Yo, El Angel de la Partida, resido también en las sonrisas, en esas que cuesta tanto esbozar ahora. Lo entiendo.

Pero me crezco en las risas que seguro tu hijo pequeño sigue teniendo, esas risas inconscientes, preciosas, del eterno instante en que viven los niños. En esa risa, en esa carcajada del hoy en que viven los niños, yo sé que soy más fuerte, que mi Señor es más poderosos, y puedo cobijarte a ti, mi niña, mucho mejor. Que tu hijo pequeño se ría más y yo podré hacer mucho mejor mi trabajo.

En la sonrisa de tu hija mayor y en la de tu hijo, preadolescente, también estoy. Cada vez que sonríen yo puedo darte más calor por dentro, mas serenidad, más paz, y así me resulta más fácil mi misión.

Y el más importante. Si tu marido te besa, te abraza, te acaricia y te sonríe, con esa cara de guasa que de vez en cuando pone, ten por seguro que mi misión como Angel de la Partida contigo y en tu casa tiene esa piedra angular que él tan bien conoce.

En cualquier caso Yo, el Angel de la Partida, me he instalado ya en tu hogar, he levantado mi tienda y cumpliré la misión que el Señor me ha encomendado, aunque toda ayuda es bienvenida.

Haré caso también a las dulces recomendaciones que mi Señora, la Virgen, me hizo antes de partir.

Ella es Madre ¿sabes?

Como tú tuvo 9 meses de embarazo, dio a luz, amamantó, cuidó, cambió pañales y vio crecer. Y como tú ama a su Hijo, como tú quieres a los tuyos: infinitamente.

Si toda madre sabe lo que es ser madre, mucho más ella.

Aunque no se fía del todo de mí, su enviado, asexuado como soy, hay cosas que sólo una mujer puede decir a otra.

En mi próxima carta te las haré saber: escribí todo para que no se me olvidara.

viernes, 17 de abril de 2009

Dios, Hacienda y los cabritos (con Viggo Mortensen al fondo)




Uf, difícil esto, relacionar a Dios, nuestro Señor, el Encargao, que diría Driver, con el Ministerio de Hacienda. Acabo de recibir el borrador del IRPF, y claro, pasa lo que pasa, extrañas asociaciones de ideas. Pero lo de los cabritos no va por donde se piensa, no.

Creo que es muy normal encararse con Dios, vamos, que pasa mucho ante los desastres continuos, discontinuos, personales y, sobre todo, mundiales. Pasa por temporadas, por días, por años y vidas enteras a veces. "Tío, si existieras, no hubiera pasado esto", "Si fueras bueno", "Si fueras todopoderoso", "Tú me darías, me escucharías" "Tú harías".

Es humano creo yo. Jesús Cotta lo esboza mil veces mejor, para qué decir algo que otros insinuan tan bien y con tan pocas palabras, maestro.

Vayamos pues al Ministerio de Hacienda, esa torva institución que recauda para que luego se distribuya entre quienes más lo necesitan de acuerdo a la sabiduría de nuestros gobernantes.

Es tan hábil la labor que durante décadas han hecho para convencernos de la bondad de los impuestos que una puede acabar pensando que Dios es como el Ministerio de Hacienda: quita más a quien más tiene, reparte de acuerdo a un humano sentido de justicia distributiva, etc. Digo ya en esta tierra. Y claro, esa visión de justicia distributiva está, creo, lejos de Dios.

Es curioso, nadie se pregunta por qué le toca la loteria, pero tampoco esos ojos azules (más allá de la genética), o esa facilidad para el alemán, tampoco nos preguntamos por qué nos caen otros regalos y dones que no vemos o apreciamos. Sólo nos preguntamos por qué nos cae lo que consideramos malo. Y miramos al de al lado. Y como nos descuidemos saltamos como fieras. Y no para preguntarnos con sorpresa o hasta alegría qué narices hago yo con esos 200 francos que se me dan cada día, como en La Leyenda del Santo Bebedor de Roth: como 3 veces, trabajo en algo que quiero, naces en un país con posibles, etc., etc.. Sino, ay, por qué fulanito tiene esa mujer, ese hombre, ese trabajo, esa gracia, ese dinero, esa casa, esos hijo o esa rara habilidad. O gusta tantísimo a las mujeres, o es tan naturalmente bueno o tiene tantos amigos, es igual.

En otros casos es peor: no es que nos guste lo suyo, eso es hasta natural y humano. Es como que nos chivamos al maestro, vamos con una queja o cantinela, como el hermano del hijo pródigo podemos llegar a ser. "Pero, Dios, ¿no ves que ese tío es ... y tú le das..?." Algunas personas quisieran ser el Ministerio de Hacienda, qué horror. Pero afortunadamente estamos todos en manos de Dios y no en las de ningún gobernante real o con aspiraciones a Consejero de Dios.

Con perdón, cabrea profundamente el cabrito, valga la redundancia, que se mata en celebración de alguien que se llega a considerar de algún modo peor que nosotros, nada merecedor de algo, por lo menos no antes que nosotros, o no en lo que consideramos que es nuestro lugar.

Y otras veces además, es que matan el cabrito y se lo dan ¡cuando a nuestros ojos no está todavía nada arrepentido! Dios no tiene ni pajolera idea de lo que se hace, vamos. ¡Cuánto arrepentimiento ajeno, que no propio, se busca, se pretende, no por la Gloria de Dios o el bien de las personas, sino como una extraña forma de reconocimiento propio! Ahora, majo, eres bueno como yo lo soy, ahora puedes ya tener tu cabrito. Joé, de verdad, se puede ser de traca a veces.
Y alucinas porque es mucho peor, es decir, es mejor, mucho mejor. A Dios gracias.

Dios, nuestro Padre, mata un cabrito, mil cabritos, porque le sale de sus santos... güitos. Bueno, no. Dios no es hombre, así que esto sobra. La idea: todos los días se matan cabritos para que gente muy diversa se lo pase en grande. Y eso fastidia mucho no a Dios, que es infinitamente bueno y elige ese cabrito que cada uno necesita, y que en estos momentos puede estar bastante ocupado con lo de Palestina, un niño enfermito, o un hombre a quien no le hace ni caso la mujer a la que adora.

Dios no sé si está contento o no, con nosotros o con cada uno, pero hala, venga a matar cabritos por sus hijos, para sus hijas: pródigos, no pródigos, veinte o cuarenta y ocho años, arrepentidos o nada arrepentidas. Dios mata cabritos todos los días. De hecho entregó ya lo que más quería por nosotros, por todos nosotros. Entrego a su Hijo. Y ya está. Ya está hecho. Ya.

No estoy hablando de injusticias producto de la actividad humana, creo que ahí sí que hay que rebelarse y que nos fastidie por dentro de verdad. Y trabajar, eso sobre todo. Estoy hablando de regalos reales, de dones naturales y de otras cosas también que caen a unos y otros y porque sí. Y que a veces pueden movernos a una tonta rebeldía o provocar como un leve fastidio. Esta persona tiene un carácter envidiable, esta otra es guapa de morirse, este tiene la suerte de caer bien o ha sacado las oposiciones a la primera cuando ha estudiado menos que yo. O tiene lelo a un tío, cuando yo, yo sí y no ella, haría feliz, pongamos por caso, a Viggo Mortensen, y no esa novia que se ha buscado. Esto último me ha salido del alma, me parece totalmente incomprensible y una injusticia de tomo y lomo, pero lo acepto, malamente, qué le voy a hacer.

Todos los santos días hay cabrito en la mesa, en muchas mesas, no sólo en aquella del que se envidia, no sólo en la del que se arrepiente o no a nuestros ojos. Va de otra cosa esto, creo. Y pienso que desde luego no hay cabrito en la del que no goza y mucho por y en el bien propio y ajeno. En esa no hay cabrito solo porque no se es capaz de verlo.

El Ministerio de Hacienda tiene también mucho que ver con el sentido puritano de la vida, de orden y concierto. Si te portas bien Dios te premiará con esto y con lo otro. No fumes y no tendrás cáncer. Haz deporte y llegarás a una vejez en condiciones. Si estás gordo es porque comes lo que no debes. Qué aburrimiento y qué estupidez. La enfermedad, el dolor, el fracaso o el error parecen ser así siempre consecuencia directa o culpa de nuestro mal comportamiento. Que si fuéramos buenos, uf, tendríamos de todo y ya. Vamos, hombre, a otro perro con ese hueso. Hay veces que sí y veces que no. Esto no es "We're the world, we're the children" de Michael Jackson, por Dios.

Creo que ser católico o poeta -algunos ambas cosas- significa tener ojos para ver el desastre y la alegría, las dos. Sólo ellos pueden ver esto con el corazón. El desastre primero de lo que es uno por dentro y el desastre de las desgracias no sólo que le caen a uno -faltaría más, cada uno tiene las suyas - sino las que les caen a los demás y com-padecerse con ellos: eso es sensibilidad de verdad, ver penas ajenas, para las propias no hace falta mucha, ya las sentimos.

Pero también es sensibilidad alegrarse de corazón con el bien ajeno, allá donde esté, por pequeño que sea. A veces es un rastro de bien. Otras puede revestirse de extrañas formas que pueden parecer escandalosas, pecaminosas. Pero casi todo necesita de una mirada de amor, de comprensión, intentar ver más allá de lo que parece siempre.

Ser poeta, ser católico, es no entender la mayoría de las veces absolutamente nada, quedarse totalmente perplejo por mucha fe que se tenga y con una permanente cara de idiota. Ni siquiera es "aceptar" el mal -no creo nada en la resignación en el sentido tradicional del término- sino intentar seguir adelante haciendo lo que se puede. Sintiéndose inmerecidamente redimidos siempre y regalados. Llamados a compartir no por generosidad siquiera, porque es lo natural . Y también, y por lo mismo, alentados para disfrutar en el banquete de la vida y los muchos dones que se ponen encima de la mesa, a pesar de la que cae, que a menudo es de órdago a la grande. Va por épocas, pero a todos nos toca.

O llorando por las esquinas a veces, vale, pero por Dios, sin buscar una respuesta ordenada, totalizadora, integradora, una sola, puñetera y fácil respuesta que nos libre de una vez por todas de nuestras preguntas, de nuestras incoherencias y nos muestre un mundo feliz a lo Huxley, la publicidad o la televisión.

Personalmente prefiero la duda y hasta la negación a la estupidez y la frivolidad de la simplicidad, que no de la sencillez.

Por cierto, hablando de simplicidades, creo en la felicidad. Creo en un moderado sentido de la felicidad, único ámbito en el que los resultados de esa moderada felicidad no vienen precisamente por la vía de la moderación de vida, la verdad.

Aurea mediocritas. Pues claro: saber que una no hará casi nada bien, se equivocará las más de las veces, acertará otras -por supuesto- y que no pasa nunca nada, ni cuando sí ni cuando no.
En esa falta de moderación y de prudencia al vivir está la limitación, la moderación o hasta la pobreza de los resultados, por supuesto, que son eso, mediocres. Porque así suele salir todo, mediopensionista y sin acabar, deshilachado. Y en esa aurea mediocritas está a veces la felicidad: cuando algunas cosas importantes salen mal, otras regular y otras, muy poco importantes, muy bien. Pero nada sale como una soñó ni deseó jamás, ni como pide a menudo. Casi nada. ¿Y qué? Ya sabrá el Encargao lo que se hace.

Hacienda está mandando ya los borradores del IRPF, hay muchos que están mal, pero en cualquier caso cuando pagamos es que algo ganamos. Algo. No es un consuelo y no he defraudado al fisco en mi vida, sean justos o injustos los impuestos. Al final sabes que siempre algo ganas. Porque te retienen sabes que estás ganando.

Buen finde, nos vemos el lunes, es un decir.

PS: Hoy, 17 de Abril, es mi cumpleaños y el de Suso Ares. Por favor, felicitadnos. A mí me hace mucha ilusión, a Suso no tengo ni idea, asumo que también. Soy descarada, me encanta pedir, que me regalen y regalar, y sentirme siempre eso, regalada y agradecida.

jueves, 16 de abril de 2009

Envidias tontas



Siempre prefiero pensar que detrás de todos los pecados capitales lo que hay es una falta de sentirse querido, real o falsa, una necesidad de cariño muy humana que de alguna manera sale por peteneras.

Casi todo pecado tiene su forma de ternura, creo yo.

Por eso pienso que en la envidia a menudo hay una persona que quiere que la quieran a ella, que la presten atención, y que siente que ese cariño o atención que se presta a otro, a otra, es como si se lo robaran a él o a ella de alguna forma.

Como si la luz que arrojan o atraen algunas personas hiciera sombra a la que cada uno tiene o atrae.

Creo que nadie estamos a salvo. Yo desde luego no. Y se pueden tener las envidias más estúpidas y peregrinas.

De pequeña envidiaba a las niñas que se rompían una pierna, un brazo, por eso de que la escayola molaba un montón. Venían al colegio recién puesta la escayola y hala, todas te firmaban y te ponian tonterías. Pero yo no me rompía nada ni esquiando. Y eso que siempre lo hice fatal, pero, mierda, si me caía, que era continuamente, aquello no acababa con un hueso roto. Había que saber esquiar realmente bien para romperse algo de verdad y que te pusieran la envidiada escayola para que ésta se llenara de firmas, dibujitos y cosas cariñosas.

Hay que tener cuidado con la envidia, especialmente con la que deriva no en sentirte mal sino en querer el mal. Y puede pasar.

España no funciona bien por muchas razones, entre otras porque en vez de una "sana envidia" que nos lleve a reconocer primero lo bueno que tienen los demás y, en segundo lugar, a emularlos, a intentar hacer nosotros algo bueno, empezamos por negar la mayor, el simple reconocimiento. En algún caso se puede reconocer por fuera, pero por dentro se minimiza, se niega, se desprecia.

Se dedica mucho tiempo a mirar el cesped del vecino y no a pensar en la estupenda hierba que una tiene a poco que la riegue. Porque todos tenemos una hierba muy buena, y si no es hierba, son árboles, o flores, o un jardin zen o mediterraneo, lo que sea. Todo el mundo tiene su jardín que es estupendo. Y más: "hierba que está para ti no hay vaca que se la coma", que dice el refrán indio. Pues eso, tranquilos. Hay hierba, cariño, para todos, y si hay una hierba específica para ti, ninguna vaca (o toro) se la va a llevar... a no ser que estés pendiente de otros prados, de otros cercados.

Si es un rico habrá robado, si es una guapa será tonta, si es un buen escritor, tirará a cursi, atormentado o se mirará el ombligo, si tiene una bitácora con éxito, ay, y encima está contento con el invento, entonces ¿qué se piensa del autor o de la autora? No tengo la menor idea pero seguro que cosas curiosas y un tanto peregrinas.

En el fondo todo es muy humano: porque la riqueza es estupenda, la belleza también, escribir bien una gozada y tener un blog con lo que cada uno, o los demás, consideran éxito, otro placer inmenso, como tener amigos es la mayor de las alegrías.

Y estamos hechos todos nosotros para los placeres, para lo bueno. Que yo sepa ni la pobreza, ni la fealdad, ni lo mal hecho o la soledad atraen, sino que repelen. Y en esa atracción que se siente por lo bueno uno puede pasarlo muy bien y alegrarse, reconociendo lo bueno y deseando aquello para nosotros ¿qué hay de malo en ello? O, por el contrario, mal y negando la mayor -no es tan rico, no es tan guapo, no escribe tan bien, no tiene tantos amigos...- a menudo de modo interno, ni siquiera externo, cantaría mucho y la gente no es tonta, nos llamarían envidiosos...

A mí, que he envidiado hasta escayolas y piernas rotas, tiene delito, todo me parece muy bien y muy humano. Todo menos la mala leche y las ganas de fastidiar que no suelen ir de frente, sino de lado. Entiendo muy bien hasta ese sentido del ridículo tan español como la envidia, esa cosa que nos impide atrevernos a hacer las cosas por temor a si nos salen mal o simplemente regular, por lo que pensarán otros, por si se reirán de nosotros: desde abrir un blog hasta llamar a una chica. De todo hay.

De frente solo van los hombres y las mujeres buenas.

Honradamente creo que ese es el problema de la envidia, no tanto el no reconocer lo bueno como bueno, minimizarlo, o, en su caso, pensar que lo que le dan a otro te lo quitan a ti. En todo ello veo a un hombre o a una mujer que pide ternura. El problema de la envidia no es el movimiento interno, tan humano, que dice, aunque no lo diga abiertamente, "queredme un poco, eh", "que estoy aquí", "que yo también".

Todo eso se quita con un achuchón: hoy en día nos achuchamos poco y se nota. Hay mucha hambre de achuchón y en algunos casos de achuchón del sexo contrario, más claro, agua.

Lo terrible de la envidia es la puñalada trapera de, por poner un ejemplo, un anónimo con simple y llana mala leche, que tira a dar a quien puede dar porque es más sensible.

Esto se da mucho más, con otras variaciones, en ambientes ilustrados, supuestamente ilustrados, que en otros. En la universidad, en la cultura. Ríete tú de la empresa, joé con la intelectualidad y la envidia.


La foto es de Sangre de Oda y está colgada en http://www.flickr.com/photos/sangre_de_oda/91616602/

miércoles, 15 de abril de 2009

Vd. se merece una cachorrita boxer



Es Vd. una madre de familia, tiene hijos, y sabe que ya no puede negarse a la vieja petición de todo niño que se precie:" mamá, quiero un perro".

Vd., querida amiga, se merece una boxer. Tana, cuatro meses, hará las delicias de sus hijos, los perseguirá para que se bañen, les mordisqueará sus tobillos y hará mil delicias más de cachorra a cachorro: entre ellos se entienden fenomenal, créame.

Madre de familia, incluso sufrido padre, os merecéis una boxer con la que entretener a vuestros hijos y, sobre todo, con la que agotarles. Os puedo asegurar que no hay infante que no caiga rendido en su camita tras 3 horas de entrenamiento con Tana. No en vano se llaman boxer, ellos son sus sparrings, los agotará. Dejadles a ellos solos con la perrita, que la sigan, la persigan, que intenten dominarla. A las 9 tendréis a vuestros retoños en sus camitas exhaustos, ko, y vosotros podréis disfrutar de unas horas a solas, solos.

Pero quizás su caso es otro. Quizás Vd. es un hombre deseando ampliar su círculo de amistades fundamentalmente femeninas, así dicho en general. Tana ofrece efectividad y discreción a un coste muy bajo comparados con otros variados servicios.

No busque más, tener esta perrita es la solución. No tiene idea Vd. de lo que se liga con ella, todas las mujeres -de 18 a no pongamos edad- caen presas de su encanto: "pero ¡qué rica!, ¡qué guapa es! ¿y cuántos meses dices que tiene?" Se lo aseguro: su vida sentimental mejorará, será Vd. mucho más interesante (todavía, quiero decir) y tendrá un tema de conversación para romper el hielo. No todo el mundo puede ser un donjuan así a la primera, quizás necesita un pequeño pero decisivo empujoncito inicial o final ¡ánimo!

Una boxerita es a la vez un signo de ternura muy varonil que aporta a un hombre, no sé cómo decirlo, ese aire de protección respecto a "otro" ser vivo que tanto gusta a las mujeres y, a la vez, esa decidida y atractiva independencia: un hombre y su perro (o perra) también son un canto a la libertad, "qué tío, que macho, vive solo -y sólo- con una perra". Tener un perro, una perra, hace que esa eterna contradicción que buscan algunas mujeres en los hombres se cumpla: o sea, ser una cosa y la contraria a la vez.

Las mujeres caerán rendidas a sus pies a poco de conocerle, y, aunque no sepan o recuerden su nombre -un pequeño detalle sin importancia- , sabrán que es el dueño de Tana, la inolvidable cachorra de 4 meses. Su reputación crecerá, su encanto también. El resto, naturalmente, depende de Vd. No se le puede fiar todo a la dulce cachorrita, pero la perrita le abrira el camino, puede estar seguro.

Pero quizás no es ni madre o padre de familia ni ese hombre tranquilo pero abierto, ejem, a nuevas relaciones. Quizás es Vd. una mujer que vive sola, trabaja mucho y tiene independencia económica y una cierta afición al Elle, a la Visa y a las tiendas: es de las que se pone todo o casi todo lo que gana encima. Las hay. Tana hará todo lo que Vd. siempre deseó: poder comprar sin remordimientos.

Tana acabará con sus mejores zapatos, esas sandalias que guardaba como oro en paño porque lo costaron un pastón, o aquel pijama de seda ideal de la muerte, o aquel jersey que tanto gustito daba ponérselo. Una boxer es una perfecta snob y le gustan los mejores materiales, irá a por ellos sin que sepa por qué, como si la hubiese entrenado una estilista de Prada. Es justo la disculpa que Vd. necesitaba: Tana facilitará esas nuevas compras, será esa imprescindible ayuda para reponer el aramario sin que se sienta culpable. Habrá destrozado sin compasión sus mejores prendas y todo con una mirada entre complicidad e inocencia. ¡Qué rica!

Es más, querida amiga solitaria, sea Vd. o no adicta a las compras, reconózcalo: hay días en los que se añora cierta compañía masculina digamos que más permanente. Días duros ¿eh?, pasa en la mejores familias, tranquila, guapa. Tana con sus ronquidos -como un señor de Murcia, como un tío con eternas vegetaciones, como un fumador empedernido de celtas cortos sin filtro, como Paco Rabal y Juan Luis Galiardos pero juntos- le recordará dulce pero muy insistentemente que la convivencia con otro ser humano de sexo masculino superados los 25 años -no de convivencia, sino de edad del susodicho sujeto- tiene indudables ventajas que no hace falta recordar pero, en general e increscendo con la edad y otros hábitos, un gran inconveniente sobre el que las novelas de amor pasan de puntillas como si tal cosa: el del ronquido. De esto no habla nadie, ni Shakespeare, ni Salinas, ni Machado, nadie. Pues de esto deberían haber hablado también ¿no?, que luego no se sabe a lo que se va.

Permitame recordarle que a Tana Vd. la podrá echar siempre del dormitorio, pero que al "otro" Vd. no debería hacerlo nunca, no es nada bonito y además no se dejan.

La cachorrita servirá de útil llamada de atención para que así Vd. mire la posibilidad de una pareja potencial de modo más frío y desapasionado, no tan idealista como algunas imaginan. Un baño de potencial realidad que tantas veces necesitan algunas mujeres. Imagínese los ronquidos de Tana multiplicado a veces hasta por tres y eso todos los santos días. Si a pesar de la imagen Vd. sigue empeñada, erre que erre, en general o en particular, en afianzar la convivencia, adelante: cuando es de verdad el amor, incluso con ronquidos, es estupendo, para qué vamos a decir otra cosa. Pero Tana le habrá ayudado a tomar una decisión u otra con cierto conocimiento de causa.

¿Enfila Vd. la jubilación? Tana es la solución. No tendrá un momento de ansiada paz, correrá todo el día de un sitio para otro, no le hará falta ni gimnasio ni mus. Le aseguro: no se aburrirá Vd. Y si es la mujer del futuro jubilado no lo piense 2 veces: Tana le tendrá ocupadísimo.

¿Joven recién independizado? Tana es tu pasaporte a una vida realmente adulta compuesta no sólo de pagar un piso aún con gastos compartidos. Será la compañera ideal para las fiestas de vuestro piso, se os va a llenar de chicas todas encantadas con la perrita. Hacedme caso, una cachorra de 4 meses y boxer es una atracción como otra cualquiera.

¿Solitario o ermitaña y con ganas de seguir así? ¿Perseguido por las facturas quizás? ¿Deseando acabar esa tarea, novela o lo que sea y no le dejan en paz ? Tana podrá preservar su intimidad al saltar a cada nuevo visitante de su casa. Hará huir a los carteros, familias, novias, ex-mujeres y cobradores en general.

Ponga una cachorrita de boxer en su vida y no se arrepentirá, se lo aseguro. Saltando es una campeona, deslizándose tan cariñosa -cualquiera adivina que "eso" es cariño -tras una verja para tirar al visitante que huye despavorido es una auténtica maravilla.

Querido solitario, estimada ermitaña: Vd. también necesita a Tana. Hágame caso.

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En fin.

No la regalo, no la vendo, y no podemos ya vivir sin ella.

Pero tanto Olimpia, mi perra adulta, mil leches y educada de protectora (otros vendrán que buena me harán, qué refrán más cierto) no podemos más y nos preguntamos si podremos vivir con ella, nos está costando mucho educarla.

Y mi familia y amigos también. Estamos, todos, un poco agotados.

Es la verdad. Y son solo 4 meses ¡lo que nos queda!

Vd. se merece una boxer, creame.


Yo no estoy muy segura de que me la merezca, la verdad. Dios mío ¿qué he hecho, en qué te he contristado? Respóndeme.

PS: La foto de Tana no es del tamaño actual, es cuando llegó con 2 meses. Ya pondré otra, es que estoy muy cansada y me tengo que ir a dormir, no puedo más.

martes, 14 de abril de 2009

Lo malo del vino bueno




El vino bueno tiene solo una cosa mala.

Lo tengo comprobado. Me regalan vino estupendo. "¿Llevamos algo para comer?, ¿Necesitas el postre, aperitivos, algo?" Casi siempre digo que no porque suelo tenerlo todo preparado y cubierto. Y si te traen comida a menudo sobra y estás comiendo restos un par de días, me horroriza tirar nada de comer.

En cambio el vino siempre viene bien, así que digo que vino. Gracias a eso en mi casa casi siempre hay buen vino (es un decir, ejem).

Me encanta el vino tinto, no es que el blanco me disguste, para verano y algunos platos está estupendo, pero soy bebedora de vino tinto. Rosados y claretes lo mismo, estupendos para el verano, pero son otra cosa.

Tinto preferentemente en compañía, me da terror beber sola, lo vi en Canadá y en otros países, la gente bebe sola y eso es malísimo para el cuerpo y el espíritu, para todo.

Beber es conversar.

Una mala sustitución es llamar a alguien por teléfono si estás sola y quieres beber, o escribir o comentar en el blog, pero no deja de ser una mala sustitución nada recomendable. Especialmente lo segundo. Si a la rapidez y precipitación habitual de teclear llena de faltas se le suma el alcohol el resultado puede ser bochornoso. Y como dicen algunos "eres lo que escribes". Uf, no, no, mejor si escribes no bebas o viceversa que luego lo que escribes es el desastre que eres.

Vino siempre al comer y cenar o, al menos, con algo en el estómago.

No me he emborrachado jamás. No es control, el cuerpo me rechaza automáticamente el alcohol como otras cosas en cuanto empieza a sentarme mal. Pero en alguna boda el cocktail que precede a la cena y que te pilla sedienta puede ser mortal si no logras alcanzar el canapé o la gamba: bebes sin darte cuenta de tanta sed que tienes y al sentarte a la mesa estás ya para el arrastre, no tienes el punto ni estás ya graciosa, simplemente te mueres de sueño, mala cosa.

Lo malo del vino bueno es una sola cosa.

Se acaba.

Se acaba prontísimo.

Más rápido que un vino medianillo.

Te lo bebes rápido, en un pis-pas, plaf. Cae 1, caen 2, caen 3 botellas en una comida y ese cálculo de media por persona se va al garete.

Y si estás sola y abres la botella pese a la teoría de que no se debe beber sola -las teorías están para romperlas de vez en cuando- te sorprendes el jueves finalizando una botella que abriste el martes.

Es lo que tiene el vino bueno: que se bebe antes, que apetece más, que una copa no te basta y quieres otra y otra. Y que no eres consciente de que se acaba, tan contenta estás bebiéndolo.

Pues eso, a ver si cogéis la indirecta: que se me ha acabado el vino y que este sábado me subáis más, que seremos muchos.

Y que aunque suelo tener, esta vez no tengo, se me acabó, me lo bebí, nos los bebimos.

Es lo malo del buen vino.

Que se bebe mucho más rápido y mejor que el mediocre o el simplemente malo. Sin darte cuenta. Aunque hoy no hay casi vinos malos en España, esa es la verdad. Así que entre los buenos y los mejores los últimos se acaban, ay, antes.

Pero aunque duela esa rapidez puestos a elegir entre lo bueno y lo mejor, siempre lo mejor.

lunes, 13 de abril de 2009

Cuerpo y resurección. Y 2)



Parece mentira que gente tan lista y tan sensible no caiga en la cuenta. El sexo está en todas partes, donde está y donde no querrías que estuviera o no lo esperas. Si sólo lo buscas donde está, lo pierdes una y otra vez. Si no lo reconoces en otras partes y no te ríes de ello también te lo pierdes o te lías.

El cuerpo es también enfermedad, dolor, estría, kilo de más (o de menos, ay), caspa, sudor, mocos y fiebre, piel que se descuelga, decadencia, borrachera y qué mal me encuentro o qué bien. En todo ello hay belleza y desde luego humanidad. Quien lo ha probado, de verdad, lo sabe, lo otro son los cromos de los niños. Quien no tiene, quien no quiere o es querido por una, por uno, colecciona y muestra el album, claro, a ver si así hay consuelo, pero no lo hay. Nadie está hecho para coleccionar o ser coleccionado, estamos hechos para que nos quieran.

Pero todo esto del cuerpo real, no virtual, queda opaco, se minimiza o se oculta hoy, no existe, por eso no hay quien se lo crea a poca cabeza que se tenga, a poco ojo. Somos una civilización muy preocupada por la gimnasia y la limpieza, puritana, francamente aburrida a veces. Porque tras todo ese (falso) culto al cuerpo lo que hay es una legión de fríos atletas además de cursis, nos parecemos cada vez más a "Un mundo feliz", un auténtico rollazo.

Ojalá fuéramos más vividores, de verdad. Es por defecto, por tiro errado, por falta de foco, demasiado cerca a veces que nos hace estar lejos, y no es por exceso, que no vemos el cuerpo, que no nos vemos.

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Mirra y aloe para envolver un cuerpo.

Velar a quien no está ya pero está, qué bonita costumbre y qué perdida. Yo no quiero perderla.

Amortajar y no dejar que nadie toque lo que tú tanto quisiste.

Curar heridas físicas y psíquicas, dar cobijo, calor, físico siempre, de alma también, va junto, no separado.

Ungüentos. También y siempre caricias.

Nunca nos tocamos lo suficiente.

Me lo dijo un físico un día: realmente no llegamos a tocar nada, a tocarnos. Tenía que ver con los átomos y no le entendí mucho la explicación, soy de letras y ni esas: es como si cada átomo estuviera rodeado de una almohadilla de aire que nos impidiera llegar a tocar de verdad. Flotamos más bien en el suelo, flotamos en el cuerpo de otro también. Vale, pues bien, me hace pensar que si no lo hacemos realmente, habrá que aplicarse más en ello.

Resucitamos con el cuerpo. Es tal barbaridad, y a la vez tan de cajón, tan esperanzador, que no podía ser menos pienso a veces. Yo me pido el que tenía a los 30, si puede ser, claro, si no, lo que dispongan, faltaría más ponerse ahora con especificaciones.

Templo del Espíritu Santo, lo somos, indignos siempre. Pero sopla el espíritu y sopla por dónde quiere y cuando quiere. Cómo no decir "namasté", como dice Tamara al finalizar la clase de yoga "Saludo la luz divina que hay en ti". Pues claro, razón tienes, profe.

Pienso en el momento del abrazo a quienes tanto has querido, para eso necesitaré el cuerpo, digo yo, no voy a abrazar de alma solo a mi padre, a mi hermana. Ya lo dije, nada espiritual. Con el alma solo o con el recuerdo no me sale querer. Por eso guardo fotos y me horroriza poder llegar a olvidarme de su cara. Por eso tengo alguna ropa que mantiene el olor, su olor. Pero ya no recuerdas su tacto y te da una inmensa pena esa pérdida.

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Lloraba María porque se habían llevado al cuerpo de su Señor.

Y luego no le reconocía de hortelano.

Así nos pasa un poco a todos.

Aunque veamos a veces somos incapaces de reconocer.

El físico -que dicen hoy los cursis- nos oculta el cuerpo, lo que somos, que no es una carcasa nada más.

Somos cuerpo a Dios gracias, y si Dios se encarnó, murió y resucitó será por algo, aparte de razones teológicas profundísimas. Un amor a fondo perdido como es todo amor que se precie. Así nos lo dijo el cura ayer en esa misa de pascua tan impresionante, la más bonita del año. Monica Belluci, un viejecito, un enfermo, una adolescente que se pinta por primera vez para gustar más a los chicos, yo también. Cuerpoalma que diría Suso Ares, creo que lo tiene también en su estupendo "Diccionario cordial", una mina este hombre, da gusto leerle.

Todo y todos para la eternidad tras el paso angosto.

Te quiero con todas mis fuerzas. Con todo mi corazón. Con toda mi alma. Con todo mi cuerpo. Mal habitualmente, pero como mejor podemos y sabemos. A los demás y a Dios. ¿Qué es un pecador? Pues un pobrecito que se equivoca. O sea, todos nosotros. También de la cosecha del cura de las calatravas, me va a llenar el blog él solito, espero que no me pida derechos de autor.

Pues así y con todo resucitaremos, no estamos hechos para desaparecer sin más, ni fundirnos simplemente en la tierra.

A su imagen y semejanza creados. Pues da que pensar. Y que vivir.

"Feliz culpa", rezamos. "Nada fue un error" canta la cursi de Paulina con Coti y Julieta Venegas, menos cursis. No es lo mismo decir que "nada fue un error" a "feliz culpa", pero ahora no voy a entrar en precisiones. Vdes. vosotros me entenderéis.

PS y Post Comentarios ;-) Gracias al blog de Suso Ares he enlazado con la meditación del Benedicto XVI del sábado santo, pena no haberla leído antes. A raíz de algún comentario y de lo escrito por mí quizás tan pesimistamente sobre "nuestra imposibilidad para tocarnos" he pensado que puede iluminar -y sobre todo dar calor- lo que dice sobre la soledad. Y más. No por consuelo lo hago, no me gustan los caramelos, sino porque creo que es verdad. Y la verdad da calor, no es sólo luz.

domingo, 12 de abril de 2009

Cuerpo y resurección 1)



"Una de las mujeres que mejor ha entendido lo que es el cuerpo es la Madre Teresa".

Lo dijo el párroco de San Jorge una tarde de esas en las que te duermes en misa y, de repente, te despiertas, plaf. Joé, me tuvo y me tiene la frasecita de marras pensando todavía.

Me encanta el cuerpo en general. Y en particular los de la gente que quiero o que me gusta. Puede que sea religiosa, pero no soy nada espiritual. Tampoco creo ser platónica, ni en amores ni en nada, que me perdonen los partidarios o entendidos en Platón, seguro que me equivoco en el término o en el concepto, espero que me corrijan con cariño como siempre lo hacen los que saben y tienen paciencia.

Me encanta ver y mirar, oír y escuchar, tocar, oler y, desde luego, gustar. Comer y cocinar para otros, con otros también, es un gran placer, siempre lo es. O sea, espiritual nada de nada. En todo caso re-ligar, tratar de unir lo que está roto, eso sí.

No tengo un cuerpo y creo que los demás tampoco tienen un cuerpo. Son, somos, cuerpo. Y alma. Todos. Y nada va por separado sino junto.

Ves a gente hecha polvo y lo primero que te preguntas es si comen bien. Muchas personas simplemente comen de pena y duermen peor. Y así no se puede vivir, se malvive.

Un alma triste, en pena, suele ser un alma mal alimentada y peor dormida a menudo. Y posiblemente no la acarician hace tiempo, eso también.

Dicen que vivimos en una civilización de culto al cuerpo pero no me lo creo. Ni de broma, no.

Pienso que hay una cosa estilizada hoy a la que llamamos cuerpo, que lo dibujamos como tal, medidas perfectas, tía estupenda o tío armario, juventud para siempre. "Por ti no pasan los años". "Hay que ver cómo te conservas". Etc. Por Dios, yo no quiero conservarme, yo quiero vivir.

Ingenuidad no de niños, sería precioso. Es otra cosa como perversa y muy triste a menudo, entre Frankestein y Drácula. Y mujeres y hombres aspiramos a eso. Y nos machacamos por ello, se pierde mucho tiempo a veces y, lo peor, se pasa a veces fatal en una lucha contrareloj y contra natura sin sentido y sin gracia. Y eso no puede ser. Aquí no hemos venido a sufrir, otra cosa es que nos caiga porque no hay más remedio, pero no hay que hacer esfuerzos suplementarios, digo yo, el sufrimiento va a venir sin buscarlo.

Tengo la peregrina idea de que para lucir habría que disfrutar, divertirse y sufrir lo menos posible, a ser posible nada. Eso creo que tendría que ser la cosmética, vestirse y ponerse mona, por lo menos para mí: ilusión de gustar y gustarse, risas como las que teníamos a los 14 años y nos pusimos tacón por primera vez, sala de damas, pero no seriedad ni gravedad, así la coquetería se hace lo que nunca debe ser, un rollo macabeo, así se le quita su encanto.

Riete tú de la ley mosaica ante todos los mandamientos de cómo debe ser hoy una mujer físicamente hablando, joé con las especificaciones hasta el milímetro, qué pereza, por Dios.

Y creo ver más. Esa normativa exhaustiva que cubre hasta el más mínimo de los rincones femeninos no es cosa de tíos, que van más a bulto (con todos mis respetos, como los toros), es de quienes se quedan prendidos en la envoltura porque no pueden ir adentro. No pueden, no sé cómo decir esto.

Y por contagio pienso que algunos hombres acaban siendo un poco así. Al corazón y al tacto no les gustamos de verdad. No, es otra cosa, por mucho que se diga. O mejor dicho, precisamente por todo lo que se dice, por la imaginaria visual cursi hasta decir basta, y hasta por las palabras, lo que hoy hay es otra cosa, no un hombre al que realmente le guste una mujer, ni siquiera las mujeres. No hablo ya de querer, son palabras mayores aunque hoy no signifique nada de tanto como se usa. Simplemente gustar, creo que se está perdiendo la afición y está siendo sustituida por otra cosa como más narcisista, mas egocéntrica y, en general, bastante menos interesante.

Quien ha trabajado en moda lo sabe "A mí me gustan las mujeres castradas", me lo dijo, literalmente, un conocido diseñador cuando trabajé con él. Entonces comencé a comprender qué pasaba. Cursis siempre hubo, pero hoy vivimos el imperio de los cursis, como una era histórica es esto y así nos conocerán: "de 1968 a XXX se vivió el imperio cursi en occidente que duró... "

De tan cerca que se tiene a veces el cuerpo no se ve.

Eso es la pornografía y eso son otras muchas cosas.

Para ver y tocar de verdad, hasta para oler, hace falta cierta distancia. Es como si el cuerpo de Mónica Belluci lo miras al microscopio, así no lo ves, borrico, echate para atrás un poco, no te pongas tan cerca que la pierdes. Y Monica, sólo carne, no es Mónica. Por eso las fotos de tías sin cara no son para hombres que les gusten las mujeres, les gusta la carne colgadita, pero no las tías. Podría ser cualquiera y acaban siendo cualquiera, da igual.

Y ocurre con lo que no es la Belluci, ocurre en la vida digamos que "real".

Que conste que la Belluci es de este mundo, y por eso algunas personas creen en Dios que se sirve de la Belluci, faltaría más. No todo va a ser el Padre Pateras, las cinco vías o el entre pucheros anda el Señor. O la Macarena y la Semana Santa en Sevilla. Aunque todo sea muy bueno, claro.

En la Belluci vemos también a Dios, la encarnación y esperemos que la resurección. Mónica es más bien como una insinuación teológica, más bien divina, que no una vía. Y no sé yo porqué una insinuación va a ser peor que una vía, toda razón y lógica. A veces Dios se insinua, porque no es hombre, aclaro, Dios no es hombre (tampoco mujer, espero que se me entienda y no me manden a la hoguera) con lo cual puede utilizar la insinuación aún a riesgo de que no le entiendan.

Una insinuación, una sonrisa de Dios. "Hala, guapos, creed en mi que he hecho a la Belluci y esa no sale por biología, ni evolución ni nada, aunque yo me sirva de todo". De todo.

PS: La canción que canta Springsteen es una tradicional de Gospel. Noche clara y preciosa hoy, vengo de misa, uf, menos mal que resucitó, no lo tenía claro, pero al final acaba bien. Para todos.

viernes, 10 de abril de 2009

De besos y cruces


Me gustan los besos, debe de ser de familia, quizas más de carácter.

Lo de besarse viene mucho por lo que has visto y cómo te han educado. También de lo expresivo que se es por naturaleza. Expresar no significa querer más ni mejor. Hay gente que quiere un montón pero no le sale expresarlo con un beso, por ejemplo.

Hay diversidad de besos. Como saludo, como afecto, de amor. También como señal de respeto.

Hoy nos dieron a besar la cruz en los oficios.

Es costumbre en Viernes Santo hacerlo, como lo es besar una imagen del niño Jesús en Navidad.

Me gusta, pero no soy nada de imágenes, a ver si lo sé explicar. Agradezco y creo que aprecio una buena imagen, que a mí me parezca bonita, con arte. Pero creo que me sería igual besar la cruz más fea de todas, con el peor Cristo.

Me emociona la parte artística de una imagen, cómo no, mucho, y, como en todo, prefiero lo que considero bueno que la mala calidad. Sin embargo siento que la poca fe, piedad o la devoción que pueda tener en lo profundo no se conmueve más ni es más fuerte ante una talla de más fuste.

Puedo equivocarme, por supuesto, en esta apreciación mía. Así que, por si acaso, voy a mirármelo por si soy algo protestante, simplemente es que soy de Valladolid y un poco seta, o es algo realmente más serio. Quizás algo me pasa y debería vérmelo, no sé.

No me conmuevo, religiosamente hablando digo, ante una talla, pero en cambio sí creo que mi fe se interroga en lo más hondo ante determinadas personas y su ejemplo. Porque entonces no es un trozo de madera o piedra bonitamente tallada. Creo quizás que en una persona es donde la imagen de Cristo puede encarnarse mejor que en una piedra, aunque fuera Miguel Angel quien la esculpiera. Y ahí si que siento algo parecido a la devoción que otros pueden sentir por una imagen, lo reconozco. Aunque tampoco soy ni de santos (muertos) ni de estampas, esa es la verdad, más bien de vivos.

Allá estaban en su convento las Calatravas con la cruz bordada en rojo, bien grande, a la izquierda, las mangas amplias de estilo medieval de su hábito color hueso, las diez como sacadas de otra época. Alguna enferma creo que hay y no asiste a misa.

Y nosotros, pueblo que quiere ser fiel y a la vez un poco aterido, la verdad, en esa iglesia moderna pero que conserva el aire del Císter. Soplaba ya cierto viento que esta noche acaba de traer nieve. Bienvenida también, como la lluvia, hace falta más agua.

Besamos todos los pies de Jesús en la cruz, su imagen, en silencio.

Y me acordé de muchas cruces. De familia, amigos, conocidos y hasta desconocidos. Allí en sus pies también estaban, lo sé. Los vi cuando besé la cruz.

Dolor físico. De parto, horitas cortas hoy, pero horitas al fin y al cabo. Eso en nuestro mundo, que en otros siguen pariendo a lo burro. Malestar de la quimio, ese veneno que te meten en el cuerpo y que crees morirte de tan mal que te encuentras, tantas amigas en el corazón. Gente amputada, machacada físicamente por trabajo, agotada del campo, de la mina, de trabajos inhumanos tantas veces. Mujeres mutiladas o a las que las pegan, niños golpeados, abusos y violaciones.

En el mejor de los casos nos duelen los pies al final del día, la espalda, la tripa o la cabeza, y podemos darnos con un canto en los dientes. Dolor también de alma, algo difícil de explicar, depresión, enfermedad mental, angustia, ansiedad, no me encuentro bien y no sé qué es.

Ser humano es sentir dolor físico, pero hay dolores y dolores, muchos insoportables.

Hambre y sed. Más punzante o menos, física, espiritual, de todo tipo. Media humanidad vive subalimentada y otros tienen problemas de colesterol y sobrealimentación. Media humanidad no tiene acceso a agua potable. Ser hombre o mujer es tener un hambre y sed casi constante, comes, y a las cinco horas vuelves a tener hambre, yo a las tres. Y sed, siempre.

Así somos, hambrientos y sedientos.

Sufrimiento y dolor de no saber, de no entender, de encontrarse ignorante o perdido, sin una explicación, sin una razón a nuestro alcance que nos satisfaga o, al menos, nos consuele. Ese es otro dolor que alguna vez se puede sentir. Y mucho.

Creo que nadie entendemos nada habitualmente y a veces de modo más frecuente y por temporadas. Y se puede sufrir mucho por ello.

Soledad. Soledades de niño, de adolescente, de adulto, de anciano, de mujer u hombre abandonado. Soledad a veces de nido vacío o sin llenar o hacer, de enfermo o apartado. "No me quieres como yo te quiero." "Les doy igual a mis hijos. Nunca me llaman." "Me paso las tardes solo. No tengo a nadie con quien hablar." "No le importo a nadie. Nadie me quiere." "No encuentro un hombre que me quiera". "No tengo una mujer a mi lado".

Y, también, "no quiero a nadie". No hay soledad peor que la del que no quiere porque ya no puede, está harto, porque le hicieron daño y no quiere volver a intentarlo, porque no le enseñaron o lo olvidó. Por supuesto que para querer hace falta una pedagogía y una educación, también una trayectoria vital que ayude, como en todo. Y hoy todo va en contra de esa educación sentimental y las trayectorias son a veces devastadoras.

Es terrible el dolor físico o moral, el hambre y la sed, el miedo, pero la soledad no le va a la zaga. No digo la temporal, digo la que se siente por dentro y hace nido, se queda. En nuestro mundo tan rico cada vez hay más gente sola, muy sola. Se nota mucho. Se llevará mejor o peor, pero está ahí, es la gran pobreza de muchos países ricos.

Al besar la cruz hoy, Viernes Santo, supe que mi beso no era ni de saludo, ni de afecto o amor al sufrimiento.

Tampoco de aceptación o resignación.

Yo sinceramente no puedo, mentiría si dijera otra cosa.

Mi beso fue señal de respeto ante el dolor y sufrimiento de tantas personas.

De cariño en su caso a aquellas a las que quiero y conozco.

Todos de pie, en sus pies, en la cruz, en su cruz también. Qué menos que besar. Qué menos.

Y luego, estar a su lado, siempre estar en la medida de lo posible.

Y qué mal cuando ves que no estás donde debes sino haciendo cosas mucho menos importantes. Qué pena.

El cuadro es "El descendimiento" de Van der Weyden, está en el Museo del Prado.

jueves, 9 de abril de 2009

Amor fraterno


Día del amor fraterno hoy, Jueves Santo, resonancias de amores que cristalizaron con la muerte en esta época, los lirios florecían también. Mi hermana Luisa se pasea por el cielo desde hace ya ocho años, pasó a los brazos del Señor en los que siempre estuvo una madrugada de Jueves Santo.

Desde entonces sus inciertos pasos en la tierra, niña eterna siempre, se hicieron mucho más firmes a mis ojos. Los más firmes de todos nosotros.

Paseamos ayer a la luz de la luna que iluminaba la Maliciosa, hacía una noche preciosa y serena en El Boalo. A veces pienso que todo es noche, con suerte, como ayer, una noche clara de casi luna llena. Ana y Anina se fueron hoy, creo que lo pasaron bien. Están en casa Rosario y Adrián recién recuperado de un jamacuco, les llevamos el desayuno a la cama como en los hoteles, ahora suben Navacerrada, luego vendrán a comer con mi madre y Josiane.

La primavera ha explotado en la sierra y, aunque mañana hará frío y lluvia, dicen, hoy luce un sol cálido con una brisa cada vez más heladora, un día precioso para una celebración del corazón.

Esta tarde iré a las Calatravas a los oficios. Hay un convento del Cister moderno al lado de mi casa y allí suelo ir los domingos. Hace como raro ver un convento construido hace unos años. Me gustan los hábitos de las hermanas, tan viejecitas todas, con su cruz de Calatrava bordada, los espacios limpios, relucientes y tranquilos, también el cura que suele celebrar, aunque intento también ir a misa donde no me gusta especialmente cómo predican o cuya estética me echa para atrás.

Con la radio, los periódicos o hasta los blogs oigo o leo variado. Primero, por curiosidad; segundo, para intentar aprender, entender y, sobre todo, comprender. Oigo y leo de todo, incluido aquello con lo que quizás puedo estar menos de acuerdo, tanto de quienes pueden ser más afines, como los más lejanos estética o sensiblemente hablando. Es curioso, pero a veces la estética o la sensibilidad generan más distancia que otra cosa. Cada vez creo menos en la supuesta ideología y más en la piel y en la sensibilidad, no sé cómo explicar esto. ¿Cómo no hacer lo mismo con la misa, cuando predican o se celebra menos al gusto de una? Faltaría más, por Dios.

El lavatorio de los pies siempre me impresiona. Es espeluznante. Y ese "ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros". Joé, qué amor apasionado. Se me saltan las lágrimas, como creyente y, también, como cocinera: hay veces que quieres tanto comer con gente, sentarte a esa mesa que es el banquete de la vida, este valle de lágrimas también, lo deseas tanto. Ardientemente.

Una se pregunta si realmente ama, quiere de verdad y la respuesta siempre es evidentemente que no. Ni de coña, con perdón.

Limitado amor de hija, de hermana, de amiga y muy limitado amor de mujer en definitiva. Muy limitada siempre, y en alguna ocasión hasta extraordinariamente limitada, discapacitada casi.

Qué le vamos a hacer, habrá que aceptarlo y seguir adelante con pasos inciertos, estos míos lo son. Nos apoyaremos en quien se puede una apoyar, en muchos ya. Jueves Santo, día del amor fraterno.

martes, 7 de abril de 2009

Tsunamis


Escribí sobre las olas.

Pero hay tsunamis. Olas gigantescas que barren playas hermosas. Y se presentan sin previo aviso. Devastadores, terribles, dan pavor.

Estabas tú mirando las imágenes de gente nadando en el agua, con sus olas, tan contenta.

Sentías no envidia, eso jamás, sino precisamente esa agradable sensación de ver a otros que se lo pasan bien y disfrutan. Aunque tú estuvieras, es un poner, preparando exámenes en mayo o simplemente, no tuvieras dinero para ir a la playa. O con quién ir. Eso también.

Pero la vista de la playa y sus olas produce mucha alegría y hasta una profunda admiración en esos surfistas que se levantan una y otra vez ¡qué tíos! ¡qué mujeres y qué hombres hay en este mundo! Jo, qué bien y qué mal lo pasan. Y ahí están. Siguen. A por todas, como pueden a veces. Mi respeto siempre por todo surfista, mucho más si son dos.

No hace falta estar siempre donde están los demás, ni tener lo que los demás tienen. La vida puede ser y es buena en todas partes, incluso sin playa, aunque se eche de menos.

Es estupendo saber que hay sitios de sol -con nubes y chaparrones, sin duda alguna- y con mar con gente por allí.

Quizás es como una esperanza, o una referencia geográfica o vital, puede ser.

En fin.

El caso es que hay tsunamis que no sólo barren dejando desolación, una tristeza honda, desconsolada, una profunda soledad en quienes los sufren. Desaparecen tragadas muchas cosas, las casas que nos acogen, las carreteras que nos llevan, las palmeras, todo, tragado en esa ola bestial que no es que te deje mareado, es que te puedes ahogar.

Un tsunami no es una mala ola, es que te puede tragar y de hecho traga a mucha gente.

Y nos dejan también en quienes lo vemos una gran desolación y una pena que no tiene tampoco consuelo. No estabas en esa playa, pero era también tu playa en cierto modo. Hay playas tan cercanas.

Supongo que los tsunamis ocurren por alguna razón de la naturaleza que no alcanzo a comprender. O no, no hay una explicación científica o, al menos, razonable. Vaya Vd. a saber.

Quizás a veces no hay nada que comprender, que racionalizar, no hay que buscar una explicación, solo apoyar a quienes les dejó sin casa y asustados, muy asustados. Sin lo más vital, sin lo más importante. Un ancla.

Lo primero es ponerse al servicio de ellos, eso es lo primero, desde luego. Ofrecer casa, cobijo, oídos, lo que sea. A la hora que sea. Cuando sea. Como sea.

Con todo, yo sigo creyendo en los milagros.

Y pido uno, no sé si pequeño o grande.

Creo en ellos y en el amor. Siempre. Y ahora solo puedo rezar, llorar y estar. Nada más.

lunes, 6 de abril de 2009

Y-ya-que. Y ya. ¿Qué? 4) Final.



Vivir puede ser un y ya que tras otro de olas que se ponen a tiro o en las que estás. Con más voluntad o con menos a veces. Te sorprendieron quizás. O te encontraste en ellas, puede ser. Olas chicas, grandes, buenas o, también, menos buenas. De todo hay.

Hay olas que empujan, te derriban y marean. Te diste un revolcón, se te mete el agua en la nariz y al salir a la superficie estás aturdida y un poco asustada, puedes coger miedo. O perdérselo también y volver a atreverte.

Yo creo que hay una alegría muy honda en muchos y ya que, en muchas olas de la vida.

Estás viéndola venir y allá que vas a su encuentro. O de repente surge, la saltas, o te dejas llevar de un lado a otro y te ríes un montón. Atraviesa el sol el agua y llega al suelo de arena, se refleja como mil cristales en la superficie y en el fondo. Sabor a sal por todas partes, no sientes ni tu propio peso. No me quiero ir de aquí, estoy tan a gusto.

Pero, de la misma forma, hay también una ligera tristeza en muchos y ya que, en las mejores olas de la vida precisamente.

Porque sabes que la mejor de las olas no durará.

Y que no eres ola tampoco, no eres agua, aunque como mujer seas bastante agua.

Nuestro reino no es de este mundo. No lo es. De nadie.

Todos nos morimos, independientemente de que creamos que nuestro reino sea o no de este mundo. Así que es igual creerlo que no, porque el hecho es que no lo es en ningún caso.

Por eso, todos sentimos esa melancolía, escondida a veces, incluso tan ignorada o negada, en esas olas que más calan y conmueven por dentro. En aquellas que más gozo provocan de una forma suave, tranquila, pacífica, en las más bonitas.

Sabemos que todo es pasajero y que nada de lo que hacemos prende en el tiempo apenas, que todo se va, se esfuma, se irá.

Menos el amor que queda para esa tarde en la que nos examinarán.

Pero todo, hasta el amor, nos deja un cierto sabor de tristeza que acompañará a los mejores y ya que de nuestra vida.

No somos mar.

Ninguna mujer es mar.

Ningún hombre lo es.

Te encantaría fundirte, ser ese agua marina, tan agradable es la sensación. Pero permaneces como lo que eres: una pobre mujer en una ola, más o menos grande, más o menos rato. Según toque, según la luna, las mareas, si hay viento o brisa. O si la playa es más resguardada o es abierta. Aprovechándola, claro, pero con ese regusto levemente amargo de que la ola pasará.

Y con un deseo que es el más real: querer y llegar a ser mar.

Tú quieres eso. Y ni el mejor día de playa, ni la mejor ola, nada, puede hacertelo olvidar, si acaso te lo recuerda con más insistencia. Aunque disfrutes como una niña y siempre.

Estás hecha para ser mar, para el mar.

No es sólo por fe que sabes esto, es por piel a la que no se le puede engañar tan fácilmente como al corazón o a la cabeza. La piel es lo más inteligente que tenemos a veces. Puedes cerrar los ojos o hacer oídos sordos de mil maneras, pero esta verdad permanece y tú al tacto la reconoces.

Las olas como olas.

El mar como mar.

Y nosotros disfrutando, luchando, o a por uvas en el peor de los casos.

Con un leve olor a tristeza.

Y el constante deseo de mar.

Creo que esa alegría, esa tristeza y ese deseo están en todos los seres humanos independientemente de su grado de consciencia, de conciencia también.

De ahí la soledad que cada uno acoge en mayor o menor medida. La que se niega u oculta con ruido, aunque no sirve de nada. Es al revés, como uno se empeñe, cada vez estará más encerrado en ella, más hundido y más confuso.

Simplemente nada ni nadie es mar y esto se acaba.

Reconocerlo creo que puede ayudar a disfrutar mejor cada ola. Con más alegria y plenitud, pero sin engañarse.

No nos hace falta mentirnos, no hace falta mentir a nadie. Menos, a uno mismo.
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Y ya que

Y ya.

Qué.

Y ya.

¿Qué?

Pues otro mar. El mar, espero. El de verdad.

"Ni ojo vio, ni oído oyó... " Si amamos.

viernes, 3 de abril de 2009

Y-ya-que. Y ya. Qué. 3)



Y-ya-que, esas olas fantásticas, de una oportunidad que pasa y no hay que dejarla escapar. O esos otros momentos de consciencia extraña, de estar a gusto, muy a gusto, y decir "que se paren los relojes". Y otras olas chiquitas, tímidas, inesperadas, tan bonitas también.

Aprovechar la corriente, sentirla, dejarse llevar, fluir. No tener ideas preconcebidas de cómo tienen que ser las cosas, un orden establecido inamovible. Vivir en católico a fondo: hoy y ahora ¿qué se me da?, ¿qué don, qué regalo? No qué "tengo", no qué "merezco", sino qué se me regala, me regalan. Saber ver, aprovechar y agradecer, mucho, siempre, cada vaso de agua es un y-ya-que.

Despertar católico, decimos. O sea, cuando Dios quiere. Cuando Dios quiera, cómo Dios quiera, lo que Dios quiera. Que suele ser lo que se te pone delante, donde estás, la ola. No hay que buscar, hay que reconocer, sentir. Hierba que está para ti no hay vaca que se la coma, pues eso. La ola, las olas, verlas venir o dejarse sorprender. Y-ya-ques que pasan a nuestro lado, súbete, boba.

Y ya que habéis subido hasta El Boalo, quedaos a cenar, o a merendar, nos damos una vuelta luego, vamos al Artesanado y bajáis más tarde a Madrid. Se puede estar muy a gusto con amigos, con familia. Pero ese y-ya-que convive a veces con la necesidad de un aparte. Pasa. Hay un fondo que necesita de una cierta y puntual soledad.

Aunque luego en la soledad no hay un y-ya-que que valga. Salvo cuando se lee, se escribe o se trabaja. Se llega a estar tan metida, se disfruta tanto, que no te acuerdas ya ni de tu soledad, se ausenta un rato.

Creo que no hay realmente un y-ya-que estás sola, déjate llevar en esa ola, eso no.

La soledad no es una ola, no puede ser un y-ya-que.

Es, si acaso, una alberca de agua transparente, verde y fría, agradable en verano. Ahí a la sombra, en el jardín, cuando hace mucho calor.

Pero hay que tener cuidado. Te puedes quedar helada nadando si estás mucho tiempo, sin darte cuenta. Entumecida.
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Y ya que... nos hemos reido tanto en el teatro.

Tú le das un 6 a Boadella, yo un poco más. Sabemos ambos que es previsible. A la media hora ya presentíamos qué iba a pasar. Tiene sus fobias, como otros tenemos nuestras filias. ¡Qué manía con la Iglesia y con los símbolos cristianos, por Dios!. Y es mejor director y actor que autor, estamos de acuerdo.

Pero tiene gracia "La Cena". Especialmente esa ministra de medio ambiente, la reunión en el ministerio del ramo al más alto nivel (salvo la mesa). O la cena encomendada a España en una conferencia internacional para hablar, como es habitual, de nada, si fuera de la nada sería algo. Tronchantes los cocineros eco-sostenibles de nueva cocina-solidaria-y-a-la-vez-respetuosa-con-la naturaleza. Sin mencionar la propia cocina ecológica donde un grifo te insulta si lo dejas más de 45 segundos abierto. Y no cuento más que la destripo.

Y ya que ... hemos cenado tú yo.

Quizás no excelentemente, pero con una conversación interesante. Con algunas pausas, qué importantes son. Sucesión de otra conversación anterior, de otra más y de otra. No hay nada como las palabras y las miradas. El silencio y muy poco más.

Y ya que...


Y ya, qué.


Y ya.


Qué.


Hasta aquí cuento la vida, se hace esta bitácora.

Y ya que estamos viviendo, vamos a ver hacia dónde vamos.

Será divertido, seguro. Siempre lo es, incluso cuando no lo es. Porque es eso, vida. Olas. Y ya ques ... No se tiene el control, no siempre son agradables, no siempre.

Pero estás en el agua.

Buen fin de semana. El siguiente y-ya-que será para el lunes.

Con Dios, pues.