Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 31 de marzo de 2009

Ella sí que es(tá) prohibida (Felicidades, Olga)



Ya hablé de las mujeres prohibidas, esas en las que nos vamos a transformar antes del verano a base de gimnasio, dieta o, si no hay manera, yendo a Lourdes. Uy, qué emoción me entra.

Pero hoy inauguro etiqueta de mujeres ya prohibidas, de esas que son de parar la circulación por nacimiento, sin esfuerzos. Como diría Driver, hay veces que hay que aplaudir no sabes muy bien a quién, pero aplaudir y quizás pedir "autor, autor". Pues eso, aplaudamos.

Pero en vez de empezar esta sección con Carol Bouquet, Candice Bergen, Monica Belluci o una de las muchas mujeres prohibidas que tengo en lista (admito sugerencias), voy a empezar con una amiga, dónde va a parar, cien veces mejor.

Ella es mujer prohibida de las de ya, sin necesidad de esperar al verano o ir a clase de aerobic. Y lo es especialmente hoy.

Creo que para querer a alguien no hace falta conocerle o conocerla. Casi mejor a veces no conocerse mucho. Por eso internet está tan bien. Es una maldad esto, lo sé, y además no es del todo cierto. Rectifico. Digamos que nos conocemos de otra manera que no está mal.

Me parece que para querer a alguien hace falta admirar de algún modo y, a la vez, ver pequeño a ese alguien.

Sólo con admiración una va a ver cómo opera un famoso cirujano, oh, ah. Lee fascinada a un poeta, oh, ah. Contempla la obra de un pintor, más de oh y más de ah. Incluso de un rico admira una la cuenta corriente, el ferrari o la finca en Extremadura, no seamos puristas. O se queda prendida en unos ojos azules que son una virtud como otra cualquiera. Y ya.

Porque si sólo hay eso, tras admirar te vas a tu casa y dejas al cirujano con el bisturí, al poeta o al pintor con su obra de arte, la que sea, al rico con su dinero, el ferrari o la finca, por mucho cerdo ibérico que tenga, y al de los ojos azules con sus gafas.

Una siempre donde hay calor y puede darlo. Por eso creo que es difícil querer a quien solo despierta admiración, pero es sólo una opinión, claro.

Me parece que uno empieza a querer cuando, tras ver a alguien grande-grande-grande, como en la canción italiana, comienza a verle, a verla, también pequeño, pequeña.

Esto pasa en el amor por antonomasia, ese de boy meets girl, pero también en la amistad. A mí por lo menos me pasa.

No hay cariño de amigo o de amiga que no haya atravesado algún tipo de admiración y ese verle, verla luego, pequeño, pequeña. E incluso a alguno a veces miserable y mete patas, no pasa nada.

Creo que con los hijos debe de ocurrir que se les quiere de verdad enseguida porque se les ve muy pequeños de inmediato. Y, a la vez, se sigue como enamorado de ellos luego. De alguna manera esa desmesura que es toda vida, su vida, desprendida de la de sus padres, no desaparece jamás.

Por eso, tras el enamoramiento de pura admiración que tiene lugar de algún modo cuando lees a alguien que te encanta cómo escribe, sucede también a veces que se pasa a un cariño real, cuando ves alguna debilidad que te inspira ternura. Y es entonces cuando comienzas a querer y dejas esa historia de enamorarse, de admirar, que es pasajera siempre y muy poco o nada importante en cualquier tipo de amor, me parece.

Esto, en el mundo de las bitácoras, sucede a veces cuando se tiene la oportunidad de intercambiar correspondencia privada, de hacer un cierto aparte de emails o telefónico. Porque sale, le nace a una y a la otra, y las cosas fluyen con normalidad. Y no sabes muy bien por qué, pero se encaja. Y ella te da su tiempo que es lo que menos tiene. Generosa siempre. Tanto como es en público en su bitácora o en otras.

Entonces empiezas a mirar a esa mujer, tan sólida y tan de admirar como lo es su poesía y su prosa. Pero pequeña también. Con dudas. Con prisas. Débil. Y nos contamos tonterías y frivolidades que unen mucho.

Las tonterías de la vida diaria son de las cosas que más unen, más a veces que la cosmovisión o el "y tú ¿de quién eres?". Detrás del no llegar, del reírse de una misma, de los agobios, de la naturalidad, hay siempre una mujer muy interesante, prohibida. Como ella.

Y no es que al escribir sea otra cosa distinta. Es que, como lo hace tan rematadamente bien, la condenada, te quedas prendada de su escritura. Y si eres poco versada (nunca mejor dicho), como es el caso, no ves el fondo ese acuático de piedras chiquitas, tan sólido es el estanque de lo que escribe. Tan trabajada y limpia es su agua, sus palabras.

Y ella es las piedras y es el estanque. Las dos cosas.

En fin.

Cumplir años es una tontería. Bueno no, de hecho es genial. Uno más, so what? Años a ti, vamos anda, guapa, los que te caigan este año y el otro, y el otro y el otro. Tú ni caso.

Como dice esta canción donde cantan Carmen Paris, Ana Belén y otras más, con el tiempo que pasa podemos desafinar en algunas notas que antes se daban con más facilidad. Pero creo que con los años también se dan otras bastante mejor. No diré que se llega a la armonía, ni se me ocurre, pero pienso que se amplía algo el registro. No te digo tú, que lo tienes ya tan amplio: Jesús, niña, lo que sabes de todo. Todavía estoy leyendo la entrada de Sedeisken, me sigo riendo con la del tu mens sana o doy vuelta de página tras una derrota contigo.

Especialmente cuando se es medusa o iceberg cálido, como te han dicho, actriz italiana o griega pasada por Zaragoza y la educación clásica, pero no de monjas (que ni lo sé), sino clásica de los griegos y romanos. O sea, la fetén.

Y ahí el gimnasio o la cosmética poco pueden añadir o decir ya, amiga. Al menos nada sustancial. Eres mujer prohibida por naturaleza, así es la vida. Porque Dios no es el Ministerio de Hacienda y reparte sus dones como le pete. Y a algunas les cae mucho y variado.

Lo tienes ya todo, y todo ganado. Hasta las oposiciones.

Quedas emplazada para una sala de damas, chicas solas, o mixta, me es igual, pero de amistades cuando vengas a Madrid.

Tú todo esto ya lo sabes, ya lo sabías, ratona colorada.

Pero creo que a las mujeres nos gusta que nos digan que nos quieren. Siempre y quien sea. Especialmente cuando cumplimos años.

Felicidades, Olga.

Y con estas palabras queda inaugurada, con lujo, esta etiqueta: prohibidas. Digo.

PS: Mi regalo es un bono sueño, no de soñar, sino de dormir que sé que te hace falta. Cuando quieras te pasas por el Boalo y te lo doy, o te lo mando donde me digas. No caduca, tú tranquila.

lunes, 30 de marzo de 2009

Gabriel Byrne o esa mirada azul desvaída



Esto de no escribir nunca sobre hombres "reales" me cuesta un poco con lo entusiasta y comunicativa que soy. Pero no puede ser. Son esas tonterías del pudor, de la discreción o, quizás, de la educación recibida. Eso tan antiguo de que una dama, un caballero, dejan siempre lo privado en privado y no ponen en la arena pública, ni cambiando los nombres, la intimidad de a quienes quieren o han querido por el afecto y el respeto que les tienen o guardan. Así que aquí me seguiré dedicando a los hombres de película.(¿Ha sonado convincente? Creo que sí, que resulta anticuado, quizás halagador y hasta una ligera coquetería ¿no? Pues esa es la intención. Bien, sigamos)

En fin, tras Viggo, Sharif, y él único e inigualable Connery, sin olvidar a Brosnan , y ni que decir tiene que a Eastwood, de sucio vaquero a hombre con mirada propia, creo que debo ampliar la lista, por actores y por hombres con atractivo, que me encantan. Y, sobre todo, porque un blog hay que llenarlo todos los días y espero tener público y opiniones femeninas al menos. Al final los comentarios son siempre lo mejor de una bitácora, sin duda alguna.

Me interesan los actores irlandeses casi como categoría. Gabriel Byrne está dentro de ella con Daniel Day Lewis y Liam Neeson entre otros muchos.

Byrne tiene ese rasgo de mirada azul desvaída tan celta que tumba la pantalla, o al menos a mí. Es cierto que hay otros azules más intensos, más bonitos, pero lo desvaido tiene su aquel. Ha hecho buenas películas y también malillas. Esto último le hace más humano. Las sombras y las meteduras de patas nos hacen más cercanos, creo.

Le descubrí hace muchos años, antes de "Muerte entre las flores" que me gustó porque los Cohen son buenos narradores.

Fue en "Excalibur", la película de Boorman. La vi cuando todavía estaban en la universidad y era más impresionable todavía. Un tanto brutal me pareció en aquel entonces, me desmontó al completo la visión idílica e infantil de las leyendas artúricas. Dicen que la película es mala aunque visualmente atractiva, puede ser. Yo sé que todavía la recuerdo y han pasado más de 25 años.

Luego le he visto en otras,algunas solo para televisión, en ese ambiente urbano de Dublín que pronto voy a conocer. Hace de pobre, de pobre ganster o similar y de simple pobre hombre a menudo. Y he visto también otras dos suyas, "Sospechosos habituales" o "La Feria de las Vanidades", no creo recordar muchas más. No vi "Stigmata" y eso que tenía un amigo al que le encantaba y me dio la vara. Tenía la idea de película tortuosa y a veces una no está dispuesta.

Hace de malo muy bien, en "El fin de los días" interpeta a un poseído por el diablo que te entra tal espanto que no puedes ver la pelicula sola. En otra de un barco fantasma también da miedo, casi más.

Pero siempre su mirada azul, líquida y triste. De no saber muy bien para donde tirar. Francamente humano y muy irlandés.

Byrne quedará en mi cabeza en ese primer papel menor en el que le vi, el de Uter Pendragon, padre rey Arturo, nada noble en su comportamiento, pero gracias al cual es engendrado el rey Arturo. La vida es así.

Todo esto viene a cuento de que me han dejado la película "Aritmética emocional" que me dicen que es estupenda y donde están él, Susan Sarandon, Christopher Plummer y Max Von Sidow, o sea, todos buenísimos. La veré en cuanto arregle el vídeo o me compre otro, es lo último que se rompió en esa serie de catastróficas desdichas invernales. Tengo unas 6 películas para esta Semana Santa, espero verlas todas.

domingo, 29 de marzo de 2009

Progreso amatorio / Antes



"Es que antes ..."

Así suelen iniciar los creyentes en el progreso humano su apología, más o menos velada, de las bondades de la edad moderna. Y la inevitable referencia a lo mal que se hacía todo antes.

Quiero mucho a muchos amigos y estamos por encima de diferencias de parecer, ideológicas también. Pero a veces me causa risa ese "Antes..." y sus apreciaciones. Especialmente en lo que respecta al progreso amatorio, ahí ya si que no puedo. Simplemente no me lo creo.

Antes no había amor, tal y como hoy lo entendemos que es, como todo el mundo sabe, lo que es el amor. Eso. Vamos, eso. Eso que tan bien ¿hacemos? hoy, practicamos hoy y, sobre todo, teorizamos hoy. Hoy hemos llegado a la plenitud del término amor, hablamos de él con total propiedad. Antes no, antes no sabían de qué iba esto, era otra cosa.

Es ahora cuando la humanidad ha aprendido a amar de verdad, fetén, comme il faut. Y en Occidente ¿eh?, que en otros lares ni se enteran y hay que ir a explicárselo. Ni idea, están totalmente perdidos y vamos a mandarles a, no sé, a alguien muy versado en todo esto para evangelizarles en lo del amor. Les hace falta.

Gracias, entre otros, a las revistas femeninas y muchos programas de televisión, a los consejeros matrimoniales, a que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, a los psicólogos, a la revolución sexual, a los consultores sentimentales oficiales o informales, a los gays metidos a ese mejor amigo que nos da consejos sobre cómo amar, nos han revelado la gran verdad y amamos ahora que te mueres.

En todos los sentidos. Ambas partes. Somos la leche ahora.

Ignoro cómo podíamos vivir antes sin todos estos apoyos de la edad moderna.

¿Cómo es posible que vinieran niños al mundo, se escribiera poesía, se hiciera literatura y mil cosas más? Sería de casualidad. Anecdótico siempre.

Bueno, los niños no. Los niños son un efecto colateral, unido por no sé qué extraña ligazón a lo del amor antes, una especie de atavismo biológico. Pero vamos, hoy ya sabemos que no tiene nada que ver y, si lo tiene, nos lo quitamos de encima. Hemos avanzado un montón.

Antes se casaban todos por conveniencia, desde los reyes hasta los pobres. Un horror, vamos.

Las mujeres, pobrecitas, iban todas a la cama sin idea de la historia, se enteraban todas la noche de bodas horrorizadas todas, bobas todas. Y muchas ni ahí, en la inopia toda su santa vida (muy santa, eso sí). 

Vamos, hombre, hace falta ser lela para pensar que somos más listas o más lo que sea ahora, por Dios. Y que las mujeres antes ni sabían ni gozaban, no querían. Que no, que no me lo creo.

Los hombres antes, todos, tenían amantes o queridas, explotaban todos a las mujeres, no las querían, no las hacían felices, en ningún sentido, en ninguno. Fatal, los hombres antes eran todos un desastre y ahora les tenemos las mujeres mucho más a raya. Ja. Ja. Ja.

Ha tenido que llegar el siglo XX, qué digo el XX, la década de los 60, los impresionantes 70, esa naturalidad, frescura, libertad, autenticidad de los 80, de los 90, qué sé yo, para que, de una vez por todas, hombres y mujeres sepamos cómo amar y hacerlo dabuten. A la vista está.

Porque no cabe en la cabeza que, por ejemplo, un soldado de los tercios de Flandes, quizás bruto, y desde luego analfabeto, pudiera querer a una mujer igualmente analfabeta y bastante borrica, ella también.

Que es posible que se casaran por cierta conveniencia. ¡Qué horror! Por supuesto. ¿Y qué? Porque era lo que correspondía llegada cierta edad, porque se habían conocido de toda la vida, porque se habían acostado juntos o llevaban haciéndolo tiempo y se quedó ella embarazada, o por lo que fuera. Me es totalmente indiferente. Y es, casi, lo de menos. Me es igual a los efectos de amar.

Porque es posible que dos personas así se quisieran. Incluso mucho. Antes o después de casarse, en algún momento de sus vidas. Que aprendieran a quererse y fueran leales a ese amor, si no ya fieles, y supieran mejor que nosotros, tan versados, tan liberados, tan sabedores de todo, lo que es amarse, amar. Es posible. Cabe esa extraña posibilidad. Sin apenas literatura, antigua o nueva, ellos se quisieron. Un ratito, más ratito, unos años, un tiempo. Y hasta toda la vida. Cabe esa increíble posibilidad.

Es posible hasta que él no se "comunicara" en absoluto con ella, tal y como hoy, nosotras, mujeres modernas lo entendemos y hasta lo exigimos. Hasta cabe que él -horror, terror, pavor- no se lo dijera jamás, ni tampoco ella a él, que no pudieran ni verbalizarlo siquiera. Y con todo: se quisieron. Joé que si se quisieron. No todo era ni es "comunicación" en el amor, otra falacia moderna, pero en fin. 

No estoy en contra del progreso. Creo que tenemos algunas mejoras, muchas muy importantes. Pero no me creo el progreso moral en lo amatorio, así, sin matices. Simplemente no me lo creo.  En todo caso somos los mismos. Y desde luego no mejores. Yo no soy mejor que mi abuela, ni que mi madre, ni de broma.

sábado, 28 de marzo de 2009

Pies, para qué os quiero...


Nos sostenemos en el suelo por los pies. Dos extraños seres que nos nacen al final de las piernas. Diez dedos. Talones y tobillos que se tuercen. Plantas que, si lo piensas bien, son pequeñas para el peso que soportan, ellas solitas y dos. No como los cuadrúpedos que tienen el peso repartido en cuatro.

Los pies no tienen la culpa del olvido a los que les sometemos. Ocultos ahí todo el año, atrapados en unos zapatos o, peor, en botas. Escondidos. Sí, el frío es terrible, pero además hay razones de protección: golpearte en un pie desnudo duele un montón. Mejor cubriditos. Se comprende, pero es una pena.

Me fijo en los pies siempre. Me encanta andar descalza. También con calcetines gorditos de esos de felpa por dentro en invierno. Tener los pies calientes es calidad de vida. Tenerlos fríos es ser pobre de alguna manera. Yo siempre calientes, por favor. No me gusta la pobreza.

Cuando llega el buen tiempo y puedes dejar de lado, en el caso de la sierra, las botas australianas primero, luego los zapatos e, incluso diría más, los ligeros tacones de ir a trabajar, y te calzas por fin unas sandalias es como si diera inicio algo. No sé qué pero algo. Estrenas una sensación.

Me puse el otro días las sandalias. Me había hecho la pedicura una encantadora dominicana de manos suaves y gran paciencia. Es lo malo de tener cosquillas, te ríes en cuanto te ponen la mano encima. Salí de la peluquería tan contenta que tenía que enseñar los pies. Demasiado pronto, lo sé. Me precipité.

Y estoy con catarro, claro.

Pero los pies tan contentos allá abajo. Sonríen de medio lado, se salieron con la suya.

viernes, 27 de marzo de 2009

Nudos y bloqueos



Ayer en clase de yoga hicimos un ejercicio muy largo para desbloquearnos.

Solemos tener la espalda hecha puré, demasiado rígida, con nudos diversos en cuello, en los hombros, muchos están hechos en el denominado "elevador de la escápula", los omóplatos, las cervicales. Están tan bien trabados que deshacerse de ellos cuesta mucho. Son posturales y aunque te los quite un fisioterapeuta con varias sesiones, tú solita te los vuelves a provocar.

Por eso las clases de pilates son tan buenas, te ayudan a corregir posturas. O las de estiramientos, te desentumecen. O las de yoga, escuchas a tu cuerpo de verdad, te haces más consciente.

Lo más curioso es que los nudos físicos, los bloqueos, a veces corresponden a nudos y bloqueos interiores, o, al menos, están mezclados.

Lo de llevar un peso en la espalda a veces es algo físico, es cierto, y otras muchas es una preocupación tan grande que te curvas literalmente, físicamente.

Tener miedo te hace contraerte, físicamente también. Haber sufrido te hace cerrarte, de mente, de corazón, de cuerpo, de todo junto o por separado. Pasa.

Algunas veces te das cuenta que hay bloqueos interiores cuando das vueltas una y otra vez al mismo hilo conductor, cuando repites la misma acción para volver a encontrarte en un callejón sin salida, el mismo lugar dónde te atascaste la última vez. Qué curioso.

Como el haiku que escribió mi hermano , algo así como "Tengo una china en el zapato. Me molesta mucho. Pero ¿qué sería de mí sin la china?" Con algunos bloqueos y nudos sucede así. Son molestos y teóricamente nos gustaría deshacernos de ellos. Pero a veces es un dolor tan familiar que da seguridad, como la queja.

La queja a posteriori puede ser hasta cómoda, es terreno conocido y promueve una cierta literatura de la compasión propia y ajena, muy reconfortante a veces. Una queja más bien retórica que nos mantiene entretenidos mientras dejas el bloqueo de lado, sin solucionar, o insistes machaconamente en él.

Vuelves así a la mala postura que te provoca el nudo, el bloqueo, no tanto por mal hábito como por costumbre. Y cada vez más agarrotada, no más libre, tampoco más consciente, al revés.

Hay pesos que tenemos que llevar, cargas que vienen con la vida y, sobre todo, con cómo es cada uno. Nuestro propio peso a veces nos tira de un lado o de otro, por aquí o por allá. Se hace más evidente.

Soy muy optimista y sé que siempre podemos aprender. Aprender a llevar mejor el peso, a no tirar o empujar siempre del mismo lado. Incluso a desbloquearse y hasta a deshacer una madeja de la que no sabes ni dónde está el cabo.

Hay un agarrotamiento propio de no dejar ir, ni irse.

De apegarse y no sólo a cosas materiales, más obvias y fáciles de detectar.

Un sutil y fuerte hilo interior que, como una marioneta, tira de nosotros por dentro y nos contrae de nuevo.

Ayer salí llorando de yoga. No era de dolor, era de relajación.

El ejercicio de desbloqueo físico tenía que ver con liberarse del afán de posesión, con apegarse. Sonará new age, pero me da igual.

jueves, 26 de marzo de 2009

Prohibidas



"Venga chicas, arriba esos brazos, ese trasero, a ver ese ritmo, uno, dos, uno, dos, y no os quejéis... que vamos a estar prohibidas este verano"

Así no se puede dar una clase de aerobic. Te entra la risa, claro, sólo pensar en pasar a formar parte de las mujeres calificadas como "prohibidas". Quizás para animar no está mal. Y para hacer unas risas todavía mejor.

Me lo contó mi prima Concha en una de esas conversaciones de sala de damas.

Yo hace mucho que he dejado ese tipo de ejercicios, pesas incluídas, y me he pasado al yoga y al pilates. Menos prisas, movimientos lentos y concentrados, precisos, las profesoras o instructores van de rollo zen y no te gritan. Sales agotada pero flotando, bueno para el cuerpo, mejor para la mente. Ganas en flexibilidad y para las que queremos engordar -así es la vida- es mejor.

El caso es que por marzo el personal femenino nos ponemos las pilas a marchas forzadas. No sé si será la operación bikini o lo que sea, pero es como una fiebre, estés como estés. Hala, hala, todas al gimnasio.

Pasar de Madrid barrio de Chamartín al Boalo tiene muchas ventajas. Entre otras que cambias un gimnasio con actrices y modelos de impresión a otro con señoras normales, como una. Y ganas algo en autoestima. Como en otras cosas, depende del contexto donde te mueves. "Context is all" dicen los ingleses.

En la Casa de la Cultura del Boalo hay clases de aerobic, pilates, yoga, pintura, música, de todo. El que toca jazz en el pub de Cerceda, el Artesanado, Jorge, es el profesor de música, además de manager de grupos. Aquí todo el mundo tiene pluriempleo.

Puri, la misma que canta en misa, es la portera, la encargada, de la Casa de la Cultura. Me encontré en el veterinario a la instructorade aerobic, rubia y enérgica. Aunque me animó a apuntarme la vi demasiado marchosa. Estoy para mucho relax, seguí con yoga y pilates.

Por la sierra hay bastantes "alternativos", personas que no creen en convencionalismos sociales o culturales, en mayor o menor medida. Como mi profe de yoga, Tamara.

Es muy discreta y no hace proselitismo, pero está por encima del corte de pelo, de la cosmética y de la química.

Yo creo mucho en el corte de pelo. Soy una firme defensora de la depilación también. Y confío en la cosmética aplicada con moderación pero con entusiasmo, constancia y fe. También soy partidaria de ciertos productos químicos, especialmente de los utilizados para la fumigación contra hormigas y orugas procesionarias.

No hace falta coincidir en muchas cosas para apreciar a la gente. A Tamara no es que la aprecie, es que la quiero. Y la admiro mucho.

"Namasté" decimos al finalizar la clase de yoga. Quiere decir "saludo la luz divina que hay en ti".

Me gusta. Porque es verdad. En cada persona hay una luz. Una luz diferente.

Y en Tamara es tan potente que por eso es tan pacífica y tan suave. No necesita imponerse.

Gracias, Tamara. Hoy iré a yoga 2 horas porque me perdí la clase del martes y eso no puede ser.

martes, 24 de marzo de 2009

Forza Italia


Siempre que viajo, sea por trabajo u ocio, compruebo que los italianos son como de otro planeta. Barcelona está llena de italianos, me dicen que la Costa Brava y Dorada también, como las Baleares. Guapos, atractivos y, lo que me incomoda un poco, impolutos. Con ellos es como si el trajín del viaje no fuera. Parecen todos sacados de un catálogo de Armani.

Cuando era joven y, como a muchos españoles, me mandaron a Inglaterra a aprender inglés el verano, ya era evidente. Reconoces a un italiano, a una italiana, a distancia, tenga dieciséis u ochenta años. Es cierto que nos parecemos y que algunos nos confunden a los españoles con los italianos. Ojala fuera cierto, es sólo un aire que rapidamente diferencias. Hablamos casi igual de alto, eso sí. Y somos tan poco discretos como ellos a menudo.

Treinta grados a la sombra, un calor de espanto, todo turista que se precie está agotado, no sé, de ver la Mezquita de Córdoba, la Torre Eiffel o, en su caso, la Isla de Ellis. O mojado hasta los tuétanos tras la visita al Big Ben. Si viajas por trabajo y eres normal, o sea, no eres italiana, el final del día suele pillarte derrotada y con cara de pocos amigos.

Da igual, allí están ellos: tan campantes, ideales de la muerte con un autendo que parece recién sacado del Vogue, sin arrugas en la ropa, sin sudor, sin haberse mojado, listos para seguir vendiéndole al mundo no se qué, pero algo.

Mientras el común de los mortales arrastramos nuestra persona por aeropuertos, autobuses o taxis y nos derrumbamos derrotados en un asiento ellos nos miran desde su superioridad estética. Porque son superiores y lo saben.

Estoy convencida que están todos subvencionados por el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano para hacer patria y apoyar con su presencia las exportaciones, la cultura, como dirían los cursis, la marca-país, Italia.

lunes, 23 de marzo de 2009

Preferente


"Lo siento mucho, pero voy a tenerla que colocar en preferente"

No podía sacar ayer mi tarjeta de embarque por internet. Tampoco esta madrugada -ni las calles puestas- funcionaba el check in electrónico en la T4, acudí al mostrador.

"Pues nada, nada, en preferente" dije encantada.

Haber sacado el billete más barato tiene a veces estas curiosas sorpresas. Agradezco el cambio y pregunto extrañada si hay alguien que no quiera semejante cambio y me dicen que sí. A veces podemos ser así.

Es un vuelo nacional, no notaré la diferencia, demasiado corto el trayecto. Sé bien en cambio lo que se agradece en uno transatlántico. Pero, en cualquier caso, bienvenida sea una hora en preferente pese a mi billete a precio de risa.

El sábado me dejaron probar un coche bueno, mejor que el mío, o sea, casi cualquier coche. Automático, cómodo, como el coche fantástico, sólo falta que te salude.

"¿Quieres conducirlo tú?" me preguntó mi prima.

"Por supuesto" contesté entusiasmada. Me encanta conducir, me encantan los coches buenos y no tengo habitualmente la posibilidad. Qué gozada conducir así, es otra cosa. Aunque me costara cogerle el tranquillo. Es la falta de costumbre.

Sabe Dios que, si por una de esas casualidades de la vida, se me ofrece preferente o coche bueno los voy a disfrutar como una enana. Faltaría más. Y agradecer.

Y no importa que sólo sea una hora, media hora. A por ella.

Coda a las 8.34: Hay avería en el avión, aquí estamos esperando... Nos han dicho que las 8.30 nos dirán algo, son y 34 y aquí no dice nadie nada. Justicia distributiva, lo llaman. En fin. Media hora más para bloggear un poquito. Pues bendito sea Dios. Y el que no se consuela es porque no quiere. Digo.

sábado, 21 de marzo de 2009

Fideos de resucitar muertos, el punto o el meneito



Lo prometido es deuda, aquí va la receta de los fideos con chirlas o almejas de Galicia pasados por el Boalo. El punto es lo difícil de esto, pero es prueba superada con la práctica.

Almejas o chirlas, según el presupuesto. Fideos de los más gordos (no de fideuá con agujero, sino de los bastos de sopa, pero de los más gordos, gordos, número 4 en adelante). Yo pongo 50 gramos de fideos por persona. Poner en la cazuela un vaso de los de agua de aceite, el truco de este plato tiene que ver con que el aceite ligue bien todo. Echar picadita media cebolla por persona, mejor de las dulces y medianas tirando a pequeñas (para vaso de agua de aceite serían como 2 cebollas medianas-pequeñas), dos ajos picaditos y un puñado generoso de perejil picado.

Esto se tiene que hacer muy lento, pochar, esto es, dejar que la cebolla se ponga transparente a fuego medio-bajo y lentamente, tarda un poco. Entonces se echa una cucharada sopera bien colmada de pimentón, aunque si no se quiere no pasa nada, pero le da gracia. Cuidado con el fuego, mejor retirar cuando echas el pimentón porque éste se arrebata con facilidad, se quema en un pis pas. Tras el pimenton, se echan los fideos que hay que remover para que no se peguen. Para esa cantidad de aceite -un vaso de agua- serían 2 vasos de vino de fideos, unos 200 gramos, como para 4 personas. Los fideos tienen que quedarse empapaditos en el aceite con la cebolla y el pimentón.

Luego, puesto al fuego fuerte otra vez, se echa litro de agua caliente -ya caliente, esto es muy importante, yo tengo une kettle con la que caliento agua, da igual el microndas, pero tiene que estar caliente, hirviendo-.

Esto se hace mucho mejor con cazuela de barro y cuchara de palo, removiendo para que el fideo no se pegue abajo (pesa bastante y tiende a pegarse) y dándole un meneito de vez en cuando. El meneito es lo mejor para que no se pegue.

No tengo gas sino vitrocerámica -un horror para cocinar-, este plato con gas saldrá, seguro, mejor, se controla mejor el fuego y bajas o subes la temperatura según lo necesites.

Salas a mitad de cocción con cuidado, porque el agua tiene que consumirse en unos 15-20 minutos dependiendo de lo dura que es el agua y la calidad de los fideos.

El plato tiene que ser con los fideos hechos -sin estar pasados- flotando como el arroz entre caldoso y meloso, esto es con una salsa muy consistente y rica de cebolla bien hecha, muy poquito de agua que queda, el ajo, el perejil y el pimentón, todo trabadito emulsionado con el almidón que suelta la pasta. Como se le van a echar las almejas o las chirlas con su agua hay que contar con que le vamos a añadir líquido.

Aparte has abierto las almejas o chirlas con su poquito de agua, y, una vez abiertas, cuando veas que el fideo está ya al dente y le queda un suspiro -2,3 minutos y casi nada de agua- y está en ese punto entre caldoso y meloso, le echas las almejas con su caldo. Es bueno quitar a las almejas la arena antes de abrirlas, pasarlas por un chorro de agua fría antes de ponerlas en la sarten a que se abran, si no con el caldo echas la arena y todo.

Parece difícil pero no lo es, con 2 o 3 veces que lo intentes se coge el punto.

Y están de muerte.

Pueden confirmarlo los 13 invitados que tuve el pasado fin de semana. Todos murieron de intoxicación y sus almas en pena vagan por mi casa.

Que no, que es broma.Pero me encanta el humor negro. Y si es inglés, todavía más.

jueves, 19 de marzo de 2009

En lo más crudo del crudo invierno. Vida Perra IX)


Aquí me tienen. Ayer fue mi cumpleaños, siento decirlo con retraso, especialmente por Driver que me debe un paseo en su ferrari.

Cuatro años desde que ella me sacó de la protectora, otra forma de dies natalis para mí al fin y al cabo. A perra muerta, perra puesta, debió de pensar y, de nuevo, como ocurrió con Pepa, una chucha que nadie quería, demasiado mayor, demasiado grande, demasiado ... lo que fuere, pasó del comunismo al sistema feudal, definitivamente a mejor vida. Ella la vasalla, nosotras las señoras, y a Cesar Millán que le den.

El caso es que mi llegada a su vida coincide casi con la de la primavera. Esta primavera de 2009 supone, además, el fin de un duro invierno en el que nos mudamos de la ciudad al campo. Y ella de trabajo y otra mudanza más, la interior, la que más cuesta.

Es el momento de hacer balance aunque la pelma de Tana no me deje en paz. Yo, una perra en edad de jubilación casi, nueve años biológicos aunque cuatro de buena vida, no me merecía una adolescente y encima boxer en esta última etapa que debería ser de tranquilidad.

Personalmente, perdón, quiero decir animalmente, el cambio a lo rural me ha gustado. Venir de un piso a una casa con jardín ha estado francamente bien. Nuevos e intensos olores, campo, dónde va a parar. Mi misión, que es proteger, la puedo ejercer aquí mucho mejor, con terreno, que en la ciudad. A ver si Tana aprende porque se va con cualquiera y no ladra los ladridos reglamentarios cuando llaman a la puerta, cuando pasa gente por la calle, al ver un caballo, una vaca.

Otra cosa ha sido el cambio para mi ama. Todo cuesta mucho a veces a los humanos, en términos financieros y en los otros. Se le ha roto todo, por su orden y varias veces. Luz, 2 veces. Calefacción, otras 3 más las 2 de la luz porque sin luz no hay calefacción. Agua, 2 veces. Electrodomésticos, todos rotos recién comprados -salvo la nevera- por una subida de tensión o un electricista que metió la pata. Inundado el jardín, 1 vez. Hemos vividos a 4 grados un par de días en la casa. Se ha duchado con agua fría durante más de 15 días en mitad de nevadas de 4o cm en el jardín.

Lo más duro: anochecer a las 6.30, días -hasta 13- seguidos sin ver el sol. Todo esto se vive de una manera diferente en el campo. Los humanos son más conscientes de todo, de su soledad, de sus limitaciones aquí. Pero hay personas que quieren ser más conscientes, no menos.

A pesar de habernos mudado en lo más crudo del crudo invierno, en noviembre, y haber padecido uno de los peores inviernos que se recuerdan, mi ama ha sobrevivido bien y fuerte al clima y los desastres domésticos. Gracias al teléfono y al blog. Y al trabajo, que no le ha faltado a pesar de la que está cayendo. Y a los amigos y a su familia que han subido casi todos los fines de semana.

Ella, ingenua, creía que había ganado bastante en paciencia estos meses. Pero como su hermano Juan le aclaró en lo que realmente ha ganado es en optimismo, todavía más. Yo le enmiendo a Juan, mi ama es como nosotras: naturalmente optimista. Nos parecemos Tana, yo y ella, compartimos esa alegría de animal, ¿y tú querías ser más consciente? Toma ya biología pura. Te la encuentras quieras o no.

Hace unos días pensé que lo que hemos vivido se parece mucho a la película de Baby Boom. Cambien Vermont por la cuenca alta del Manzanares, a la niña por Tana, el resto es casi igual. Salvo que nuestro veterinario no se parece en nada a Sam Shepard. Desafortunadamente. En fin. Vida perra, ya saben.






Médico de pueblo


Vivir en un pueblo tiene estas cosas. Es un pequeño universo donde la enfermedad es más evidente. Veo a Matías en el bar, es el borracho del lugar, el que mueve a la risa con su bamboleo y su hablar entrecortado. Como no molesta mucho los vecinos le toleran y hasta le jalean. Su enfermedad no va con ellos y les resulta incluso graciosa. Rara vez viene Matías a mi consulta. Su alcoholismo le dejó trabajar y vivir bien durante años. Ha ido lentamente instalándose sin síntomas apenas, sólo ahora empieza a pasarle factura en su soledad de cuarenta años. Yo lo sé pero poco puedo hacer. Le abrazo en el bar y hago que coma algo caliente.

Ser médico de pueblo tiene estas cosas. Sabes que tu medicina es limitada, aunque tus vecinos tengan a veces una fe inquebrantable y casi inexplicable en ti. Soy el doctor y como en otras fuerzas vivas se confía en mis poderes de modo a veces infantil. Algunos buscan la pastilla de oro, el tratamiento mágico y fácil que les curará de sus dolencias, la sabiduría de un diagnóstico certero bajo nombres incomprensibles. Cuanto más incomprensibles más les gustan, es curioso. Ellos mismos se buscan a veces unos nombres inventados para lo que tienen. Yo sonrío y no corrijo. Y los remedios: a veces también se los buscan, a cada cual más raro: "el agua por la mañana bebida en ayunas encomendándose a San Expedito". Les dejo hacer.

Vienen otras veces como en procesión a mi consulta con pretensiones chocantes, sin poderse explicar a menudo. "Doctor, que tengo un dolor como por aquí que me sube y que me baja entre las cuatro y las seis de la tarde los primeros viernes de mes..." Es María que se vuelve a señalar la cadera. Le pregunto lo evidente "Pero, hija, ¿tú cargas con mucho peso?" "Pues ahora que caigo, un poco...". Decir lo sencillo es a veces lo que no se puede decir. Cargar con el saco de pienso de los cerdos es la lógica causa de la dolencia. Pero ella quiere la pastillita milagrosa que le hará enfrentarse al dolor con seguridad mientras sigue cargando el pienso. Dejarlo nunca jamás. Para ella es imposible, no puede imaginar su vida sin ese fardo, el ir y venir del corral y al corral, los pies sucios y agotada con tanto trajín. Pero se ha acostumbrado casi hasta al dolor aunque sea molesto.

Ser médico de pueblo tiene estas cosas. Sabes que todos tus vecinos están enfermos, son enfermos. Incluso los que piensan que no lo están. Conoces sus antecedentes familiares y has trazado su historial clínico desde hace tiempo, vengan o no a tu consulta. No hay enfermedades sino enfermos, qué gran verdad. La humanidad son enfermos de gripe, cáncer, reumatismo, obesidad y, ahora, anorexia. Enfermos con pulmonías en invierno, úlceras de estómago en primavera y muchas otras dolencias ocultas, conocidas y desconocidas. Algunas se hacen crónicas. Por todos siento la misma compasión, por los que se pasan por mi consulta y por los que me saludan con miedo en la calle, esos que piensan que el médico cuanto más lejos mejor.

Siento una ternura especial por quienes cuidan de su salud, temerosos de los malos vientos, de las bacterias o virus: no saben que cualquier día se los lleva por delante una enfermedad desconocida, tan expuestos están como los demás. Ser hombre es estar enfermo.

Ser médico de pueblo tiene estas cosas. Vino el otro día Pablo, buen hombre, le notaba triste y muy desmejorado los últimos meses. Me lo encontré el miércoles en el mercado y le anime a visitarme. Vencí su natural timidez y resistencia con afecto y bromas. Hay hombres que no van al médico ni aún los maten. Se quitó la camisa sin ganas y como con miedo todavía, lo ausculté con calma. Hablamos un rato.

Al irse me preguntó Ana, mi enfermera "¿Qué le ocurre a Pablo?"

"Nada que no hayamos visto, Ana, otra forma de mal de amores", contesté.

Sonrió Ana.

Podría haberle dicho a Pablo que no buscara con tanto ahinco en el lugar equivocado, una y otra vez. Pero soy médico de pueblo y sé que no servirá de nada. Se le pasará.

Estoy para curar y, cuando no puedo, que es la mayoría de las veces, simplemente acojo.

Ahí va Pablo, el corazón roto de parte a parte, abierta la carne y a la intemperie. Sólo mi enfermera Ana y yo lo podemos ver.

El Boalo. 19 de marzo de 2009. San José. Día del Padre, recuerdo a los que no están.

Para Ana. Porque sé que me pasé ayer, nunca mejor dicho, tres pueblos.
En el fondo estamos de acuerdo. Ubi caritas.


miércoles, 18 de marzo de 2009

Caldos


Hoy va de alegrías culinarias, que también las hay. No todo van a ser desgracias domésticas invernales y fracasos culinarios infantiles o adultos.

Este verano descubrí el unto en Galicia. Elisa me regaló un buen trozo, además de tocino, huevos, cebollas y, por supuesto, patatas, esas patatas gallegas que son otra cosa. Cuando me trasladé de casa el pasado noviembre me dijo mi madre "te has dejado algo blanco en el congelador, como un pez". Caí en la cuenta de que el supuesto pez era el unto y me lo traje a El Boalo. Tengo todavía para unos meses.

Echo un poquito, como una nuez, cada vez que hago cocido y algún que otro guiso de puchero, le da sabor de Galicia, un ligero amargor de pueblo. Pero el unto donde está mejor es en el caldo gallego, es como si lo pidiera. Con el espinazo salado, otro trozo que me regaló Elisa, más otros que yo he salado y congelado tras la matanza en Barcarrota, nada como el espinazo para dar sabor a un caldo. La madre de Conchita me enseñó a hacer el caldo gallego y la empanada en su casa en Vigo.

Los grelos no los encuentro por aquí, mi primer caldo gallego "sin ayuda" lo hice en Carnota con navizas, que son los grelos que hay en verano, grelos jóvenes por lo visto, no realmente grelos, sino las hojas que lo rodean. Al caldo gallego, ya hecho, le añado un chorritín de aceite crudo, del mejor, intenso, un poquitín, y todo casa mejor.

He vetado desde hace cinco años todo Avecrem, Starlux y sucedáneos, en casa de mi madre hago como que no me entero que lo tienen. Es un tema de gusto. El caldo siempre de verdad, de huesos de carne, de jamón (del mejor a ser posible), o, si es de pescado, de rape si puedo permitírmelo -está por las nubes-, cabezas de gamba, gambón o langostino. El caldo del cocido, que es lo mejor del cocido, es bueno en función del morcillo y la gallina, de los huesos o la punta de jamón, y esa hierbabuena que le da otro aire. La verdura también es fundamental en algunos caldos.

Me enseñaron un truco que no sabía en Le Gargantua: los caldos salen mejor si antes se tuestan, al horno o en sarten, los huesos o el marisco. Tienen más gusto, mucho más. Y así lo hago, la crema de marisco del 24 de diciembre que tenía 3 carabineros bien contados, unas pocas gambas, un bogavante que estaba barato (increíble, en Navidad a veces pasa esto) y mejillones salió de muerte porque hice el truquito: cabezas y peladuras de los carbineros y de las gambas un poco doradas en la sarten, las puse un poquitín de azucar incluso, y luego a cocer con la carcasa del bogavante (esa no la doré porque es demasiado dura, no saldría). Con un chorrito de coñac, siempre del bueno (otra cosa en la que no hay que racanear jamás), con pimienta y un poco de nuez moscada todo el pescado y el marisco, ligada y espesada levemente, picadito el pimiento y un poco de tomate, la sopa, más bien crema, levantaba a un muerto.

Pero de lo que estoy más contenta de todo es de los fideos con almejas, innovación de este año. Bueno, con chirlas, las almejas estaban tan caras que no me atreví y compré chirlas a granel. Las congelé porque Ana, mi amiga leonesa, me dijo que se podía. Y he ido tirando de ellas para arroces varios y esos fideos que tras 4 veces de hacerlos ya me salen niquelados.

La receta la pedi este verano en Santiago de Compostela a la cocinera, gorda, enorme, de un mesón en la Rua do Vilar, creo recordar. Estupendo lugar donde volvimos una y otra vez, daban allí los fideos de esos gordos con almejas que era para comer con reclinatorio de la devoción que te entraba. Mi prima se comió tres platos sin rechistar. "Pues lo normal, pones la cebolla a hacerse lento y luego el pimentón o sin pimentón, los fideos y el agua todo junto y las almejas al final" me dijo la cocinera. Cogí la idea pero el punto me ha costado un par de ensayos. Como en otras cosas el punto es algo que no se puede transmitir, lo coges con la práctica. Ahora ya lo tengo clavado, pero dejo la receta para otra entrada o esto se hace interminable.

Este fin de semana intentaré una sugerencia de mi amiga Raquel, buena cocinera donde las haya: lasagna de morcilla. Todavía tengo la de lustre que ella me regaló de la matanza. Habrá que aligerarla con un poco de verdura o algo para que no sea tan pesada y mezclarla con una bechamel no demasiado espesa. Creo que saldrá bien, pero por si acaso consultaré antes con la experta algunas dudas que tengo.

martes, 17 de marzo de 2009

El jardinero inglés



Acompañé a Ruth al rastrillo en la rectoría y no me defraudó. Fue un día de sol y calor, apenas nubes, envolvimos pasteles y bizcochos, los metimos en la camioneta azul y allá que nos fuimos. En Castletownbere Ruth acudía al servicio dominical protestante en la residencia de ancianos mientras Sean, católico, venía a misa, al parecer la paz religiosa era posible. Pero en cambio le sentó fatal que acompañase a Ruth a la rectoría.

Tenderetes y señoras con sombrerito, el señor obispo en persona con su esposa, actividades para los niños, comida -dentro del limitado ámbito que este término tienen en estos lares- y moneditas que se iban juntando, ambiente igual que en una novela de Agatha Christie.

Y allá en el fondo sentado con su sobrina caballuna, él, el jardinero inglés.

Algunos británicos, descendientes de los señores impuestos por Gran Bretaña ancestralmente, siguen viviendo en esa zona de Cork. Tal era el caso del jardinero inglés, un noble venido a menos, ochenta y tantos años. Me senté tras pedir permiso y comenzamos a hablar. Oh sorpresa, le entendía todo lo que decía, quizás por eso confraternicé.

Botánico y encantador me invitó a conocer su jardín y fui a los pocos días. En un recodo antes de llegar a Glengarriff se encontraba el desvío que daba al terreno del jardinero inglés. Me esperaba encontrar con una mansión al estilo de Bantry House, quizás otra belleza escondida como el castillo de Castletownbere, Puxley Mansion, en aquel entonces derruido y hoy desgraciadamente transformado en un hotel de campanillas.

Y no, entre la maleza y tras perderme 3 o 4 veces fui a dar con el lugar. El jardinero inglés vivía en una caravana, una casa móvil de esas como las de los pobres de EEUU. Rodeado de un desorden espeluznante el antiguo explotador me acogió amablemente. Me enseñó el jardín, lo último que quedaba del viejo esplendor inglés, cartelitos como de niño, una caligrafía preciosa, los nombres de cada planta puestos a los pies de las distintas especies. Me conmovió.

"Nosotros nos portamos mal, pero ellos nunca olvidaron". El jardinero inglés con una taza de té, la sobrina parecida a un caballo, yo sentada observándolo todo.

Al dejar el jardín, tan bonito y triste en su soledad y humildad, me pasé por Mossies, otra inglesa afincada en la zona con un Bed & Breakfast y un restaurante preciosos en Adrigole, jardín cuidado, vistas espléndidas. Luego volví a Tir-Na-Hilan, bordeando la costa y Hungry Hill , de nuevo territorio agreste y católico.

Dios bendiga Irlanda hoy, día de San Patricio, especialmente a Beara.

Por cierto, San Patricio nació en Escocia y fue raptado por piratas irlandeses.

lunes, 16 de marzo de 2009

Reputación


Desde hace unos seis años se habla mucho de la reputación corporativa. Trabajé en este área, tangencialmente, en una consultora. Era interesante.

El término reputación vino a sustituir al de imagen. La primera es consolidada, estructural, resultado del paso del tiempo. La segunda es coyuntural y esporádica. Se dice que la reputación es el conjunto de las opiniones de los públicos con los que trabaja una organización: accionistas, clientes, empleados, proveedores, sociedad en general. E incluso se vende -estamos en consultoría- que la reputación de una empresa se puede no sólo medir, sino gestionar. Como otros activos intangibles de una empresa.

Algo raro me parece a mí que ocurre cuando las empresas ponen tanto énfasis en esa gestión de la reputación que al final depende más en comunicar que en hacer. Tanto me da que hablemos de reputación que de imagen. Porque al final es eso, mucho trabajo para decir (notas de prensa, discursos, webs corporativas, etc., etc.) y medir qué van pensando y qué no los públicos (encuestas, grupos de discusión, etc.) y pocos recursos para hacer mejor o cambiar el modo en que se hacen las cosas a veces, que se pueden hacer fatal.

Triste, ¿verdad?, pensar que al final lo que piensen los demás tiene más importancia o viene a sustituir lo que algo o alguien es. Es un reflejo terrible de nuestra sociedad, no sólo a nivel empresarial, también político y desde luego personal.

Esta mañana pensé también en la reputación no sólo de las organizaciones, de las personas. Una reputación que se puede ir labrando con lo que uno dice, cuenta, más que con lo que uno hace. O en cómo dice y cuenta lo que hace, esto es muy significativo.

Trabajar en agencias de comunicación, gabinetes de prensa o en colaboración con las direcciones de comunicación de muchas grandes empresas te hace ser consciente de que cerca del 80% de lo que aparece en los medios es resultado de tu trabajo: los medios dicen de ti lo que tú quieres, y tienes la habilidad, que digan. Da mucho vértigo, te parece a veces hasta inmoral: cada vez menos periodistas, más jóvenes, peor pagados y que saben menos... y más gente "del lado oscuro de la fuerza", de la comunicación corporativa o institucional.

No quiero ni imaginarme lo que esto puede ser en el ámbito político con dosieres de por medio e intereses de unos y otros mezclados.

"De dinero y santidad, la mitad de la mitad" decía mi abuelo. Creo también que de todo, en general, la mitad. Detrás de muchas buenas reputaciones a menudo hay mucho menos de lo que se espera o se piensa, bien lo sabemos.

Por eso y, como diría Toi, en principio no me creo casi nada de nadie, como mucho la mitad. De las empresas desde luego, pero tampoco de las personas. O sea, de lo que dicen o se dicen, o dicen otros, o hasta dicen ellas de si mismas. Por simple sentido común.

"Watch his walk, not his talk". Pero es que, hasta si me apuran, en el "talk" hay tela marinera más allá de lo que puede parecer. Decimos más en lo que no decimos o en cómo decimos lo que decimos, que en lo que supuestamente queremos y pretendemos contar. La literatura, hasta la corporativa, no engaña o engaña menos, creo.

Por eso también detrás de algunas malas reputaciones hay algo más o, incluso, algo diferente. No es fe ni confianza en el ser humano, aunque sí la tengo, es experiencia, intuición y haber trabajado en comunicación. No es que todo el mundo sea güeno, es que algunas personas son mejores que la mala reputación que les precede o bajo la que se parapetan.

Igual que la buena reputación sirve para ocultar, la mala también.

La buena y la mala reputación a veces son cómodas, es terreno conocido, eres "el listo", "el canalla", "la guapa oficial" o "la mujer siempre buena y sensata" y esto protege a algunos de todo lo que además son: como todos los seres humanos, un mundo y, a la vez, muy poca cosa, muy limitados todos.

Bajo el hilo de una pésima reputación labrada a menudo a golpe de esfuerzo de comunicación suena otra música de fondo, más suave y real. Incluso en ese interés constante en hacer partícipes a los demás de ciertas cosas canta el vacío, una amargura suave y triste que hay detrás, el olor de la soledad.

Como en los perfumes: las notas de salida dejan paso a las de fondo.

Si es un buen perfume, las de salida no empañan las de fondo.

Están ahí agazapadas, saltan cuando menos te lo esperas, son profundas, amaderadas, acuáticas, florales o frutales, da igual, pero siempre de gusto, con gusto.

No embriagan, no sacian, quedan. Te emocionan y sorprenden agradablemente.

Salen las notas de fondo si el perfume está bien hecho, si las de salida, más saltarinas y evidentes, tan jaleadas a menudo, no las ocultan.

Porque un mal perfume es eso: acaba ahogado en las notas de salida por exceso de éstas, también por su mala calidad. Es el olor de los perfumes baratos.

Algunas notas de salida pueden matar un perfume, acaban por derribarlo, por excelentes que sean las notas de fondo éstas se desintegran, se acaban perdiendo. Y es una pena.

Las notas de fondo son las que construyen un buen perfume, las de salida, importantes siempre, deberían envolverlo con suavidad, abrirlo para que ese fondo, tan conmovedor siempre, se muestre, quede.

Siempre y en todo lo que construye, lo que nos construye, creo yo.

Lo que une, de verdad, no lo que acaba por distanciarnos y hacernos irreconocibles, empezando por uno mismo.

sábado, 14 de marzo de 2009

Sala de damas


Ayer estuvimos en el Castillo de Manzanares el Real. Me encantó el castillo, aunque, ay, tenía eso que llaman un "centro de interpretación" que nos explicaba todo. Esto movería al espanto, entre otros, de mi cuñada Irene, profesora, y de algunos a los que les horroriza semejante invento. Otros, más incultos, lo agradecemos a veces.

En cualquier caso las vistas desde el castillo son espléndidas. Su historia, con el Marques de Santillana de por medio y mucho más (esto es más tierra de Segovia que Madrid), así como la recreación de las salas nos gustó mucho. En especial la denominada sala de damas.

No soy muy partidaria de las asociaciones sólo para mujeres ni creo tampoco en lugares diferenciados por sexo salvo el cuarto de baño público y, si es posible, el gimnasio y la peluquería.

Sin embargo, me parece muy agradable tener momentos sólo de mujeres de vez en cuando. Eso era la sala de damas: un espacio para ellas donde no pasaban ni maridos ni caballeros. Allí bordaban, hablaban y leían. Lo de que te lean en voz alta mientras haces otra cosa me parece bonito, mejor a menudo que escuchar la radio. La sala está presentada hoy como un lugar donde se sentaban o más bien recostaban a la morisca, medio tumbadas. Comodísimo, la verdad.

¿De qué hablamos las mujeres cuando estamos entre mujeres? Yo creo que de todo, pero encima hasta más. Sé que es difícil imaginar esto en algunos casos, pero es posible, de verdad.

Vamos más deprisa y cambiamos más rápido de tema, el ritmo a menudo es distinto, el tono, la voz, creo a veces que también, aunque asumo que depende de los ambientes donde una se mueve. Cuando nos decimos adios nos cuesta. Es como si, a pesar de todo lo hablado, la tarde o la comida o lo que fuera se te hubiera quedado siempre corta. Por eso las despedidas son tan largas a veces entre mujeres. Siempre te acuerdas de algo más que tienes que contar o que preguntar.

¿Qué es la eternidad? Dos mujeres despidiéndose. Ni Santo Tomás lo definió mejor.

Es divertido tener esa sala de damas, un espacio que de vez en cuando necesitas, tanto como el del cuarto de estar común de amigos y amigas, la habitación compartida con una sola amiga, el aparte de vez en cuando con algún amigo y, por supuesto, una habitación propia.

PD: Siento la música, no es la de la época, lo sé. Quería colgar de Capella de Ministrers, "Callen todas las galanas" (de Pedro de Lagarto, del Cancionero de Palacio), pero me es imposible. Y es lo que le iba ;-)

jueves, 12 de marzo de 2009

La roja insignia del valor


Miedo a la oscuridad.
Miedo a que tu madre no esté.
Miedo a estar sola.
Miedo a que no te hagan caso.
Miedo a que te riña la maestra.
Miedo a los monstruos, al demonio, al infierno.

Miedo a que no te ajunten.
Miedo a no saber responder la pregunta del profesor, a responder mal.
Miedo al examen.
Miedo a hacer el pino puente y saltar el potro.
Miedo a entristecer a tus padres, nunca a enfadarles o al castigo.
Miedo cerval de las películas de miedo: Drácula, vampiros, momias y otros horrores.

Miedo a no gustar a los chicos.
Miedo a no ser aceptada en el grupo.
Miedo a quedarte en blanco en el examen.
Miedo a que no te quieran, a que te quieran y te dejen de querer.
Miedo a quedarte embarazada.
Miedo a no poder tener hijos, miedo a no tenerlos.
Miedo a no entender cuando te hablan en otro idioma. Miedo de no entender, no comprender a los demás, independientemente de la lengua.

Miedo a no saber hacer lo que te piden, por lo que te contratan y te pagan, miedo a no tener las habilidades o facultades adecuadas, más adelante a perderlas.
Miedo a dar clases: vomitar hasta la última papilla siempre el día antes.
Miedo a que se den cuenta de que no sabes nada, a no hacer o enseñar nada de valor.
Miedo de hacer daño, de dejar a alguien herido. Miedo a defraudar, a fallar.
Miedo de las alturas, no poder ver las líneas de fuga, a las escaleras y los rascacielos.
Miedo a no poder mantenerse o valerse por una misma algún día.
Miedo a no poder pagar las facturas y a que la tarjeta pite "no hay saldo, no hay saldo" .
Miedo a vivir sola.
Miedo a la pobreza.
Miedo a la enfermedad.
Miedo al dolor.
Miedo a envejecer sin dignidad, en soledad, con deterioro.
Miedo a la soledad.

Miedo por los niños, miedo al mundo que les dejamos y, a veces, que les rodea. No miedo: terror es la palabra.
Miedo a perder la razón.
Miedo a tenerla.
Miedo a acertar.
Miedo a equivocarse.

Miedo de una misma.

Miedo a la oscuridad.
Miedo a que tu madre no esté.
Miedo a estar sola.

Miedo a no tener peso suficiente. Miedo de no haber amado al final de la tarde.

Muchos ahí todavía.

No es valiente el que no siente miedo.

Es valiente el que lo siente y aprende a vencerlo o a vivir, con cierta paz, con él.

martes, 10 de marzo de 2009

Amigos y discusiones. Familia y discusiones. 2)


Decía José A. ayer que el tema no era tanto discutir sí o no, sino cómo se discute. Tiene razón y por eso no vamos a discutir, ;-), pero, más allá de las formas, quizás antes que ellas, hay que saber que en las discusiones se mezclan a menudo, por parte propia y /o ajena algo que no es ni el contenido o el argumento de la discusión ni el modo en que "argumentamos". Me refiero a las discusiones familiares o de amigos, no a otras.

He descubierto que a veces se discute no porque se esté en desacuerdo, se discute porque uno está enfadado y dime de qué se trata que me opongo. Una buena o más bien mala discusión es la espita donde se ventila no algo racional, -diferencia de pareceres, opiniones o gustos- sino el simple mal humor con consecuencias a veces penosas. Esto en familia se ve bastante.

Con amigos es distinto, estamos más moderados a veces en el mal humor o en el cabreo acumulado por el trabajo, la vida o los disgustos. Lo cual no obsta para discusiones memorables porque también, desafortunadamente, lo emocional se entrevera y, a menudo, lo que uno defiende no es sólo una posición, es también a uno mismo, su modo de vivir o actuar que se siente amenazado, juzgado o minusvalorado por lo que el otro dice con mejores o, a menudo, peores formas o hasta intenciones.

Recuerdo una discusión que acabó antes de empezar "¿Conocéis a algún idiota que vote al PP?" Joé, pues si empezamos así es que ni discutir vamos a poder. Y otra más que finalizó al descalificar una de las partes a la profesión militar de pleno "Quien lleva una pistola es ... ". Hombre, así no es de extrañar que se estuvieran meses sin hablar: tocas un modo de ganarse la vida pero también de vivir.

Las formas de discutir son importantes, pero tengo la sensación de que antes hay otra cosa más importante que facilita las formas, las hace auténticas de verdad, no simple fair play. El respeto. Y el sentido de la oportunidad y el común antes de iniciar una discusión para poder valorar el estado de ánimo propio y ajeno, ambos, una forma de empatía. Con estos 2 últimos te das cuenta muchas veces que no vale la pena discutir en ese momento, porque realmente no vas a discutir, vas a tirarte los trastos a la cabeza o te los van a tirar.


lunes, 9 de marzo de 2009

Amigos y discusiones. Familia y discusiones. 1)



Son dos binomios inseparables. Amigos y discusiones. Familia y discusiones.

Yo no sé qué pasará en otros lares, pero desde luego en los alrededores que frecuento esto es así. Nos queremos mucho, nos achuchamos bastante, pero ¿qué sería de la familia y de los amigos sin alguna discusión que otra? No sería lo mismo, nos encontraríamos raros. Donde hay confianza se discute, creo.

Es cierto que superada cierta edad se templan los ánimos y se sabe discutir "mejor" y, también, menos. Intercambiamos pareceres con más calma y, sobre todo, más conscientes de que el cariño que nos tenemos supera, debe superar, cualquier diferencia ideológica, de sensibilidades, estéticas. Las últimas casi son las peores porque aunque de gustos sí se ha escrito y está todo por discutir ¡hay que ver cómo se hace a veces! Recuerdo una discusión sobre Madame de Bovary de espanto.

Es curioso, al final te das cuenta que discutes a veces más por el matiz que por el fondo de las cosas. En cierta afinidad hay más espacio para la discusión que en posiciones totalmente contrarias. El tema es que el matiz -sólo un matiz a veces- te coloca más en frente del otro que a su lado, realmente interesante esto.

Recuerdo una discusión con mi hermano Juan el 13 de marzo en la famosa "jornada de reflexión" tras el el 11 M. Él creía en el engaño del entonces todavía gobierno, yo acababa de dejar a un amigo en una sede asediada del PP. Creo que es la última vez que he discutido con él.

Recuerdo en cambio otra más reciente en mi casa con Miriam y Tinchu, Alvaro, amigos varios sobre la responsabilidad y la ética de las empresas. Tuve que llamarles a la mañana siguiente pidiendo disculpas uno a uno. En todo progreso debe haber recesos para que no nos crezcamos. También caes en la cuenta que las mismas críticas que uno mismo hace, por poner un ejemplo, al trabajo propio, no tienen nada que ver cuando es otro quién las hace: es como decir "mi madre está muy pesada"... o que sea el otro quien te lo recuerde.

Por cierto, luego están las discusiones con las madres, sobre todo entre hijas y madres, pero esas merecen un capítulo aparte, quizás da para tesina, máster, en fin.

Como las de conyuge, creo que también tienen personalidad propia según me cuentan.

jueves, 5 de marzo de 2009

María y el poeta


El 6 de marzo 1881 nació en Santander María Gutierrez Cueto, más conocida como María Blanchard. Aunque creo recordar que en historia del arte en COU, allá por el pleistoceno, ya supe de ella -unida siempre a Juan Gris-, la redescubrí en la exposición “Fuera de orden: mujeres de la vanguardia española” en el Centro Cultural Mapfre de Madrid en 1999.

Compré también un libro que hablaba brevemente de María entre otras mujeres artistas e intelectuales de principios de siglo pasado. Me quedé enganchada tanto a su pintura como a su historia desde entonces.

Me conmovió, me conmueve todavía.

Deforme físicamente de nacimiento –era jorobada-, alentada por su padre marchó a Madrid para aprender a pintar. Fue amiga de Diego Rivera, de Juan Gris y muchos más, prima de Ramón Gómez de la Serna. Vivió en París donde volvió tras una breve temporada en esa España despiadada y cruel donde la llamaban bruja y no entendían lo que pintaba.

Tuvo una etapa cubista sin esa desestructuración final, unos planos que se desdoblan levemente, como ella misma.

Sus cuadros respiran ternura, soledad, nunca rencor o amargura. Me parece impresionante que alguien con tanto dolor pinte con suavidad y paz. Murió en París en 1932.

Las palabras que dijo García Lorca en el Ateneo poco despúes de morir María son impresionantes. Me "reconciliaron" con el poeta sobre el que pesaba en mi caso, qué pena, esa vara que nos dieron en los 70, Lorca hasta en la sopa. Y luego él era otro, qué alegría, y no ese de la propaganda. Como ocurre en la vida a menudo.

Qué bien (re)descubrir a alguien porque sabe hablar del pelo de una mujer, porque sabe verla. Y más.

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"Señoras y Señores:

Yo no vengo aquí, ni como crítico ni como conocedor de la obra de María Blanchard, sino como amigo de una sombra. Amigo de una dulce sombra que no he visto nunca pero que me ha hablado a través de unas bocas y de unos paisajes por donde nunca fue nube, paso furtivo o animalito asustado en un rincón. Nadie de los que me conocen pueden sospechar esta amistad mía con María Gutiérrez Cueto, porque jamás hablé de ella, y aunque iba conociendo su vida a través de relatos originales siempre volvía los ojos al otro lado, como distraído, y cantaba un poco porque no está bien que la gente sepa que un poeta es un hombre que está siempre ¡por todas lascosas! a punto de llorar.

¿Usted conocía a María Blanchard? Cuénteme...

Uno de los primeros cuadros que yo vi en la puerta de mi adolescencia, cuando sostenía ese dramático diálogo del bozo naciente con el espejo familiar, fue un cuadro de María. Cuatro bañistas y un fauno. La energía del color puesto con la espátula, la trabazón de las materias y el desenfado de la composición me hicieron pensar en una María alta, vestida de rojo, opulenta y tiernamente cursi como una amazona.

Los muchachos llevan un carnet blanco, que no abren más que a la luz de la luna, donde apuntan los nombres de las mujeres que no conocen para llevarlas a una alcoba de musgos y caracoles iluminados, siempre en lo alto de las torres. Esto lo cuenta Wedekind muy bien y toda la gran poesía lunar de Juan Ramón está llena de estas mujeres que se asoman como locas a los balcones y dan a los muchachos que se acercan a ellas una bebida amarguísima de tuétano de cicuta.

Cuando yo saqué mi cuartilla para apuntar el nombre de María y el nombre de su caballo me dijeron: "es jorobada".

Quien ha vivido como yo y en aquella época en una ciudad tan bárbara bajo el punto de vista social como Granada, cree que las mujeres o son imposibles o son tontas. Un miedo frenético a lo sexual y un terror al "que dirán" convertían a las muchachas en autómatas paseantes, bajo las miradas de esas mamás fondonas que llevaban zapatos de hombre y unos pelitos en el lado de la barba.

Yo había pensado con la tierna imaginación adolescente que quizá María, como era artista, no se reiría de mí por tocar al piano "latazos clásicos", o por intentar poemas, no se reiría, nada más, con esa risa repugnante que muchachas y muchachos y mamás y papás sucios tenían para la pureza y el asombro poético, hasta hace unos años, en la triste España del 98.

Pero María se cayó por la escalera y quedó con la espalda combada expuesta al chiste, expuesta al muñeco de papel colgado de un hilo, expuesta a los billetes de lotería.

¿Quién la empujó? Desde luego la empujaron; "alguien", Dios, el demonio, alguien ansioso de contemplar a través de pobres vidrios de carne la perfección de un alma hermosa.

María Blanchard viene de una familia fantástica. El padre un caballero montañés, la madre una señora refinada; de tanta fantasía que casi era prestidigitadora. Cuando anciana iban unos niños amigos míos a hacerle compañía y ella, tendida en su lecho, sacaba uvas, peras y gorriones de debajo de la almohada. No encontraba nunca las llaves y todos los días tenía que buscarlas y las hallaba en los sitos más raros, por debajo de las camas o dentro de la boca del perro. El padre montaba a caballo y casi siempre volvía sin él, porque el caballo se había dormido y le daba lástima el despertarlo. Organizaba grandes cacerías sin escopetas y se le borraba con frecuencia el nombre de su mujer. En esta distracción y este dejar correr el agua, María Gutiérrez se iba volviendo cada vez más pequeña, una mano le tiraba de los pies y le iba hundiendo la cabeza en su cuerpo como un tubo de "Don Nicanor que toca el tambor".

En este tiempo que corresponde a la apoteosis final de Rubén, vi yo el único retrato de María que he visto, y era una criatura triste, no sé de quién, en la que está al lado de Diego Rivera el pintor mexicano, verdadera antítesis de María, artista sensual que ahora, mientras que ella sube al cielo, él pinta de oro y besa el ombligo terrible de Plutarco Elías Calles.

En la época en que María vive en Madrid y cobija en su casa a todo el mundo, a un ruso, a un chino, a quien llame a la puerta, presa ya de este delicado delirio místico que ha coronado con camelias frías de Zurbarán su tránsito en París.

La lucha de María Blanchard fue dura, áspera, pinchosa, como rama de encina, y sin embargo no fue nunca una resentida, sino todo lo contrario, dulce, piadosa, y virgen.

Aguantaba la lluvia de risa que causaba, sin querer, su cuerpo de bufón de ópera, y la risa que causaban sus primeras exposiciones, con la misma serenidad que aquel otro gran pintor, Barradas, muerto y ángel, a quien la gente rompía sus cuadros y él contestaba con un silencio recóndito de trébol o de criatura perseguida.

Aguantaba a sus amigos con capacidad de enfermera, al ruso que hablaba de coches de oro, o contaba esmeraldas sobre la nieve, o al gigantón Diego Rivera que creía que las personas y las cosas eran arañas que venían a comerlo, y arrojaba sus botas contra las bombillas y quebraba todos los días el espejo del lavabo.

Aguantaba a los demás y permanecía sola, sin comunicación humana, tan sola, que tuvo que buscar su patria invisible, donde corrieran sus heridas mezcladas con todo el mundo estilizado del dolor.

Y a medida que avanzaba el tiempo, su alma se iba purificando y sus actos adquiriendo mayor trascendencia y responsabilidad. Su pintura llevaba el mismo camino magistral, desde el cuadro famoso de "La primera comunión" hasta sus últimos niños y maternidades, pero atormentada por una moral superior daba sus cuadros por la mitad del precio que le ofrecían, y luego ella misma componía sus zapatos con una bella humildad.

La vida y pasión de Cristo fue tomando luz en su vida y, como el gran Falla, buscó en ella norma, dogma y consuelo. No con beatería, sino con obras, con grave dolor, con claridad, con inteligencia. Lo más español de María Blanchard es esta busca y captura de Cristo, Dios y varón realísimo; no al modo de la fantástica Catalina de Siena que se llega a casar con el niño Jesús y en vez de anillos se cambian corazones, sino de un modo seco, tierra pura y cal viva, sin el menor asomo de ángeles o milagro.

Su cintura monstruosa no ha recibido más caricia que la de ese brazo muerto y chorreando sangre fresca, recién desclavado de la cruz.

Ese mismo brazo fue el que, lleno de amor, la empujó por la escalera para tenerla de novia y deleite suyo, y esa misma mano la ha socorrido en el terrible parto, en que la gran paloma de su alma apenas si podía salir por su boca sumida. No cuento esto para que meditéis su verdad o su mentira, pero los mitos crean al mundo, y el mar estaría sordo sin Neptuno y las olas deben la mitad de su gracia a la invención humana de la Venus.

Querida María Blanchard: dos puntos... dos puntos, un mundo, la almohada oscurísima donde descansa tu cabeza...

La lucha del ángel y el demonio estaba expresada de manera matemática en tu cuerpo.

Si los niños te vieran de espaldas exclamarían: "¡la bruja, ahí va la bruja!". Si un muchacho ve tu cabeza asomada sola en una de esas diminutas ventanas de Castilla exclamaría: "¡el hada, mirad el hada!". Bruja y hada, fuiste ejemplo respetable del llanto y claridad espiritual. Todos te elogian ahora, elogian tu obra los críticos y tu vida tus amigos. Yo quiero ser galante contigo en el doble sentido de hombre y de poeta, y quisiera decir en esta pequeña elegía, algo muy antiguo, algo, como la palabra serenata, aunque naturalmente sin ironía, ni esa frase que usan los falsos nuevos de "estar de vuelta". No. Con toda sinceridad. Te he llamado jorobada constantemente y no he dicho nada de tus hermosos ojos, que se llenaban de lágrimas, con el mismo ritmo que sube el mercurio por el termómetro, ni he hablado de tus manos magistrales. Pero hablo de tu cabellera y la elogio, y digo aquí que tenías una mata de pelo tan generosa y tan bella que quería cubrir tu cuerpo, como la palmera cubrió al niño que tú amabas en la huída a Egipto. Porque eras jorobada, ¿y qué? Los hombres entienden poco las cosas y yo te digo, María Blanchard, como amigo de tu sombra, que tú tenías la mata de pelo más hermosa que ha habido en España."

Por orden los cuadros son: Primero a la izquierda, "Mujer sentada", 1928. Museo de Bellas Artes de Bilbao. Segundo a la derecha, "Jeune Fille Lisant". Tercero a la izquierda, "Maternidad", 1925.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Argentinízame, por favor / Chuletón y compañía


Más allá de Viggo Mortensen, que realmente no es argentino, pero a efectos como si lo fuera, tengo querencia por los argentinos. No lo puedo evitar: ese acento embaucador, ellas con esa feminidad a prueba de bomba. No sé, yo creo que me lo debo mirar, a lo mejor es una enfermedad tipificada.

El caso es que hace como un mes me escribe Rosario diciéndome que el 1 de marzo inauguramos temporada de barbacoa en mi casa. Acepté encantada. El hombre o la mujer proponen, pero Dios siempre dispone: tuvimos que comer dentro, otro día será.

Yo esperaba que Adrián, su marido, me mirase con cariño y compasión la pierna derecha que la tengo maltrecha desde la caída en el paso canadiense. Pero ya se sabe lo que es el médico como familiar o amigo: no te hacen jamás caso. "A ti no te pasa nada, te mueves perfectamente, no hace falta ni que te la vea". Le perdono porque voy a subir la Maliciosa con él, me lo ha prometido.

Claudina y Mike, otros dos argentinos, iban a venir pero se rajaron. Una pena porque, a pesar de que son vegetarianos (una contradicción ser argentino y vegetariano, lo sé), estaba esperando sus nuevas orientaciones sobre si tengo la casa suficientemente feng shui o no. La primera vez me cambiaron cama, despacho y otro par de cosas. La última vez se relajaron demasiado, han empezado a coger mucha confianza. Mike se echó una siesta casi de pijama y orinal, y así ni chi ni nada.

Subió Álvaro que merecería un tratado aparte. Se presentó con botas, bombachas de gaucho y un CD de tangos, él es así. Amistad de veinte años ya. No sé si es mejor padre, amigo o hijo, porque es las tres cosas. Vino con su madre, excepcional señora de más de 80 años, huída tras la guerra civil española a Argentina donde se casó con un judío de ascendencia rusa. Un personaje es Eloisa, vaya que sí lo es, imparable e inagotable. Hubo que explicarle que no podíamos irnos de marcha como ella pretendía, estoy rodeada de campo y esa "marcha" en sentido nocturno y urbano aquí no se da. No se quedó nada convencida.

La comida se completó con Josianne y mi madre. Me encanta que vengan y se queden conmigo unos días, me gusta la compañía, la verdad. Pero mi madre no resiste esto más de día y medio, una pena, las personas mayores donde mejor están a veces es en su casa. Salvo Eloisa, que donde mejor está es de acá para allá.

Chuletón a discreción, buey esta vez. Crema de cocido, sobraba del sábado como para enterrarnos, le puse el toque de Josianne, un poquitín de canela. Una pizca, con cuidado, levanta y potencia todos los demás sabores, funciona también en las bechameles, en la moussaka y algún que otro guiso. Ya de cosecha propia, comino, pimentón y un chorro de aceite de oliva virgen extra, del mejor. Los purés de restos de cocido o los de verduras "piden" que se las ligue, que se las emulsione un poco con aceite crudo, saben mejor.

Salida luego al campo, rompió a llover uno de esos chaparrones como de primavera, lo suficiente para mojarnos considerablemente y tener que recular a casa. Luego café o chocolate en el pub del Artesanado de Cerceda, otra argentina de camarera. Ya digo, me los encuentro en todas partes, nos atraemos mutuamente.

Espero nuevas argentinizaciones de mi casa. Teniendo en cuenta cómo pinta la crisis, este país se empieza a parecer a Argentina en algunas cosas malas, no en las buenas, lo sabe Dios. Así que mantendré las buenas con mis amigos argentinos. Y con la foto de Viggo, faltaría más.


Nota: Jorge Drexler NO es argentino, sino uruguayo. Y no tiene una mala canción, todas son de buenas a excelentes...

lunes, 2 de marzo de 2009

Guapa


Guapa
Bella
Bonita
Atractiva
Agraciada
Graciosa
Linda
Preciosa
Espectacular
Hasta mona ...

Sin olvidar otras expresiones como...
Con empaque
Con garbo o garbosa
Con presencia
Con estilo

O esas otras ...
Guapa de parar la circulación, para morirse, de infarto ... etc.
Hasta está como un tren, está para tomar pan y moja, o incluso esta buena. Las comparaciones con transportes, comida o el trasvase del "ser buena" al "estarlo" tienen su encanto, su gracia, la verdad.

Todo, cualquier adjetivo, cualquier expresión, menos el archisabido, repetido, pesado y aburrido adjetivo que reduce la belleza física de una mujer a una sola palabra que, además de fea y muy cursi, es un anglicismo: sexi.

Hoy omnipresente en revistas, en televisión, en radio y, sorprendentemente, en conversaciones de señoras, señores, adolescentes y demás.

Lo más que puede ser una chica o una mujer en términos físicos es eso: sexi. Joé, que les den, por Dios.

Comentario de una adolescente de 14 años cuando al presentármela sus padres, tan graciosa ella, ojos azules y melena rubia, realmente espectacular la niña, le dije "seguro que tienes un montón de chicos detrás": "es que yo no soy sexi" me contestó la criatura medio triste, medio avergonzada. Yo no daba crédito.

Tras las risas de los que la escuchábamos, aportamos en la mesa todos esos adjetivos que se pueden emplear fundamentalmente en relación al buen aspecto físico de una mujer, sólo a él. Nos quedamos cortos, hay muchos más, y algunos señores se cortaron porque había menores delante y les paramos, estaban embalados.

Y eran sólo del físico: para el conjunto de lo que es una mujer los adjetivos y expresiones se multiplican, la versatilidad que ofrece la combinación de cuerpo-mente-espiritu-carácter da para mucho más, creo yo.

Es incomprensible que hasta las revistas femeninas, y las juveniles a imitación, utilicen hoy esta palabra como recurso constante y casi único para cosmética, moda o de lo que se tercie. La verdad es que te acaba por entrar la risa como con la adolescente hija de mis amigos.

Por Dios, ¿es mucho pedir un poco más de vocabulario e imaginación, algo también de amplitud de miras, dentro del rico castellano y de los muchos adjetivos, expresiones, comparaciones y demás que se pueden utilizar al hacer referencia al físico?

Sólo para el físico, ya más allá ni se me ocurre pedir.